El Gobierno alemán frena la concentración de empresas
La publicación del segundo informe oficial sobre concentración de empresas y prepotencia bancaria en la República Federal de Alemania ha llevado al Gobierno social-liberal de este país a una defensa de la economía de mercado frente a la posición de los cristianodemócratas, que mantienen su actitud contraria a un endurecimiento de las leyes que regulan la tendencia monopolista de los grandes consorcios industriales y de los principales bancos del país.
Según el informe de la comisión de monopolios, los diez primeros institutos de crédito de la RFA tienen un peso decisivo en 54 de las cien mayores empresas alemanas y éstas, a su vez, concentran en sus manos más de la cuarta parte de toda la actividad económica de Alemania Federal. La cadena tiende a cerrarse aún más mediante una concentración erilpresarial, en la que se lleva a la práctica con precisión el principlo de que el pez grande devora al chico, a menos que el Estado no proteja con más determinación al empresario pequeño y mediano. He aquí algunas cifras alarmantes de este fenómeno cuyo alcance llega a los países cada vez más incursos en la zona de influencia alemana. Los seis mayores empresarios controlan en la RFA el 34 % de la producción total alemana. Los diez primeros del ranking, el 42,3 %. El índice, mayor de absorciones, o concentraciones, se observa en los sectores aeronáutico, madera, electrotecnia y metalurgia. Pero entre los grandes también hay clases, y así los tres primeros empresarios del país acumulan el doble de capacidad económica que los tres siguientes. En solamente dos años el número de empresas ha descendido en un 4,5 %, hasta quedar en una cifra de 41.733. Entre los pocos sectores en los que se ha mantenido la competitividad se cita el ramo alimenticio, aunque se acentúa la presión de las grandes cadenas de supermercados contra las pequeñas tiendas de ultramarinos, conocidas en este país como tiendas de la tía Emma. En cuanto al nivel de empleo, el informe concluye categóricamente que la concentración empresarial no favorece la creación de puestos de trabajo. Si se cuenta con que la racionalización progresa, sobre todo, en los grandes consorcios, y que los cien más importantes de Alemania cuentan con casi tres millones y medio de trabajadores (el 17,8 % de la población activa), es fácil concluir que la política de empleo pende de un hilo. La dependencia de los cien príncipales respecto de la exportación (éstos controlan el 26,6 % de los envíos alemanes totales al exterior) hace que sus planes expansivos puedan orientarse hacia países con mano de obra más barata, en detrimento del nivel de empleo en la RFA.
En torno al problema de la concentración empresarial y sus secuelas, el Gobierno dio a conocer otro informe a finales de junio, en el que se señalaba que sólo en 1977 se produjeron 240 casos de insolvencia, con un gasto de 128 millones de marcos a cuenta de la Administración para el pago de subsidios.
En cuanto al poder de los bancos en el fenómeno de la concentración empresarial en la RFA, el informe de la comisión de monopolios subraya la influencia de los institutos de crédito a través de su política crediticia.En cuatro de las diez primeras empresas de este país, los bancos son titulares del 25% o más de los depósitos obligatorios. Esto otorga a los institutos de crédito especiales derechos decisorios en los consejos de administración. Según los datos conocidos, en 75 existen representantes de banca.
Respecto a la comercialización de patentes, el monopolio es aún más palpable. Las tres empresas de patentes situadas a la cabeza del sector controlan el 47,4 % de todas las licencias, la mayoría dentro de las ramas electrotécnica, química y mecánica. En suma, los inventores e investigadores alemanes están condicionados, en general, por el veredicto o por el criterio de utilidad de tres empresas. Un diario liberal trata de fijar el alcance político de este informe: «Los partidos de la Unión Cristianodemócrata, que se presentan como los inventores de la economía de mercado, bloquean sistemáticam ente en el Consejo Federal (Bundesrat, o segunda Cámara) los intentos del Gobierno de controlar la creciente oleada de fusiones empresariales. Desde un primer intento, en los años cincuenta, de compartir las apetencias de la gran industria, intento protagonizado por el ministro de Economía democristiano Erhard, el legislador parece perder esperanzas en que pueda frenarse este desarrollo actual de signo monopolista.»
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