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El presidente de la República Francesa, en Madrid

Se ha disipado el malestar existente en las relaciones franco-españolas

El malestar franco-español, consecuencia de una agravación de las relaciones entre ambos países durante los últimos meses, «se ha disipado», estimaba la opinión de este país ayer, tras los primeros intercambios entre el presidente galo, Valery Giscard d'Estaing, y el rey don Juan Carlos. «Los españoles, en todo caso, no deben dudar que en París exista en lo sucesivo una voluntad cierta para resolver los problemas pendientes», afirmaba el editorial del diario independiente Le Monde.

Toda la prensa influyente destacaba como significativa en el sentido antedicho la frase del señor Giscard: «La entrada de España en el Mercado Común es conforme a la naturaleza de las cosas y del interés de Europa.» Sin embargo, convendría no olvidar que los gaullistas, los comunistas y en menor grado los socialistas continúan oponiéndose radicalmente a la adhesión española.

El diario comunista L'Humanité advertía ayer a sus lectores sobre las consecuencias nefastas del ingreso de España en el «clun europeo»: «Facilitando la entrada de España en la CEE, Giscard d'Estaing espera, sin duda, conseguir nuevas ventajas para las firmas monopolistas, pero se olvida de las consecuencias desastrosas de semejante decisión.» En opinión del portavoz comunista, no sólo «sería insostenible la competencia española en materia agrícola», sino que también serían gravemente afectados los sectores textil, siderúrgico y el de la construcción naval.

Anteayer un millar de agricultores del Sur se manifestaron contra la entrada de España en la CEE. Ayer, por el contrario, las Cámaras de Comercio del Suroeste, coincidiendo con la estancia del presidente galo en Madrid, hicieron público un comunicado para solicitar la entrada de España en el MC «lo antes posible para que desaparezcan rápidamente las ventajas preferenciales de las que se beneficia actualmente y el proteccionismo que practica de formas diversas».

A través de los comentarios e informaciones que ocupan el primer plano de los medios de comunicación social, se desprende ya un hecho cierto: los franceses parece empiezan a tomar conciencia de que la época de su «complejo de superioridad» frente a la petite España franquista ha pasado a la historia. Esto no querría decir necesariamente que se traduzca en dinero contante y sonante.

Anoche, el líder de Alianza Popular (AP), Manuel Fraga, que se encuentra en París, comentó a propósito del viaje presidencial: «Si los franceses continúan oponiéndose a la adhesión española, pudieran empezar a hacer creer a los españoles que la democracia es un mal negocio.»

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