La guerra europea de las naranjas

Los mercados europeos continúan importando naranjas españolas

Los medios de importación de naranjas españolas en Europa desmienten que se hayan encontrado naranjas españolas envenenadas con mercurio.

«Estamos comprobando que, en ningún caso, las autoridades alemanas u holandesas han confirmado la existencia de naranjas envenenadas de origen español», declaró a EL PAIS Rafael García Palla, delegado del Comité de Gestión de Frutos Cítricos, organismo mixto de profesionales de la exportación y la Administración española, con sede en Bruselas.«No hay ninguna prohibición de continuar las importaciones» añadió José Manuel Rodríguez Molina, miembro de la...

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Los medios de importación de naranjas españolas en Europa desmienten que se hayan encontrado naranjas españolas envenenadas con mercurio.

«Estamos comprobando que, en ningún caso, las autoridades alemanas u holandesas han confirmado la existencia de naranjas envenenadas de origen español», declaró a EL PAIS Rafael García Palla, delegado del Comité de Gestión de Frutos Cítricos, organismo mixto de profesionales de la exportación y la Administración española, con sede en Bruselas.«No hay ninguna prohibición de continuar las importaciones» añadió José Manuel Rodríguez Molina, miembro de la misión de España ante la CEE, responsable de los asuntos agrícolas.

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Por su parte, Antonio Riano, del Servicio Oficial de Vigilancia y Regulación de Exportaciones Españolas, también con sede en Bruselas, realiza una gira por Bélgica, Holanda y la RF de Alemania, para seguir el tema.

Después de unos primeros momentos de psicosis de «naranjas envenenadas». parece que el caso se va centrando en sus justas proporciones.

Las autoridades de Bélgica, RF de Alemania y Holanda no prohiben el consumo de naranjas. Recomiendan ciertas normas para defectar, a nivel de consumidor, la presencia de mercurio en algunos frutos. Destacan que no se trata de tóxico mortal, aunque aconsejan no consumir naranjas que hayan sido contaminadas.

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Los servicios de salud pública belgas dan curso a una serie de ocho operaciones a tener en cuenta para distinguir una naranja con mercurio.

En primer lugar, al examinar la corteza de una naranja se distingue fácilmente un agujero bastante considerable -de dos a tres milímetros- causado por la aguja que sirvió para inyectar el mercurio.

Por otra parte, al abrir la naranja, se localiza rápidamente el mercurio en estado liquido, que no se disuelve con el cítrico.

En caso de utilizar los frutos para zumos, el mercurio se deposita en seguida en el fondo del vaso.

Concluyen las instrucciones con una llamada a la calma y a la facilidad en localizar el mercurio, en caso de naranjas envenenadas, que, por el momento, sólo se han localizado unas decenas en varias zonas europeas, ubicadas en el área del Benelux y Alemania Federal.

A nivel de investigación sobre los presuntos autores, parece cada vez más claro que los frutos fueron contaminados en Europa, probablemente en los almacenes de los puertos de Amberes y Rotterdam, donde llega la mayor parte de naranjas exportadas por Israel.

España exporta anualmente alrededor de un millón y medio de toneladas de agrios al Mercado Común. Lo que representa más del 60% del consumo total.

«Es difícil, por el momento, saber si las ventas se verán afectadas. Excluyo totalmente las hipótesis de una guerra comercial entre países productores, que no tendría ningún sentido. El ama de casa no distingue si las naranjas vienen de Israel o de España, con lo cual todo el mundo quedaría perjudicado, en caso de contaminación grave», puntualizaron los medios españoles del ramo con sede en la capital belga.

Pasa el pánico

Entretanto, y según noticias llegadas a EL PAIS desde distintos puntos de Europa, el caso de las naranjas contaminadas ya no centra la atención de la opinión pública europea, y los peores momentos de pánico habrían pasado.

En Copenhague, por ejemplo, las fruterías pusieron ayer letreros especiales para anunciar la venta de naranjas españolas, después de que el Instituto Nacional de Alimentación hiciese público que no se habían encontrado rastros de mercurio en ninguna de las partidas de agrios llegados al país.

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