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Quinientos gitanos pidieron la derogación de las leyes discriminatorias

«Así que los gitanos piden trabajo. Pero si no han querido trabajar en su vida.» Comentarios de este tipo, entre jocosos y despectivos, constituyeron la reacción de los clientes de un bar de la plaza Mayor cuando vieron pasar un grupo de gitanos con pancartas pidiendo trabajo, escuelas y vivienda. Y luchar contra esa opinión enraizada desde siempre en el mundo payo fue el motivo de que quinientos gitanos madrileños se concentraran ayer en la plaza Mayor. Sus objetivos: acabar con la discriminación que sufren como gitanos y pasar a ser unos españoles más.

La concentración, convocada por la Asociación para el Desarrollo Gitano, es la primera legal que se celebra en el país. Los quinientos hombres, mujeres y niños que escucharon y aplaudieron a sus propios oradores venían de los barrios más pobres de la ciudad: La Celsa, La Alegría, Pan Bendito... Desde las seis a las siete y media fueron desgranando sus peticiones y denunciando la doble marginación que sufren. Una por pertenecer a la capa económicamente más débil de la población, y otra por ser gitanos. Ha habido ya muchos cases de directores de escuelas o de guarderías o empresarios que se han negado a admitir a los niños o a proporcionar trabajo al horribre por el simple hecho de su raza.Los aplausos más fuertes del acto se produjeron cuando se pidió la derogación del artículo 42 del reglamento de la Guardia Civil. El artículo en cuestión dice que es misión de ese cuerpo vigilar especialmente a los gitanos, sus desplazamientos y su forma de vida. Asimismo se pidió la derogación de la ley de Peligrosidad Social, ley que aunque no les, menciona textualmente, saben que en su día se redactó también pensando en ellos.

Después se mencionaron los problemas de vivienda, trabajo, educación y asistencia social, relacionados mutuamente hasta formar un círculo vicioso difícil de quebrantar. Un gitano que no tiene capacidad económica y que sufre un rechazo social no asiste a la escuela, ni a los cursos de capacitación profesional. Debe recurrir entonces a. susoficios tradicionales, la venta ambulante o la chatarra. Desde ese momento tampoco dispone de Seguridad Social, jubilación, ni seguro de paro.

Su no integración en la sociedad normal les acarrea una falta de organización -que comienza a superarse en los últimos años- que hace que no sean atendidos en los organismos oficiales y que incluso los partidos de izquierda sólo se acuerden de ellos verdaderamente a la hora de las elecciones. Los oradores dejaron bien claro que los gitanos como grupo no apoyan a ninguna opción política concreta, porque nadie ha recogido sus problemas.

Al tiempo que transcurría la concentración, una comisión de quince personas se reunía con el señor Alvarez, alcalde de Madrid, para presentarle la relación de peticiones. La más perentoria en el tiempo, la legalización de sus actividades como vendedores ambulantes, tuvo que ser rechazada por aquél, en base a que la legislación actual la prohíbe. El señor Alvarez indicó que la venta de flores podría tener más fácil solución, pero que el resto lo veía más difícil, aunque prometió estudiar intensamente el tema y procurar resolverlo con el Ministerio de Comercio.

Después de su entrevista con el alcalde se dirigieron al Gobierno Civil. El señor Rosón les invitó a incorporarse, a la comisión provincial para la integración de los gitanos que funciona desde hace algún tiempo y en la que participan otras entidades gitanas.

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