Los toros que existen para RTVE
En la madrugada del domingo, despedíamos a Paco Camino. Lo despedíamos a través de televisión, porque el buen señor -y buen torero ¡quién la va a dudar!- quiso que el broche de oro a su brillante carrera fuera en México, a pesar de que ésta la hizo fundamentalmente en las plazas españolas, con público español que le ha dado a manos llenas fama y fortuna. La verdad es que a punto estuvo de que tal broche fuera no de oro, sino de plomo, porque el resultado artístico de la corrida de despedida dejó mucho que desear.En crónica, de alcance, escrita, como es natural, de madrugada (porque el festejo acabó de madrugada), ya hicimos el comentario apresurado de aquella fiesta, pero no estará de más añadir ahora cómo el medio gas que Camino imprimió a su labor en la histórica tarde mexicana de su retirada tuvo unos ecos amables y respetuosos merced a que el público mexicano, además de ser santo, no quiso exigir mayores compromisos a la figura que vestía el traje de luces por última vez. Porque si el acontecimiento llega a ser en España, y no digamos en Madrid, a lo mejor se arma, con lluvia de objetos arrojadizos y todo.
Quizá sea esta una de las razones por las que Paco Camino se fue a México a decir adiós. Otra, el aforo de cerca de 50.000 localidades que tiene la Monumental mexicana, por lo que quedó en taquilla... ¡ni se sabe lo que quedó! La tercera, la posibilidad de que el suceso lo retransmitiera la televisión (con los pingües derechos. que son del caso), como así fue.
Y aquí, mal que nos pese, entra de nuevo RTVE que, ya es casualidad, sólo se acuerda de los toros para pegarle a la credibilidad del espectáculo con la rodilla en el bajo vientre. ¿Por qué será que siempre que se televisa una corrida se caen las reses? El peor daño que puede hacer a la fiesta es ponerla en pantalla, ante millones de espectadores, para que a éstos se los lleven los demonios con las lastimosas e insufribles imágenes de un toro que desfallece y rueda por la arena. Cierto que RTVE no tiene responsabilidad en el resultado artístico de las corridas, pero volvemos a preguntar, a coro: ¿por qué siempre que RTVE retransmite una corrida se caen los toros?
Y luego permite que sus comentaristas hagan las más peregrinas afirmaciones. Ejemplo: los que narraban la despedida de Camino -¡adiós, señor Camino!- aseguraban y repetían que las dos plazas más importantes del mundo son la de Sevilla y la de México. Un respeto a toda opinión, claro que sí, pero agradeceremos se nos diga si a la Monumental de Madrid hay que darle morcilla; si es filfa eso de que un triunfo o un fracaso en la de México apenas tiene proyección mientras que en Madrid una oreja vale lo que un cheque en blanco y una bronca lo que un responso. Esto, aparte otras aseveraciones que prodigaron ambos comentaristas, a solo o a dúo, en su inagotable menudeo oral, del que algo más podríamos añadir.
Y, finalmente, convendrá saber qué misteriosos resortes mueven en RTVE a la transmisión de festejos en directo, porque casi siempre esos festejos son «la corrida del siglo» (de tan infausta memoria: Marbella, España) o este mismo de la noche del sábado último, etcétera, los cuales generan una pila de millones en papel moneda, sin que, en contrapartida, haya garantía de ningún tipo para la autenticidad del propio espectáculo que se retransmite.
El de México que mencionamos, si se salvó (que no se salvó) fue por la realización magnífica de los técnicos mexicanos, que supieron colocar sus cámaras y pincharlas según convenía, lo cual dio belleza, variación, precisión informativa sobre el transcurrir de la lidia. Eso es todo, y, ya se sabe, tampoco es mucho.
Así que RTVE, nada menos. Bueno, pero añadamos que, según fuentes dignas de todo crédito áel citado medio, a partir de ahora se dará amplia información sobre la fiesta en los telediarios, y no sólo de las corridas que se celebren sino también de otros aspectos de la actualidad taurina. Pues a ver si es verdad, porque esto de que a partir de ahora, RTVE dará información, lo venimos oyendo durante años. Y nada, tío; que no hay tu tía.
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