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Entrevista:

"El alcohol es mucho más peligroso que algunos drogas blandas"

El tema de las drogas, y dentro de él el de la toxicomanía, lleva directamente a la distinción entre drogas «blandas» y «duras», una distinción que tienen muy en cuenta todos los especialistas científicos de la materia. Juan Arias, colaborador de EL PAÍS, entrevista en Roma a Luigi Cancrini, catedrático de Psiquiatría y Psicología Clínica de su Universidad y autor de uno de los más exhaustivos trabajos de investigación, patrocinado por la Fundación Agnelli. Una de las conclusiones más importantes fue la de comprobar que el alcoholismo es más grave para la salud que el consumo de hachís. El doctor Cancrini se pronuncia, sin embargo, contra la legalización de la marihuana y el hachís.

«En Italia -comienza Luigi Cancrini-, el problema de la toxicomanía empieza con algunos años de retraso en relación a los demás países de Europa. Es un fenómeno que inicialmente se refería sólo a los jóvenes de la pequeña y media burguesía que tenían contacto con extranjeros, en Italia o fuera. Poco a poco, la difusión se hace más general, fundamentalmente por el gran desorden que existe en Italia en la distribución y venta de fármacos.»«Piense -añade Cancrini- que durante varios años Italia fue una de las naciones donde con mayor facilidad se podían encontrar anfetaminas, convirtiéndose en un país productor y exportador de anfetaminas en grandes cantidades, que serían distribuidas en otros países europeos, en los que las disposiciones legales sobre el tema eran y son más severas.» Respecto al tratamiento correcto que la sociedad debe de dar al toxicómano, el experto opina que «el gran eco que la droga despertó en la prensa impidió, al principio, ver las cosas con seriedad y con una base científica y política. Después de un largo debate en el Congreso, en el que intervinieron todas las fuerzas políticas, y tras más de ocho proyectos de ley, conseguimos cambiar la imagen de la toxicomanía. Con gran esfuerzo conseguimos pasar de un concepto del toxicómano equiparable al de "delincuente" por el de "enfermo". El joven esclavo de la heroína es una persona que necesita ser ayudada, que hay que curarla y no condenarla ni meterla en la cárcel. Fue un cambio cultural. La lucha la dimos en el campo del control de la producción de anfetaminas. A mi juicio -añade Cancrini-, la mayor responsabilidad en el campo de la droga en Italia recae sobre las autoridades que con tanta lentitud han puesto un freno al mercado.»

«Como en otras partes, también aquí se ha creado primero una clientela de toxicómanos que, para poder procurarse la droga, se sienten obligados a convertirse ellos mismos en vendedores. Esto conllevó la difusión de la toxicomanía en ambientes proletarios y entre los jóvenes, porque, como usted sabe, una persona se convierte con mayor facilidad en un instrumento comercial de estupefacientes si es un sujeto débil en el campo psicológico, físico y social. De este modo hemos llegado a una ley en la cual se persigue a los vendedores de droga, y no a los consumidores. Toda la acción política va encaminada a evitar la difusión de estas sustancias y a curar a quienes ya son víctimas graves de la toxicomanía.»

Hay «blandas» y «duras»

