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La Escuela Nacional Taurina, sin mas recursos que el bingo

Bonifacio Perea, Boni, el que fuera gran peón ya en los años veinte y que alcanzó a ser maestro de subalternos, empezó ayer a impartir sus enseñanzas en la Escuela Nacional de Tauromaquia. Llega con ilusión de dar a conocer la técnica del toreo de capa, de cómo se debe hacer a una mano y de las ventajas que para la lidia -en definitiva, para el comportamiento del toro- tiene esta modalidad; de trasladar a los alumnos las mil y una experiencias de sus 83 años, la mayor parte de los cuales han transcurrido en los ajetreos y los peligros de la profesión taurina.

«Pero si no me hacen caso, me largo. Yo voy a explicarles cosas a los chicos que de verdad quieran ser toreros. Los que estén en la Escuela para perder el tiempo o para presumir, que no cuenten conmigo.»Ojalá El Boni no acabe predicando en el desierto. Porque la mayoría de los profesionales, mientras tanto, el toreo de capa no lo quieren ni ver. He aquí la versión de ciertos matadores tantas veces oída en las reuniones para la reforma del reglamento: «Los capotazos sólo sirven para robar pases de muleta.» ¡Hele ahí la lección de tauromaquia quedan los maestros ciruela de hoy! Y esto no sería más que pura anécdota, de no ocurrir que los que empiezan se fijan -¿en quiénes si no?- en los toreros en activo. El Boni puede hacer un gran bien, que aumentaría si tantos y tantos grandes lidiadores como hay retirados y que fueron estilistas en las suertes de capa se animaran y acudieran a la Escuela a completar o enriquecer las enseñanzas del maestro de subalternos.

La Escuela Nacional de Tauromaquia, callandito, paso a paso, sin otros ingresos -para vergüenza de quienes manejan el dinero en esto del toro- que un bingo -aquí el dilema era bingo o ruina-, va a lo suyo; es decir, formar toreros. Los resultados, naturalmente, no pueden ser inmediatos.

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