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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Elogio de la democracia parlamentaria

En el discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Juan Jacobo Reusseau dice, con acierto, que «la máxima fundamental de toda la ciencia política es que los pueblos se han dado jefes para defender su libertad y no para esclavizarles». Y este principio sobre la finalidad del poder sigue siendo hoy, a la altura de nuestro tiempo, esencial para entender su organización y la de la libertad de los ciudadanos, para entender la forma política de la sociedad. Frente a otras clasificaciones de los, Estados, desde ese punto de vista, parece evidente que sólo hay dos formas: la autocracia y la democracia.El mundo moderno, a partir del siglo XVI, ha situado históricamente el problema entre esas dos opciones y el progreso, la defensa de la dignidad del hombre y de sus derechos, en definitiva, la defensa de la libertad y de la igualdad ha estado del lado de la democracia. No es vano, por consiguiente, hacer, aquí y ahora, en la España que sale de la autocracia, un elogio de la democracia parlamentaria que nuestra Constitución dibuja. Sobre este tema debemos tener las ideas muy claras, y saber a qué conduce y a quién beneficia. en definitiva, un deterioro de la imagen de la democracia parlamentaria. La otra alternativa posible es sólo la autocracia, la dictadura, el régimen autoritario que tantos daños nos ha producido. Quizá el mejor elogio de la democracia sea el recu.erdo de la autocracia y del régimen personal. La utilización del método contradictorio haciendo un elogio de la autocracia como Erasmo hacía el elogio de la locura para, en definitiva, defender la racionalidad, puede ser también camino para llegar a las mismas conclusiones. En ese sentido, la mejor justificación de la democracia parlamentaria sea un trabajo de síntesis de los escritos y de las actitudes de quienes hoy defienden la nostalala de la autocracia y que quieren resucitar a los muertos, soñando con un retorno imposible, explicable por un odio o por un miedo a la libertad.

También hay frustraciones- de por medio que explican mezquinas actitudes en hombres perdedores en las elecciones del 15 de junio y que adquieren más relieve por la grandeza de alma y por la dlignidad moral de otros perdedores que, desde el extraparlarnentarismo, se han convertido en defensores de la democracia parlamentaria y de la Constitución. No es posible omitir, en este sentido, una alusión agradecida a Joaquín Ruiz-Giménez, por su conducta, por su inteligencia Y por su ética al asumir, haciendo honor a su trayectoria, la defensa de la democracia parlamentaria que estamos construyendo.

Si el debate se plantea a niveles de razón. confirmadas por la historia. no hay duda de que un elogio de la democracia parlamentarla es muy adecuado y confirma tanto la voluntad de nuestro pueblo en las elecciones del 15 de junio de 1977. como la verdad de quienes desde hace muchos años defendíamos esas tesis.La democracia parlamentaria, único cauce para el acuerdo

El ensayo imposible de la fundamentación de la convivencia sobre la imposición de media España sobre la otra media, silenciándola y prohibiéndola, abre la mejor justificación para un sistema político que permite a todos expresar sus ideas y organizarse para defender sus programas. El panorama de hombres y de grupos que atacan la democracia parlamentaria incluso en sus últimos fundamentos y que si sólo utilizan la palabra y el escrito lo pueden hacer, frente al anterior de la represión ejercida por esos mismos sectores contra sus discrepantes políticos. es la mejor razón de la superioridad del sistema democrático. La democracia parlamentaria no tiene miedo a que sus razones sean desvirtuadas por sus adversarios. Precisa mente. su gran virtud consiste en la creación de unas reglas de juego -sobre todo a través de la Constitución- que permiten todas las opciones y que establecen un cauce para el cambio y para que las ideas que obtengan la mayoría puedan construir su modelo político. Y esto es lo que precisamente legitima radical mente el uso de la fuerza y del aparato coactivo M Estado a través de sanciones institucionalizadas. para aquellos que se salgan de las reglas del juego. Por que la democracia parlamentaria no es sinónimo de debilidad, sino de fortaleza, al concentrar la coacción sólo sobre aquéllos que quieren utilizar la fuerza y la violencia para conseguir sus fines fuera de las reglas del juego. Por eso, al existir cauces de razón y de diálogo es el sistema que erradica cualquier justificación de la violencia de sectores marginales o de minorías proféticas que se creen investidas en una misión reden tora, y desenmascara la irracionalidad de esas posiciones extremas, sean de extrema izquierda o de extrema derecha, al ofrecerles un cauce para su participación. Si no participan y prefieren seguir la vía violenta está claro. su complejo y su última idea. Son enemigas de la democracia parlamentaria porque nunca pueden ganar por ese sistema.

Las reglas del juego que se insertan en la Constitución permiten el acuerdo básico sobre el principio de la mayoría con respecto a la minoría en el Parlamento. que se convierte así en un modelo del progreso, (le la racionalidad y de la integración de los conflictos sobre la base de la transacción. Como dice Kelsen en su Esencia y valor de la democracia. « ... todo el procedimiento parlamentario descansa sobre la fijación de una línea media entre los intereses puestos como resultante de la pugna sostenida por las fuerzas sociales ... » Para la situación española actual ésa es la tabla de salvación para evitar la trágica dialéctica del odio y del amigo-enemigo. y ésa es también nuestra única oportunidad para salir de los seculares enfrentamientos y para integrar incluso a los enemigos de la democracia siempre que renuncien a la violencia. Con razones y con argumentos no hay que tenerles miedo y para la sinrazón del crimen o del terrorismo hay que utilizar, con todas las garantías que la tradición democrática ha construido. la fuerza legítima de las sanciones institucionalizadas.

