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Reportaje:

El nuevo Portugal también peregrina a Fátima

Como en las fiestas, las diferencia sociales se hacen evidentes solo por las vestimentas de los caminantes modernas mochilas, o simples bártulos atados en pañuelos o bolsas de plástico.La Cruz Roja, el Ejército, la Orden de Malta, han instalado, al borde de los caminos que llevan al santuario, puestos de socorro, don de médicos voluntarios, enfermeros y religiosas asisten a los peregrinos. Muchos de ellos tienen ya profundas heridas en los pies, otros necesitan un poco de descanso, comida caliente, pero los médicos tienen también que atender casos más graves, intentando hacer desistir algunas personas de un empeño que sobrepasa nítidamente sus fuerzas. Pocas veces lo consiguen, cuando el caso no se resuelve drásticamente, por una orden de hospitalización urgente. Un puesto situado a noventa kilómetros de Fátima ha prestado asistencia a 2.000 personas por día desde el 7 de mayo, y el número va en aumento.

La conversión de los ateos

¿Cuántas personas estarán hoy en Fátima? ¿Medio millón, un millón, para renovar el «voto de Fátima» oponiendo, una vez más, la «Plaza Blanca» a la «Plaza Roja»? Pocos de los presentes pensarán, sin embargo, en «rezar por la conversión de Rusia» y para alejar de Portugal el peligro del comunismo. Otros problemas, otros dramas cotidianos los empujan, para «pedir la solución milagrosa: los médicos son pocos, la asistencia social muchas veces inexistente, la salud precaria.Grandiosa manifestación de fe, la mayor de las que enorgullecen hoy a la Iglesia católica, Fátima es también un terrible acto de acusación contra una sociedad profundamente marcada por los estigmas del subdesarrollo económico, social y cultural. En los últimos años, la barbaridad de las pruebas físicas que los fieles se imponen, arrastrándose de rodillas o totalmente tumbados en el suelo a lo largo de kilómetros, ha llegado a incomodar a la jerarquía católica, consciente de su efecto contraproducente sobre la sensibilidad de los visitantes más «civilizados». Hoy, el clero más moderno intenta dar a las manifestaciones de la fe un espiritualismo más decoroso, pero las llagas y la sangre siguen siendo «ingredientes» imprescindibles para la espectacularidad del fenómeno Fátima.

Fátima, fenómeno político

Pero no se puede acusar a la Iglesia católica de haber aceptado, sin reticencias iniciales, el carácter milagroso de las visiones de los tres pastorcitos, de siete, nueve y diez años. La promoción de Fátima a escala nacional y luego internacional fue hecha sobre todo por el «Estado novo» salazarista, aunque la jerarquía católica portuguesa aprovechó ampliamente la caución sobrenatural del santuario para consolidar un poder que no es únicamente espiritual.La revolución de abril no alteró el ritmo de las peregrinaciones, y en 1974 y 1975. las manifestaciones del 13 de mayo en Fátima no fueron menos impresionantes que en los años anteriores. Se llegó a temer en 1975 que la única sobreviviente de los tres videntes, la monja Lucía, traída al efecto de su convento de Tuy, haga revelaciones capaces de influenciar el voto de los católicos en las primeras elecciones libres.

Aunque esto no sucedió, es indudable que, a través de los curas de aldea, la Iglesia católica ha contribuido de manera importante al éxito electoral de los partidos de derecha.

El semanario Expresso recordaba que con sus cerca de 12.000 misas por domingo, la Iglesia es la organización que más reuniones públicas organiza en todo el país y que mayor audiencia tiene asegurada, ya que la asistencia al culto dominical sigue siendo asidua para cerca de un tercio de los portugueses.

Lucha clásica

No toda la Iglesia portuguesa puede ser acusada de oscurantismo y reaccionarismo, pero muchas de sus manifestaciones respiran aún aires de intolerancia medieval que conducen más fácilmente al fanatismo que al diálogo. Basta ver algunas homilías del obispo El Funchal, o las reacciones de comentadores religiosos de la prensa de derecha frente al caso, reciente, del matrimonio de un sacerdote católico. Se pedía poco menos que un auto de fe para el «sacrílego» y su «amante», anticipando el veredicto de excomunión que, para tales casos, compete a Roma. Los pocos párrocos progresistas llevan una vida difícil, expuestos a sanciones de sus superiores y a auténticas guerras civiles aldeanas, promovidas por los integristas, que son mayoría activa.Un ejemplo de esta situación es el hecho de que la Conferencia Episcopal haya rechazado los estatutos de la JOC portuguesa, que se limitan a reproducir la carta de intenciones de este movimiento internacional debidamente autorizado por el Vaticano.

En este contexto, Fátima no es más que la piedra del edificio del poder de la Iglesia portuguesa, una de las más reticentes de Europa en relación a los vientos modernizantes del Concilio Vaticano Segundo. Por esto, Fátima es lugar de reagrupamiento del clero de los países del Este (húngaro y polaco, en particular) y peregrinación obligatoria de los derechistas de todo el mundo. Hace días tuvo lugar la del Ejército azul español, que pidió a Nuestra Señora de Fátima salvar el alma de España de los peligros de la presente situación política.

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