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Tribuna
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UCD quiere seguir hasta 1981

Si es cierto que la política es el arte de permanecer el máximo tiempo posible en el poder, no cabe duda que, de las más de mil enmiendas presentadas al anteproyecto de Constitución, una de las que expresa una más clara voluntad política es la formulada por la Unión de Centro Democrático, como nueva disposición transitoria. Propone UCD que, una vez aprobada la Constitución, las dos Cámaras que integran las actuales Cortes asuman «las funciones y competencias que en ella se señalan, respectivamente, para el Congreso y el Senado», hasta la conclusión de su mandato, en julio de 1981.El alcance último de esta enmienda sería la transustanciación de ambas Cámaras, que de constituyentes pasarían a constituidas. Un verdadero milagro que afectaría especialmente al Senado, elegido por las provincias y designado en una quinta parte por el Rey, y que ahora pasaría a representar a «los distintos territorios autónomos que integran España».

¿Tiene UCD votos suficientes para sacar adelante esta enmienda, por la que las actuales Cortes se autoprorrogan un mandato lógicamente extinguido al término de la tarea constituyente? Es previsible que en esta cuestión los parlamentarios de UCD no quebranten la disciplina, y secunden a su línea de mando en el propósito de controlar el momento electoral más propicio para soltar el escaño. Y es muy posible que alguna de las minorías acompañe a UCD en su actitud, sobre todo si las expectativas de voto para unas próximas elecciones legislativas auguran que la suerte no les será benévola.

El combate se entablará lógicamente entre quienes esperan la victoria, y con ella el Gobierno, en los próximos comicios, y quienes prefieren dejar las cosas como están hasta 1981, reservándose la facultad gubernamental de disolver antes las Cámaras. El PSOE (o tal vez ya los socialistas unidos) atacará desde todos los puntos la enmienda centrista, porque le Coloca una barrera infranqueable a su carrera hacia el poder. El test será especialmente valioso entre los restantes grupos parlamentarios, sobre todo a la hora de las votaciones, en que la aritmética es inexorable.

Al margen de la lucha partidista, la enmienda de UCD -que sólo se sostiene sobre el ahorro electoral- no parece, técnicamente, de recibo, aunque resulte humano el deseo de continuar en un Gobierno del que, una vez que se sale, es dudoso si se retornará, al menos mientras el bipartidismo no sea más que una aspiración de las fuerzas políticas llamadas a protagonizarlo.

Una solución intermedia a la que, quizás, podrían llegar las fuerzas parlamentarias sería la de retrasar unos meses la vigencia de la Constitución o la de encomendar a las Cámaras que la elaboraron las leyes orgánicas y demás disposiciones que han de desarrollarla. De este modo, en lugar de elecciones inmediatas, podría dejarse paso a las municipales y aplazar para el año próximo las legislativas. Todo menos hacer comulgar al país con las ruedas de molino del propio temor político, vestido de disposición transitoria.

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