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El consenso de la Moncloa y el "pacto" de San Sebastián

No sé si se ha caído en la cuenta de que el actual régimen de consenso está cumpliendo, después de implantada la predemocracia -a la democracia ¿cuándo llegaremos?- una función semejante a la que el régimen de pacto (de San Sebastián) cumplió antes de implantada la República de 1931; que esa función consiste y consistió en definir cuáles son los partidos con derecho a gobernar, aquellos a quienes se otorgan credenciales, republicanas entonces, democráticas ahora, el partido republicano conservador de los ex monárquicos Alcalá Zamora y Miguel Maura y la UCD de los ex franquistas, respectivamente; y en definir, asimismo, quiénes son aquellos que, por la izquierda y, sobre todo, por la derecha, quedan excluidos, entonces la CEDA, ahora Alianza Popular. Naturalmente, la constelación de fuerzas puede cambiar por virtud del sufragio y, llegado ese caso, del mismo modo que algunos de esos que fueron admitidos, así Alcalá Zamora, y otros que entrando por derecho histórico en el pacto, más o menos venalmente lo traicionaron, así Lerroux, pudieron hacer girar a la República hacia la derecha, hasta desnaturalizarla, el día de mañana algunos miembros de UCD podrían hacer girar la, llamémosla así, democracia actual, hacia el más cerrado conservadurismo. Pero todavía estamos lejos de esa reacción, las patentes de Suárez y sus amigos, harto dudosas, son infinitamente más débiles que las de los Mauras y Alcalá Zamoras en su época y, por bastante tiempo, están condenados a gobernar de acuerdo con la izquierda y, por de pronto, a arbitrar un marco constitucional avalado por esa izquierda (social o «de nacionalidades»). Por eso mismo, si la Academia española se queja de que no son atendidas sus peticiones acredita no entender nada de] asunto (lo que, claro está, tampoco es su obligación), lo mismo, poco más o menos, que el ex ministro Osorio cuando sale con la monserga de que «Suárez es un hombre que no puede moverse más que en el mundo de una derecha que defiende los grandes valores espirituales», con la agravante, en su caso, de que él sí tiene la obligación -Y, por supuesto, tiene la devoción- de conocer los entresjos de la política profesional.A mí no me escandaliza, y ni siquiera me sorprende. que las cosas ocurran tal v como están ocurriendo. Si en un régimen, el republicano de 1931, que advino democráticamente, se acotó, entre pasillos, un campo de juego, ¿cómo no había de ocurrir otro tanto en el actual, instaurado por modos totalmente ajenos a la democracia? UCD por un lado. PSOE y PCE. por el otro (y con ellos los catalanistas y, si no fuera porque ETA ha venido a complicar las cosas, el PNIV también, sin la menor reserva) se han requerido mutuamente. La izquierda necesitaba, en un régimen de continuidad reformista. que la verdadera soberanía -previa a esta «democracia»- contase con ella, lo que no podía ocurrir sin la caución de UCD. UCD. por su parte. necesitaba ser presentada Y admitida en el club democrático.

Por lo demás ,quién puede representar políticamente a una sociedad de masas como la actual. en la cual las líneas sociales divisorias se confunden. mejor que una UCD sin ideología -o con diez ideologías, lo que es isgual- Y un PSOE mucho más socialdemócrata que verdaderamente socialista en su estrategia política real? Una sociedad desmoralizada por el franquismo, arrastrada por la Fiebre de consumo y entontecida por la televisión, que se niega a percibir siquiera, no digamos a tomar en consideración. la crisis económica. ¿está disponible para tomar sobre si la dura tarea ético-política de realizar una auténtica democracia? Se comprende, pues, muy bien, que la partitocracia y la burocracia cada vez más parecidas entre si, una partitocracia que se va multiplicar por el número de autonomías, una burocracia que duplicada al absorber la del llamado Movimiento, seguirá extendiéndose hasta que no quede miembro de UCD sin cargo «técnico», y más allá ocupen enteramente el espacio político para representar en su escenario el rito democrático, pronto investido de solemne constitucionalidad. Víctor Pérez Díaz. en un reciente v excelente libro donde explicita la teoría del Estado, implícita en Marx- y, dicho sea en inciso. yo figuro entre quienes no han olvidado su temprano interés político por el artículo de Marx acerca de la ley sobre los robos de madera, evoca la enfermedad profesional-institucional que éste, con palabra excesiva, llamó «cretinismo parlamentario», y a propósito de ella escribe lo siguiente: «Esta enfermedad produce una visión distorsionada de la realidad, de acuerdo con la cual las fronteras de la asaniblea. parlamento. cierran el escertallo donde se torrian (casi) todas decisiones relevantes v doride (cam) todos los acontecimientos realmente significativos tienen lugar. El mundo entero está dentro contenido por estos límites. Más allá de esas fronteras queda un mundo menos real. en cierto modo un caos de sombras y accidentes particulares que está esperando las palabras los actos del Parlamento para adquirir orden y sentido. Esto parece un caso de paranoia colectiva. análogo al que Marx diagnosticaría aunque no en estos mismos términos, para la enfermedad profesional-institucional de los burócratas. Como ya señalaba Marx en sus escritos de 1842-1843. los burócratas también reducen la realidad social al ámbito constituido por las reglas, los intereses y

el lenguaje de la burocracia -una enfermedad que cabría llamar también por analogía «cretinismo burocrático».No. ni los parlamentarios ni los burócratas son cretinos. pero pueden hacer tanto daño al país como si lo fueran. Por eso mismo es necesario que quienes estamos en el mundo v nocri. las Cortes, ni en los despachos públicos, hagamos oír nuestra voz. En el concierto de todas las voces, v no sólo de las que han sido oídas en la Moncloa. es en lo que consistirá la verdadera dernocracia. Sin que por ello se dé más importancia de la que tiene a la voz, jubilada, de ciertos notables del franquismO. que intentan hacerla resonar. ahora. y que suena a la de espectros rcaparecidos en un mundo ¡lo sé si rnucho mejor que el por ellos representado. pero loven. La sociedad de masas. no lo olvidemos. es una sociedad de iÓvene,, v de quiertes. sin serio ya. les i1llitan. Los últimos. en su niavoría. votarían «sí» en el re1 . créndurri constitucionai. Los prirneros, no votarán. Unos Y otros cumplirán u ornitirán el acto más bien de modo indiferente, ello es un mal de¡ que todos sonlos responsables. Consolémonos pensando en que también habrá quienes se indignen de que empecernos a niarcharpor lasen

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