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Entrevista:

"Hay que convertir las casas de socorro en un servicio de salud de más alto alcance comunitario"

La Delegación de Sanidad y Asistencia Social del Ayuntamiento de Madrid se ha caracterizado, desde hace mucho tiempo, por las grandes dificultades que ha tenido que afrontar para llevar adelante cualquier tipo de planificación sanitaria en la ciudad. Sin embargo, la llegada al cargo de delegado de Manuel Evangelista, un médico de 48 años, puede significar la dinamización de su actividad. Por de pronto, su idea personal consiste en convertir las casas de socorro municipales en centros de salud a nivel de barrio que permitan efectuar una medicina preventiva de la que tantas veces se ha hablado y nunca se ha llegado a convertir en auténtica realidad. Manuel Evangelista ha llegado al Ayuntamiento con el aval que supone el premio extrordinario de la licenciatura por la Universidad de Granada y el doctorado por la de Bolonia, además de haber ocupado la dirección de las residencias sanitarias de la Seguridad Social en Pamplona, Valencia y Hospitalet de Llobregat (Barcelona).

Pregunta. La Delegación a la que ha accedido usted tiene, según su denominación, una doble vertiente. Empecemos, si le parece, por conocer sus aspiraciones personales con respecto a la asistencia sanitaria del madrileño.Respuesta. Evidentemente, el Ayuntamiento tiene que atender a unos cometidos sanitarios que afecten a la medicina primaria de urgencia, aunque esto no lo podemos concebir desvinculado del resto del dispositivo sanitario de Madrid. Las casas de socorro que atiende el municipio son-el escalón de la cadena de asistencia sanitaria más cercano al ciudadano. Pero esas competencias de la urgencia no se pueden incorporar sólo a los organismos municipales, sino que han de estar en contacto directo y permanente con todos los demás organismos que se encargan de la atención de los españoles, desde el Ministerio de Sanidad, la Seguridad Social o la Dirección General de Servicios Sociales.

P. Luego, el Ayuntamiento, en colaboración con estos organismos, va a mantener la asistencia de urgencia en las casas de socorro.

R. Por supuesto. Esa es, además, una competencia que le viene dada por ley General de Sanidad y que también está contemplada en la ley de Reforma Sanitaria. Pero la función que deben cumplir las casas de socorro, desde mi punto de vista no debe limitarse a asistir a esas urgencias y menos con los medios tan precarios con que cuenta en la actualidad. Evidentemente, lo primero que hay que hacer es actualizar la dotación con que cuentan las casas de socorro y ajustarla a las necesidades reales de asistencia. Pero hay que compatibilizar esa primera asistencia de urgencia con un servicio de promoción de la salud de más alto alcance comunitario y ejercer una medicina preventiva dentro del mismo marco vecinal, que es a donde llega la casa de socorro. Y para ello ya contamos con un cuerpo médico municipal, que es el de la beneficiencia, de un gran prestigio.

P. Pero el convertir las casas de socorro en una especie de centros de salud supone, en principio, un fuerte desembolso, y los presupuestos municipales no tienen dinero para ello. ¿De dónde pueden salir los medios económicos necesarios?

R. No crea que puede ser tan costoso. Sería una inversión no excesivamente gravosa y que produciría unos beneficios sociales indudables. Hay que lograr las pesetas necesarias para ello y se podrán conseguir en la medida en que la ley de Reforma Sanitaria permita la coordinación de las estructuras municipales con los organismos sanitarios del Estado. Pero hay que insistir en que todo esto no pasa, de momento, de ser una aspiración personal mía que ni tan siquiera he contrastado todavía con el decano de la beneficiencia municipal.

P. ¿Va a seguir siendo la asistencia social del Ayuntamiento un dar de comer a un indigente en un momento determinado, sin preocuparse de más?

R. Yo tengo una idea muy clara: si la asistencia social que puede desarrollar el Ayuntamiento se convierte, dentro de su dinámica, en una beneficencia potestativa, habremos perdido su sentido. Estoy convencido de que la asistencia social hay que hacerla ofensiva, es decir, hay que llegar a tiempo, en la medida suficiente como para poder solucionar no una situación de un día, sino un estado concreto de marginación social en la que se encuentre un individuo. Y para ello hay que contar con la colaboración de los núcleos ciudadanos in teresados, proyectar las posibles actuaciones sobre ellos y comprometerlos en el tema.

P. ¿A qué personas se va a extender esa asistencia social municipal?

R. Yo creo que, por lo menos en principio, deben ser cuatro los núcleos de población que el Ayuntamiento debe atender socialmente. Son las personas de la tercera edad, las familias no integradas socialmente con el resto de la población y los discapacitados por causas sanitarias o sociales.

P. ¿Quién podrá ayudar al Ayuntamiento en esta tarea?

R. En este caso son muchos los organismos y entidades que pueden tener una relación directa con el Ayuntamiento para abordar este tipo de problemas. Así, a bote pronto, se me ocurren la Dirección General de Servicios Sociales, el Plan Gerontológico Nacional, la Sociedad Española de Gerontología, la de Psiquiatría, la Cruz Roja, Cáritas, las Cajas de Ahorros...

P. ¿Usted cree que con la puesta en práctica de esta planificación sería posible evitar, en Madrid, la aparición de la delincuencia como consecuencia de la marginación social?

R. Estoy absolutamente convencido de ello. Pero lo cierto es que lograr que la marginación social no degenere en delincuencia es una labor que necesita de mucho tiempo. En éste, como en la mayoría de los temas de esta Delegación, estoy convencido de que no podré ver terminadas todas las cosas que empiece, pero a lo que sí aspiro es a marcar un camino válido. Además, sobre el tema de la marginación social creo que el momento adecuado para actuar empieza cuando aparece esa marginación y termina cuando ésta se hace irreversible. Ahí es donde debe actuar la auténtica asistencia social que recupere,a ese individuo para la sociedad.

P. Dentro de la Delegación de la que se ha encargado hay también oiros cometidos. ¿Cómo pueden solucionarse temas tan importantes como el de los cementerios o el de las ratas?

R. El de los cementerios es un problema típicamente urbano, que no puede resolverse más que con la creación del espacio suficiente para ubicar las tumbas. Pero, paralelamente, hay que fomentar la aparición de nuevos criterios sociológicos (ya que nada tienen que ver, desde mi punto de vista con la religión), que hagan posible la cremación de los cadáveres.

P. ¿Y de las ratas...?

R. La lucha contra las ratas debe seguir la misma norma que se ha empleado hasta el momento, es decir, una campaña de desratización casi constante. Pero también en esto se hace necesario que sean los propios habitantes de la ciudad los que colaboren en la denuncia de aparición de focos o a la siembra de los cebos.

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