"Tardaremos menos de lo que algunos piensan en ser aIternativa de Gobierno"
«Nuestro partido no es todavía una alternativa de Gobierno, pero llegaremos a serlo, y quizá tardando menos de lo que algunos piensan», afirmó ayer el secretario general del PCE, Santiago Carrillo, al dar lectura al informe del Comité Central de su partido ante el IX Congreso. Todo el discurso estuvo orientado a destacar la labor realizada por los comunistas durante las últimas décadas y a destacar la importancia de la política de consenso y de los pactos de la Moncloa; se pronunció contra el ingreso de España en la OTAN, advirtió al PSOE que no podrá hacer política socialista sin contar con los comunistas y dedicó un ataque al diario EL PAÍS, único medio informativo mencionado durante las dos horas y cinco minutos que duró su intervención
Santiago Carrillo comenzó su discurso poniendo de manifiesto el carácter histórico de este IX Congreso del PCE, primero en la legalidad después de 46 años. Destacó que hasta hace un año el partido era todavía ilegal: mencionó el pacto del PSOE con la socialdemocracia alemana para retrasar la legalización del PCE, -pacto incumplido por el PSOE-.Hizo después un repaso histórico de la actuación de los comunistas durante las últimas décadas, haciendo hincapié en que hubieran preferido evitar la guerra civil española. «Pero en un determinado momento -dijo- o tuvimos otra opción que capitular o luchar.» Apuntó que el actual cambio de la dictadura fascista a la democracia, sin intervención de ejércitos extranjeros y sin alzamientos armados, está seguramente en la lucha de los años 1936-1939. y agregó: «Sin aquélla sería inconcebible lo que está sucediendo actualmente.»
Seguidamente, Carrillo hizo un balance de los cambios producidos en España desde la legalización de su partido, y más concretamente desde las elecciones generales del 15 de junio.
Dedicó especial atención a que «los residuos políticos de la dictadura se mueven con demasiada libertad», y dijo que en este caldo de cultivo «se desarrollan formas de terrorismo inquietantes, que no tienen justificación política, formas de terrorismo que se saldan en todos los casos con un déficit para la libertad, puesto que su único resultado es reforzar los aspectos represivos del Estado y desmoralizar a amplias masas: se generan rumores de desestabilización, resistencias al proceso democrático de grupos sociales privilegiados, tentaciones involucionistas peligrosas». Todo ello en medio de una situación de crisis económica, con una herencia lamentable del régimen anterior en sectores como la enseñanza, la sanidad y otros servicios públicos vitales para el país, «factores todos que exacerban el malestar y la impaciencia, y complican seriamente la transición».
En el marco de una exposición sobre la crisis del imperialismo. Carrillo pasó a analizar las posibilidades para superar el capitalismo y pasar al socialismo, tema en el que puso de manifiesto que «nosotros no podemos esperar que lo qUe llamamos en nuestra terminología la crisis revolucionaria tenga las formas clásicas que hemos conocido en otros períodos y otros países: no podemos asimilar la noción de crisis revolucionaria a la de crisis insurreccional».
La oligarquía, preocupada con el cambio
«Hay que constatar -dijo después- que la oligarquía ya no contempla hoy el proceso de cambio con la tranquilidad de hace poco más de un año y que comienza a dar muestras de inquietud y disgusto.» Citó, a este respecto, la amenaza a Suárez planteada por el lanzamiento de la gran derecha: constató que la oligarquía no se reconoce aún plenamente en el partido UCD, y que la reforma fiscal todavía no ha sido digerida por ella, además de que los acuerdos de la Moncloa «la dejan insatisfecha y recelosa».Hubo mención expresa a que para los comunistas no es problema la forma de Gobierno: «SI la monarquía -dijo- sigue desempeñando un papel político positivo en el cambio, si respeta la voluntad popular, y cuando esté aprobada aplica celosamente la Constitución, la cuestión de la forma de gobierno perderá el dramatismo y la conflictividad que tuvo en otras épocas de la historia de España, cuando esas premisas no se cumplieron.»
A continuación, el secretario general del PCE entró de lleno en el examen de las consecuencias políticas de los pactos de la Moncloa, no sin destacar que aunque en el momento de ser elaborados y firmados sólo fueron defendidos con calor por el PCE, todos los partidos parlamentarios expresaron su entusiasmo por los mismos en el pleno del Congreso del 5 y 6 de abril.
