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La derecha augura el fin de la carrera política de Mitterrand

A 48 horas del voto de la segunda ronda de los comicios legislativos, que se consideraron históricos porque podía ganar la izquierda y continúan siendo históricos porque ahora se estima va a perder, el desinflamiento es la nota característica. Aritméticamente, aún existen posibilidades de victoria de la oposición, «pero en la práctica se verá que son muy pocas las posibilidades», declaraban ayer medios próximos a los socialistas. Como en la primera ronda, de cara a la segunda, el líder socialista Francois Mitterrand es la diana privilegiada de los ataques de la derecha. Ya se canta, por anticipado, el final de una carrera política.

Desencanto en la media Francia, que creyó en la «esperanza de la Unión de la Izquierda» y una cierta tranquilidad sin entusiasmo en la otra media Francia, que vota por la derecha: en resumen, estos días que preceden al voto definitivo, que va a alumbrar la nueva Asamblea Nacional, no dan la impresión de que Francia aún vive en campaña «histórica».

Ni la derecha ni la izquierda ofrecen credibilidad

¿Por qué? Habría que extenderse sin fin, para profundizar en las razones de esta especie de divorcio entre la clase política y la sociedad civil. Pero, a primera vista, los observadores coinciden en que existe una motivación que salta a la vista: ni la nueva Unión de la Izquierda, rehecha en el último minuto, ni la aparente unión del otro bloque, el de la derecha, inspiran credibilidad a la mayoría de los franceses. La derecha gobernante, sin embargo, tiene una ventaja de envergadura: está en el poder.Los grandes debates de esta última etapa de la larguísima campaña electoral o no se siguen o se siguen con esfuerzo. Pero todo indicaría que el líder comunista, señor Marchais, se esfuerza en vano para rechazar los argumentos de la derecha, que le atribuyen la intención de acaparar los puestos ministeriales para nunca jamás soltarlos y conducir a Francia al colectivismo. Tampoco es seguro que el anticomunismo de la mayoría gubernamental, el único tema de sus discursos, vaya más allá del anticomunismo visceral que aún es reflejo vivo en una fracción de la sociedad francesa.

El único elemento claro a lo largo de toda la campaña, más diáfano a medida que se acerca la hora cumbre de las legislativas, se apellida Mitterrand, y se refiere el Partido Socialista: los ataques que, durante los últimos seis meses, se repartieron los comunistas y los líderes de la mayoría, han sido asumidos totalmente por los dirigentes de la derecha, como consecuencia de la Unión del lunes pasado entre comunistas y socialistas. Diezmar al PS parece ser un objetivo común del resto de las formaciones políticas galas: los comunistas volverían a ser el partido dominante de la oposición y el eje del cambio de sociedad que pudiese realizarse lentísimamente.

Giscard y su centro-izquierda

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Para la derecha, romper el PS significaría avanzar por el camino del centro-izquierda, sueño giscardiano. El hombre de la unión del actual PS, integrado, en efecto, por corrientes ideológicas dispares, es el señor Mitterrand. Acabar con él «será una fiesta para todo el resto de la Francia política». Plumas y comentaristas ilustres de la derecha ya cantan «el final de una carrera política». En privado, en la izquierda, no se oculta la misma posibilidad y, a veces, «el mismo deseo». Anteanoche, el líder socialista clamaba dramáticamente: «Si ganase la derecha corremos el gran peligro de que se cree en Francia un clima igual al que precedió al ascenso del fascismo. Su propaganda, de carácter totalitario, y sus mentiras organizadas, lo probarían».

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