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Cristina Onassis se casa con un empleado de la empresa naviera soviética

Cristina Onassis ha dejado de negar su intención de casarse con Sergei Kauzov, de 37 años, y parece que ahora está en posesión de todos los documentos requeridos por las autoridades soviéticas. La boda se celebrará el primero de agosto.Era por la tarde cuando hablo con la madre de Sergei, Mariya Sergeyevría, de 56 años, en su encantadora y escueta sala de espera. Es una mujer delgada, que conserva su pelo negro y mantiene muy bien su apariencia. Luce mucho más joven de lo que denuncian sus años. «Los vaqueros -me dice- los uso incluso cuando trabajo.»

La habitación está amueblada con antigüedades, y Mariya Sergeyevna dice que los cuadros, la plata y el cristal han sido siempre de la familia, aunque se afirma que ella también es una coleccionista. El resto del apartamento es pequeño, incluso para los niveles habituales en Moscú. Las habitaciones son pequeñas y aún lo parecen más porque están sometidas a un proceso de redecoración y nuevo empapelado.

Parece que la recepción nupcial va a acoger a un reducido número de amigos. Tendrá efecto en este apartamento. Mariya Sergeyevna está encantada con la ayuda que Cristina le ha prestado para la redecoración del piso, que estará listo par a el gran día.

Mariya Sergeyevna confirma que Cristina desea vivir en Rusia, quizá en una casa que compre en las afueras de Moscú o en un apartamento de propiedad colectiva. La madre de Sergei cree que Cristina puede comprar con su dinero lo que desee y piensa que la falta de las comodidades cotidianas a las que está habituada no le afectarán. Como residente extranjera y representante de negocios, Cristina Onassis podrá comprar en la tienda exclusiva para quienes poseen moneda extranjera y, asimismo, podrá pedir lo que desee de otros países.

Cuando le pregunté acerca de los millones de Cristina, la madre del novio de ésta puso de relieve que ella ha sido criada en un país en que el dinero tiene escaso valor y que nunca juzga a la gente de acuerdo con su posición financiera. En realidad, cuando la señora Kauzov supo de los planes que existían para la boda, creyó que Cristina necesitaba casarse con Sergei por el dinero de éste.

La señorita Onassis ha visitado Moscú varias veces. Cuando Rusia compraba grano de Canadá y de Estados Unidos, este producto agrícola tenía que ser transportado en buques americanos. Algunos de los barcos de Onassis navegan bajo la bandera americana, y fue, quizá, durante la negociación para efectuar este transporte cuando Sergei y Cristina se conocieron en París.

Sergei es graduado del Instituto de Lenguas Extranjeras de Moscú, donde se especializó en el idioma inglés. Durante sus últimos años de estudio se interesó en temas de comercio naval y así obtuvo su ingreso y su primer destino en Sovfracht, la compañía que para estos efectos mantiene el Ministerio soviético de Comercio. Su capacidad e inteligencia le convirtieron en un miembro singular de la compañía y fue enviado a París para representar a Sovfracht en la capital francesa durante cuatro años.

Cuando Sergei y Cristina decidieron casarse y él obtuvo su divorcio, el novio dejó su amplio apartamento a su esposa anterior y a su hija de nueve años. Ambas están ahora en Crimea.

Mariya Sergeyevna también se divorció cuando Sergei, su hijo, era bastante pequeño, pero ella se halla orgullosa de cómo fue criado y de lo popular y triunfador que es en estos momentos. Hablando de él, la madre recuerda un terrible accidente que ocurrió cuando Sergei tenía nueve años y fue alcanzado de manera casual por una flecha. Perdió el ojo y desde entonces usa uno de cristal.

El pueblo ruso no sabe nada del próximo matrimonio, porque la prensa soviética nunca cubre historias de carácter tan personal, aunque no hay duda de que este relato romántico tiene todas las virtudes como para captar a gente tan sentimental como la propia Mariya Sergeyevna.

«Estoy tan cerca de mi hijo -dice Mariya-, y todo esto es tan maravilloso... Ellos se aman tanto... Es algo increíble que cosas como esta ocurran en esta era cruel que vivimos.»

No hay planes para que la boda sea religiosa pero, de acuerdo con las reglas soviéticas, Sergei puede adoptar el apellido de Cristina Onassis. En este caso, como Sergei Onassis, podría supervisar el método que ella sigue para dirigir su imperio naviero de forma verdaderamente profesional.

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