Quizá uno de los temas más conflictivos y, sin duda, clarificadores sea el de la distinción entre drogas «blandas» y «duras», división de la que hablan con constancia los especialistas, y suelen despreciar las legislaciones al uso, salvo las de los países con mayor grado de tolerancia y civilización. Sobre esto, el profesor italiano opina que «evidentemente hay que distinguir entre drogas "blandas" y "duras", porque son dos cosas muy distintas. Es un error, incluso científico, llamar "droga" a todas estas sustancias. Existen sustancias que producen daños graves y a las cuales uno se acostumbra con mayor facilidad, mientras otras, por ejemplo el hachís, son menos peligrosas que el vino o los licores. Lo han demostrado todos los estudios médicos realizados últimamente en el mundo. En la India existe una gran difusión del hachís, y en muchas culturas orientales esta sustancia representa lo que el vino en la nuestra. Para ellos tiene un carácter hasta religioso, como lo tiene el vino en la tradición católico-cristiana, que es importante en la celebración de la Eucaristía. Lo que en realidad ha ocurrido es que cuando estas culturas se encontraron con otra más fuerte, ésta impuso sus costumbres a las otras. De este modo se impuso el vino, y el alcohol en general, en países que no lo conocían, produciendo daños gravísimos. Por ejemplo, es dramáticó el número de indígenas australianos muertos a causa del whisky. El alcoholismo es un fenómeno gravísimo en muchos países orientales y también en los occidentales. Sólo en Italia existen más de medio millón de alcoholizados graves. Y sin embargo ante el hachís, que es mucho más inocuo que el alcohol, los occidentales hemos adoptado una actitud moralizante, calificándolo como "estupefaciente". Se trata, sin duda, de un abuso cultural.»«Esto no quiere decir -matiza Cancrini- que el problema de la toxicomanía deje de ser grave Piense que es un problema que cuesta la vida a muchos jóvenes, que a otros muchos los lleva al suicidio. Ahora bien, los jóvenes tienen razón, en cambio, cuando dicen que no todas las sustancias que nosotros incluimos en un mismo saco producen los mismos efectos Si nosotros no tenemos el coraje de confesar esta distinción, cargaremos con la responsabilidad de que losjóvenes usen indistintamente la marihuana o la heroína, lo que es un error mortal. »

Sobre las alternativas o propuestas que puedan resolver el problema, señala que «hoy existen tres posiciones en este campo: la más liberal y radical pide que para evitar esta confusión sería necesario legalizar completamente el hachís y condenar gravemente las otras drogas fuertes. Otros piensan, y entre ellos me incluyo, que aun siendo necesaria y cierta esta distinción, quizá no sea conveniente la liberalización, porque en un momento en el que estamos llevando a cabo una crítica a fondo de la sociedad de consumo para crear una nueva calidad de vida y eliminar tantos ídolos del mundo de la producción para rescatar los valores del ser, la introducción de la marihuana no contribuye a esta lucha. Y, finalmente, existe la posición meramente moralista que desconfía siempre del hombre y que piensa que si se empieza con el hachís se terminará con las drogas fuertes. Por eso piden la condena en bloque de todas las sustancias. Son estos moralistas los que no tendrán nunca audiencia entre los jóvenes, porque no se ajustan a la verdad ciertos dogmas de los que alardean y que vienen a decir que una persona que se acerca una sola vez a la droga, el demonio le condena el alma para siempre y está impedido de dejar el vicio. En el trabajo de investigación que nosotros hemos realizado en Italia, se demuestra que de cien personas que se acercan a la droga, sólo diez continúan con el hábito, y de estos diez, sólo uno acaba siendo esclavo de ella».

El tema de la imagen pública de una juventud drogadicta es tratado con gran claridad en la siguiente respuesta: «La droga ha sido un pretexto usado en estos últimos años para difamar a toda una generación dejóvenes.»

El porqué de los heroinómanos

«Confiar la propia vida a la heroína representa casi siempre una forma desesperada de autoterapia. La persona, dado que no consigue obtener una terapia causal, se procura una terapia sintomática, es decir, que lo resuelva no la causa de sus problemas, pero sí los, efectos, es decir, el sufrimiento. Generalmente este bienestar momentáneo lo encuentran con la heroína, y ante la falta de otras soluciones se ata cada vez más. En esta prospectiva es evidente que el momento de la terapia no puede ser sólo negativo. No puedo proponerme arrancar un joven de la heroína sin ofrecerle algo a cambio. Es necesario encaminarle hacia una terapia que toque las raíces de la causa de su dolor. Yo pienso que la forma mejor es ayudarles a que encuentren una relación de amor seria, o un compromiso político, cultural o artístico. Es decir, una razón de vida.»Entre las conclusiones del trabajo dirigido por el profesor Cancrini, patrocinado por la Fundación Agnelli, destacan las de «que el número de toxicómanos es muy inferior al que piensa la opinión pública y, sin duda, notablemente inferior al número de casos de alcohólicos graves. Que el número máximo de toxicómanos se encuentra entre jóvenes de dieciséis a veinte años. Que la droga está más difundida entre los hombres que entre las mujeres; que todas las clases sociales tienen la misma probabilidad de contar entre sus miembros jóvenes a personas proclives a la droga.»

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