La Conferencia de Belgrado concluirá sin acuerdo
La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), o «segundo Helsinki», concluirá probablemente en Belgrado a fines de la semana próxima sin que el bloque occidental y el Pacto de Varsovia lleguen a ninguna clase de acuerdo sobre las principales cuestiones del debate: derechos humanos, medidas militares de «confianza» y colaboración tecnológica y económica entre, el Este y el Oeste. Un portavoz de la OTAN declaró ayer que Estados Unidos y las naciones de Europa occidental no aceptarán un documento final «cargado de conceptos ambiguos y desprovisto de sustancia». La reunión se clausurará con un comunicado más o menos extenso, cuyos términos se están discutiendo en este momento sobre la base de una propuesta rumana y otra danesa. En ninguna de las dos se abordan en profundidad los temas citados.El fracaso absoluto de esta conferencia afecta la posición de las naciones supuestamente neutrales y no alineadas, sobre todo la de Yugoslavia. El mariscal Tito envió hace unos días sendos mensajes al presidente norteamericano Jimmy Carter y al jefe de Estado soviético, Leónidas Brejnev, en un último esfuerzo por suavizar los violentos enfrentamientos de Washington y Moscú en Belgrado. Sus representantes, Goldberg y Vorontsov, respectivamente, han continuado e incluso intensificado su política de mutua intransigencia.
El proyecto de documento rumano tiene unas 2.000 palabras en el que -según sugirió el delegado norteamericano-, «se habla de todo y no se determina nada». Tras una extensa «declaración», Bucarest propone la formación de cinco comisiones de «expertos», una de ellas dedicada a los problemas del Mediterráneo, que deberán encargarse, en los próximos dos años, de seguir estudiando lo ya estudiado en Helsinki y Belgrado. En cambio, el proyecto danés, de sólo 450 palabras, prevé el funcionamiento de sólo dos comisiones, que deberán examinar la cooperación científica entre los bloques y las «medidas de confianza».
Seguramente se llegará a un arreglo intermedio entre ambas propuestas, que incluirá la integración del grupo del Mediterráneo, aunque sin la participación de los países africanos. España y otras naciones de la zona se muestran muy interesadas en el asunto. Su embajador, Luis Pan de Soraluce, no oculta, sin embargo, su «decepción y contrariedad» ante la intransigencia mostrada por los norteamericanos y soviéticos en el tratamiento de los «grandes temas».
La única decisión adoptada aquí ha sido, pues, la de seguir discutiendo en Madrid, en noviembre de 1980.
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