En esta fase de su discurso. Carrillo acusó al empresariado de haber realizado una «clara labor de desmoralización», con la aseveración de que «el dinero está paralizado en los bancos, mientras el paro obrero crece a diario», aunque reconoció que hay sectores del empresariado con dificultades reales, especialmente la pequeña y mediana empresa. A renglón seguido, afirmó que «estamos dispuestos a dar la batalla política, en el Congreso de Diputados y en las empresas, para que el proyecto de ley de regulación de los órganos de representación de los trabajadores en la empresa salga de las Cortes tal como lo ha elaborado la ponencia parlamentaria correspondiente»: y agregó «Los empresarios españoles deben dejar de comportarse como señores feudales: deben comprender que si quieren un diálogo y una negociación fluida en la empresa debe establecer relaciones transparentes con los trabajadores. Eso irá en beneficio de todos. Han pasado los tiempos en que el diálogo laboral corría a cargo de la Brigada Político-Social en las comisarías y era resuelto con juicios y condenas por organización ilegal.»
La «obsesión electoralista» del PSOE
Seguidamente, Carrillo se quejó de que no hubiera sido aceptado la creación de un órgano de seguimiento del desarrollo y aplicación de los pactos: el Gobierno no tenía demasiado interés en ello, «y el PSOE, partido con más diputados en la Oposición, se opuso terminantemente». Según Carrillo, los socialistas antepusieron aquí sus intereses estrechos como partido a los intereses generales de los trabajadores. Asimismo, Carrillo atacó a la obsesión electoralista del PSOE. por haber presentado un candidato suyo a las elecciones parciales al Senado por Asturias, rompiendo así los acuerdos previos al 15 de junio, que les daban ese puesto a los comunistas por apoyo de las otras fuerzas.«En cualquier caso, nuestra perspectiva no es diverger, sino converger con el PSOE, en una política unitaria», dijo a continuación.
A renglón seguido, Carrillo acusó también al PSOE de haber creado un cierto pánico en las alturas, al plantear el tema de las elecciones municipales «como si se tratase de una inversión radical de la correlación de fuerzas políticas». Se pronunció por la urgencia de su celebración, y recordó también que el PCE ha propuesto en las Cortes llegar a un acuerdo para que haya Constitución antes del verano, con la advertencia de que la minoría comunista no dará batallas parlamentarias, por introducir en ella principios socialistas: «estimamos que con el texto actual es posible realizar profundas transformaciones de estructura el día que haya una mayoría dispuesta a realizarlas».
Tras hacer una referencia al problema del paro y la necesidad de un plan de reforma y saneamiento económico, el secretario general del PCE aseguró que «los comunistas -y en esto coincidimos con la posición mantenida hasta ahora por el PSOE- nos opondríamos resueltamente a la entrada en la OTAN».
La prensa y el PCE
Seguidamente examinó el tema de la democracia interna en el PCE, y en esta parte del discurso hizo una mención a la prensa. «Algunos sectores de ella han intervenido directamente en nuestro congreso», dijo, citó expresamente a EL PAÍS para afirmar que este periódico ha indicado claramente en su sección editorial que el congreso debía deponer a la dirección del PCE. «Por lo que se ve -dijo Carrillo- hay, periodistas para los cuales haber sido franquista toda la vida no invalida a nadie para ser demócrata: pero lo que es imperdonable, inadmisible, es haber sido toda la vida comunista.» (El texto del discurso entregado a la prensa incluye también un ataque de Carrillo al tratamiento dado por EL PAÍS a las elecciones sindicales, que, según él, habría tratado de convencer, durante semanas, de que Comisiones Obreras no iban a la cabeza; sin embargo, el secretario general del PCE no dio lectura a este párrafo del texto durante su intervención ante los delegados al congreso.)Finalmente, Carrillo hizo una mención a quienes creen imposible un auténtico partido eurocomunista, en el sentido de que «nosotros vamos a demostrarles que se equivocan: que la opción por un partido obrero, marxista revolucionario, ni socialdemócrata, ni estaliniano, es una opción real».
Terminó con una referencia personal a sus dieciocho años al frente de la secretaría general del PCE: «parece que soy lo que suele llamarse un dirigente histórico», dijo, para agregar que «en descargo de mis posibles culpas -y no estoy pensando en las que me achaca un resentimiento visceral y mezquino, que en esas, quizá con pecado de soberbia, yo me cisco-, sino en las que realmente he podido incurrir. quiero confesaros que esa travesía del desierto, de casi cuarenta años, larga, interminable, agotadora, no ha sido una partida de placer». Su última frase fue esta: «Si el partido estima que ese papel (el de secretario general) debe desempeñarlo otro, volveré con mi carnet en el bolsillo a la base y seguiré trabajando como un militante más por la causa del socialismo y del comunismo.»
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