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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La tercera fuerza sindical

PRACTICAMENTE PUEDEN darse por finalizadas las primeras elecciones sindicales libres de la monarquía. De entre las grandes empresas sólo restan por celebrar sus. elecciones la Compañía Telefónica y la Renfe, pero no cabe. esperar de estos comicios parciales, por amplias que ean ambas plantillas, una alteración sustancial de los resultados globales. Por ser entidades de suma importancia laboral y política se encuentran lógicamente trabajadas y penetradas hace ya tiempo por las grandes centrales sindicales y sus votaciones no depararán sorpresas.El mero recuento general de votos ya es ilustrativo y merece un subrayado. Comisiones Obreras (de mayoritaria inspiración comunista) y Unión General de Trabajadores (socialista) se han erigido formalmente en las dos grandes .centrales del país, tal como era de prever. Entre las dos abarcan al menos el 70% de los votos de los trabajadores españoles. En clara minoría han quedado centrales tales como USO (Unión Sindical Obrera, socialistas autogestionarios), CSUT (Confederación Sindical. Unitaria de Trabajadores, en línea con el Partido del Trabajo de España) y SU (Sindicato Unitario, identificable con la Organización Revolucionaria de Trabajadores). Pueden tenerse estas tres centrales como situadas a la izquierda de las dos ganadoras indiscutibles y ninguna de las tres ha superado porcentajes de votación superiores al 6%. Aún en el mejor de los casos, estas tres centrales unidas no rebasarían un 13% que nunca sería condicionante en la política sindical. Estos datos, unidos al carácter generalizado que han tenido estas elecciones (no debe olvidarse que eran voluntarias) y los relativamente escasos niveles de abstención (patrocinados por la CNT) permiten suponer que pese a la crisis económica, a los elevados índices de paro y a la situación gaseosa de un período político constituyente, no han prosperado las tesis sindicalistas más radicales.

Igualmente es constatable el fracaso, también esperado, de organizaciones sindicales sectoriales de carácter profesional y tildadas de amarillistas incapaces de arrastrar más allá de un 5% de trabajadores y, principalmente, entre los cuadros medios de las empresas. A nivel de centrales sindicales con vocación autonomista, sólo son detectables éxitos relativos por parte de ELA (Solidaridad de Trabajadores Vascos, bajo la inspiración del PNV) y del SOC (Sindicato de Obreros Canarios, notoriamente a la izquierda del espectro político y con explícitas manifestaciones independentistas).

Aparecen así CCOO y UGT como claras predominantes del poder sindical con una ligera ventaja de la primera central de entre un 6 o un 7% sobre la central socialista. Ventaja presumiblemente achacable (a más de la veteranía sindical de CCOO bajo la dictadura, superior a la de UGT) a la inserción masiva en sus listas electorales de candidatos independientes que han capitalizado el voto de los trabajadores con menor educación política o con reticencias hacia las centrales sindicales como simples correas de transmisión de los partidos políticos.

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A este respecto y ahora que el PCE comienza en forma oficial a apear el leninismo de sus programas, conviene no olvidar la habilidad, apenas comentada, de los dirigentes de CCOO que han logrado poco menos que la cuadratura del círculo fortaleciendo una central de inspiración y dirección comunista con elevado porcentaje de militantes -hasta Fabián Estapé- ni siquiera marxistas.

Y así, mediando la pugna política entre el PCE y el PSOE y ante la perspectiva de unas nuevas elecciones sindicales más formales, más solemnes, tras la aprobaci0n del proyecto de ley de acción sindical, el país se encara con la tercera fuerza integrada por los independientes, por aproximadamente ese 12% de trabajadores sin afiliación sindical o política, no amarillistas, y coyunturalmente engarzados en las listas de las centrales. Ellos serán quienes a no muy largo plazo decidirán lo que ya no será una simple contienda sindical, sino la auténtica batalla política por la hegemonía en el seno de la izquierda parlamentaria.

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