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Eco del viaje en las Comunidades Europeas

Los medíos comunitarios de Bruselas han seguido con atención las declaraciones del presidente Giscard d'Estaing en Madrid, favorables al ingreso de España en, las Comunidades Europeas, sobre todo porque dan un tono nuevo que podría suponer un cambio de actitud en las posturas fracesas en la CEE ante problemas españoles.Sin embargo, a nadie escapa en Bruselas que, al margen del viaje de Giscard a Madrid, entramos en plena campaña europea para la elección directa al Parlamento Europeo prevista para el 7 y 10 de junio de 1979. Elecciones que, en el caso de Francia, levantarán una vez más los peligros de la entrada de España al Mercado Común, frente a los electores. Dos partidos políticos franceses, el RPR, de Jacques Chirac, y el PCF, de Georges Marcháis, se declaran abiertamente en contra. El PSF, de François Mitterrand, es menos radical.

Que Giscard haya repetido en Madrid, al más alto nivel, que quiere ser nuestro abogado ante el Mercado Común, no sorprende a nadie. Se está perfectamente convencido que necesitaremos a franceses y al resto de grandes países de la Europa comunitaria para ganar la batalla. A quien debe convencer el presidente de la República Francesa de su apoyo al proceso de ingreso de España a la CEE es a los propios franceses.

Es hora que los franceses -o la propia Comisión Europeadesmitifíquen ciertos tópicos sobre los peligros de la candidatura española. Sobre todo agrícolas. Que se diga, por ejemplo, que a nivel de precios algunas producciones agrícolas españolas son más caras que en la propia CEE. Que se supere el exceso de demagogia ante los electores del Midi francés y que en vez de cargar las culpas a los agricultores españoles se ataque a fondo una reestructuración del agro mediterráneo francés, aunque electoralmente sea menos rentable porque es un asunto de fondo que exige visión a largo plazo.

Que se presente a la opinión pública francesa, y comunitaria en general, un balance más objetivo -y no tan negativo y parcial como el de la Comisión Europea sobre los problemas de la ampliación- de las ventajas política y económicas que comportará también el ingreso de España. El futuro dictamen de la comisión, previo a las negociaciones de adhesión, podría cumplir tal misión.

Franceses y comunitarios deben comprender qtíe no es demasiado inteligible para la opinión pública española que mientras Giscard vende aviones Mirage y Airbús en Madrid, en el sur de Francia se intercepten camiones españoles y se destruyan toneladas de pimientos, berenjenas o cebollas.

Si Giscard quiere convencer con hechos de sus buenas intenciones políticas hacia las relaciones España-CEE puede dar órdenes a sus abogados en Bruselas para acelerar la adaptación del acuerdo comercial España-CEE de 1970 con concesiones agrícolas que no sean discriminatorias para España. Es decir, algo parecido a lo que reciben por parte de Francia y resto de la CEE los demás países del Mediterráneo.

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Que se comprenda en las negoelaciones sectoriales de pesca, textil o siderurgia que los problemas de la CEE son los problemas de España. O sea, del futuro nuevo Estado miembro.

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