Tarradellas estudia el nombramiento de comisarios de la Generalidad
Durante el día de ayer el presidente de la Generalidad estuvo reunido con los cinco ministros sin cartera, representantes de partidos políticos. La reunión no se suspendió ni para comer. La dureza de las discrepancias era dada por evidente en todos los medios, quienes coincidían en señalar que podía pasar todo o no pasar nada.
Los motivos del enfrentamiento eran de carácter básico. Hablar pues, de crisis total, no tiene una extraña finalidad «desestabilizadora» -como afirmaba una noticia de agencia-, sino que corresponde a la realidad.Todo indicaba que en la reunión de ayer las partes mantendrían posturas que podrían modificarse a lo largo de la discusión. Se trata, en efecto, de estrategias variables que pueden dar como resultado acuerdos alejados de los planteamientos iniciales.
Además de todo lo ya informado ayer, EL PAIS obtuvo en fuentes de la máxima solvencia otras precisiones concordantes. En primer lugar, dentro de la estrategia de Tarradellas figuraría el intento de nombrar comisarios de la Generalidad en cada una de las capitales de provincia de Cataluña, exceptuada Barcelona. Esta figura había sido creada por un decreto de Francesc Maciá el 28 de abril de 1931. La función de estos comisarios fue entonces el hacerse cargo de «los servicios que tenían encomendados las antiguas diputaciones provinciales», mientras que por un decreto que desarrollaba esta figura se precisaba que tendrían «bajo su jurisdicción y disciplina los funcionarios de las extinguidas diputaciones».
Dos nombres fueron facilitados a EL PAIS para cubrir estos cargos. Por Lérida el candidato de Tarradellas sería el senador Rossend Audet, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC). Por Tarragona, el candidato seria Josep. M. Rodríguez, de 78 años de edad, del mismo partido y miembro del desaparecido Parlamento catalán La aceptación de estos nombres por parte del Gobierno autónomo que preside Tarradellas se daba como muy dificil, en particular por lo que respecta a los socialistas.
Con estos comisarios, Tarradellas pretendería lograr lo que constituye una piedra de toque de su actual estrategia: el utilizar los mecanismos de las actuales diputaciones provinciales para marginar electoralmente a las opciones políticas de izquierda. En este sentido es extremadamente significativa la aprobación, hace sólo tres días, del presupuesto de la Diputación de Tarragona. Fuentes directas precisaron que éste contiene, en su partida de obras, numerosas pequeñas construcciones -piscinas, parques, bibliotecas- cuya utilización electoral por los actuales alcaldes franquistas es perfectamente evidente. En cambio, el traspaso de los servicios de las diputaciones a la Generalidad hubiese potenciado al Gobierno de ésta, donde la presencia de la izquierda es decisiva.
En esta crisis ocupa un lugar decisivo el partido que dirige Jordi Pujol, Convergencia Democrática de Catalunya (CDC). No cabe duda de que hasta hace unas semanas la estrategia de Tarradellas era crear su propia derecha y su propia izquierda. La derecha tarradellista es perfectamente identificable: la organización catalana de UCD y la recién creada Unió del Centre de Catalunya. La izquierda tarradellista debía constituirse en base a la fusión o coordinación entre la Unió de l'Esquerra de Catalunya -cuyo principal integrante es ERC, partido del que fue secretario general, hasta 1954, Tarradellas- y el partido de Pujol.
Dentro de esta óptica se situaban los ya superados enfrentamientos verbales entre Pujol y los socialistas catalanes, producidos hace dos meses.
Ahora el partido de Pujol considera probable un entendimiento entre el ala socialdemócrata de UCD y el PSOE, lo cual imposibilitaría una actitud antisocialista en Cataluña por parte del partido de Pujol. La alternativa, para éste, sería un entendimiento con los socialistas catalanes, por otro lado favorecido por el ascenso de la izquierda de su propio partido en el último congreso. Ahí nace el problema: Tarradellas se opone a todo avance socialista en Cataluña. En consecuencia, su proyectada izquierda queda limitada al republicanismo histórico de ERC. El partido de Pujol vuelve a caer en desgracia a Tarradellas, quien ya en el pasado le había acusado de hacer el juego de la izquierda marxista.
Todo ello empuja más y más hacia la derecha a Tarradellas, cuyo principal objetivo aparece muy claramente: el lograr en beneficio propio el voto de las zonas agrarias, con la ayuda de los restos del franquismo aún presentes en los municipios y en las diputaciones.
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