Por eso el elogio de la democracia parlamentaria comprende el elogio del consenso constitucional que ha hecho posible, por encima de todas las barreras, el que ya en el Congres,3 de los Diputados se haya obtenido un acuerdo político básico, plasmado en el texto constitucional, que el Senado tiene que mantener por su composición NI que estamos seguros que el pueblo va a apreciar muy positivamente en el referéndum.

La democracia parlamentaria es el régimen de la libertad

Históricamente el origen de la democracia ha sido la preocupación por encontrar límites al poder y por reservar un ámbito de libertad a los ciudadanos a través de los derechos fundamentales. Con técnicas jurídico-políticas como la de la separación de poderes, el imperio de la ley, la responsabilidad de los gobernantes, etcétera, se obtiene la limitación M poder que es inexistente en las autocracias, donde el dictador no es responsable y se considera por encima del bien y del mal. La democracia, incluso. c0mo ya veremos. hace imposible la aparición de autócratas en su seno por los mecanismos existentes para la selección de sus dirigentes.

A mi juicio lo que hace a la democracia muy superior es precisamente la conexión entre ética y política que se produce con la incorporación de la filosofía de los derechos fundamentales a sus planteamientos. Las exigencias radicales que hacen posible el desarrollo integral de los hombres Y su realización como personas (desde el derecho a la vida hasta el derecho a la participación política, pasando por todos los demás derechos tanto civiles como políticos, como por la aportación socialista, económicos. sociales y culturales) y que son exigencias éticas, se convíerten en la democracia parlamentaría. en parte M ordenamiento jurídico y, por consiguiente, en derechos y en obligaciones de respeto hacia los mismos. Los grandes valores humanistas, la libertad y la igualdad, se aproximan al hombre concreto, con su incorporación al ordenamiento jurídico de la democracia parlamentaria. El ideal de la autonomía ética es sólo posible, en la democracia, para el hombre normal. porque sólo en la democra.cia se favorece socialmente la creación de los cauces políticos, económicos. sociales y culturales que la hacen real.

Y precisamente la obediencia al derecho y el respeto a la autoridad son más fáciles y más normales en una sociedad democrática porque el ciudadano que es el destinatario de la norma concurre también, directamente o a través de sus representantes, a la formación de las leyes. La identificación con la autoridad y con sus mandatos que es el secreto de la obediencia positiva y normal y clave en una sociedad bien organizada, se hacen posibles por la libertad de los ciudadanos y por su participación para limitar la autonomía del poder.

La democracia parlamentaria es más justa

El ideal de la democracia directa no es posible en las grandes sociedades modernas y por eso su modelo es sustituido por el más realista de la democracia parlamentaría que por medio de la elección establece generalmente los criterios de selección de sus dirigentes. Y hay que reconocer que. frente al nombramiento, práctica normal en las autocracias, la elección, que puede tener defectos y sistemas múltiples que se aparten más o menos de su genuino sentido, es mucho más justo y menos arbitrario. El elegido, aun rechazando el mandato írnperativo, depende del elector aunque sólo sea en el peor de los casos en la siguiente elección.

Pero sobre todo me parece que la selección de los dirigentes por ese método impide la aparición de los caudillos, de los hombres preclaros, que no responden ante los demás, que se convierten en guías iluminados de sus pueblos y a quienes otros hombres, con miedo a su libertad y a su responsabilidad, se entregan en cuerpo y alma vaciándose de su propia human Idad y haciéndoles super hombres.

La democracia hace muy difíciles estos fenómenos, y sus siobernantes son hombres normales que pueden dejar de ser diriaentes y volver a sus profesiones sin grandes problemas. Las consideraciones son fundamentalmente racionales, porque, como decimos, la función dirigente sólo representa un valor relativo, y el hombre que asume esas funciones es igual a sus conciudadanos y responde ante ellos.

En la República (III, 9), Platón hace decir a Sócrates lo siguiente, refiriéndose al trato que debería darse al caudillo, al hombre de cualidades excelsas en un Estado ideal:

« ... Le veneraríamos como a un ser divino, maravilloso y digno de ser amado, pero después de haberle advertido que en nuestro Estado no existía ni podía existir un hombre así ungiéndole con óleo y adornándole con una corona de flores, le acompañaríamos a la frontera... »

La democracia parlamentaria, con sus ténicas de selección de los dirigentes, ha convertido en realidad el sueño de Platón y se convierte, tam bién por esa razón, en muy superior a la autocracia. Nuestro elogio podría extenderse desde estas razones fundamentales a otras también importantes, pero no es necesario para concluir respecto a la superioridad de la democracia parlamentaria. Los socialistas, que somos los herederos directos de lo mejordel pensamiento liberal y que estamos comprometidos a realizar el socialismo desde el esquema político de la democracia parlamentaria, vemos este problema con toda claridad.

Como dice Fernando de los Ríos «..puestos frente a frente liberalismo y socialismo, no como enemigos, sino como dos movimientos históricos que quieren completarse... brinda el primero al segundo la forma humana úníca como pueden ser expresadas las decisiones comunes: la ley. Ofrece el socialismo al liberalismo el contenido, el material que ha de ser objeto de su elaboración, para que pueda continuar siendo en la historia un instrumento de progreso, una fuente de liberación humana ...»

Los socialistas apoyamos a fondo la democracia parlamentaria que ofrece, respetando la libertad y los derechos de todos, una posibilidad ilimitada de transformación del ordenamiento jurídico, siempre que se obtenga la mayoría de la comunidad para ello. Cualquier otro camino es la autocracia, el aventurerismo y la irracionalidad. El elogio de la democracia parlamentaria es el elogio del progreso, de la libertad, de la igualdad, es el elogio de la razón. Debe tener en nuestro país un apoyo activo de grandes mayorías. Sin duda y sin ninguna reserva tiene el de los socialistas.

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