El poder y los poderes fácticos
«El presidente Suárez, en su discurso de Almería. ha recuperado una expresión que emplearon los grupos demócratas del país, todavía no legalizados entonces como partidos políticos y todavía aunados en una forma de oposición común: la de "poderes fácticos". Expresión no muy bien recibida en su momento, ni siquiera por los lingüistas. La frase del presidente. hablando no como Gobierno, sino como UCD -y es cada vez más difícil hacer la distinción-, es ésta: "UCD no tolerará que los llamados poderes fácticos. sean quienes sean, impidan que hagamos una España digna y habitable para 36 millones de españoles." La curiosidad política de esta frase es considerable. "Poderes fácticos" significa simplemente poderes de hecho, poderes que existen y se ejercen ya, con los que hay que contar. Cuando la expresión fue empleada: por la Junta Democrática era un eufemismo. No quería, no podía nombrarlos. Intentaba decir que por encima, o quizá al margen, de unos poderes nomina les y externos hay otros innombrables. Lo eran para aquella Junta incipiente. La aparición de la frase en un discurso del presidente del Gobierno en estas fechas tiene una mayor sensación de desasosiego, aunque esté empleada en una forma negativa, de enfrentamiento, sobre todo cuando se complementa con una imprecisión mayor, con una mayor fuga de la definición clara: "Sean quienes sean." Nos demuestran que aún vivimos en una España de miedo y de tabú. Y que hay, efectivamente, unos "poderes fácticos". La defensa que pueda hacer la UCD, con todos los respetos, no parece suficiente. Ni siquiera recomendable. ( ... )Puede decirse que al comenzar el año hay esta división de hecho en España: poderes nominales, poderes fácticos, partidos de oposición y calle. Con todas las subdivisiones y todos los matices propios de la confusión. Parece claro que el ideal sería que cada grupo representara realmente su papel real: la desaparición de los "poderes fácticos", la organización del poder en sus divisiones clásicas de legislativo, ejecutivo y judicial y la agrupación de "la calle" en los partidos políticos que la representen -como afiliados o simplemente como electores, con todo el derecho y hasta la obligación de cambiar de voto y de opinión según las opciones que se presenten en cada momento-, desde la derecha hasta la izquierda; y la no cesión por los partidos de sus prerrogativas ideológicas y de sus programas de sociedad y gobierno, si se dan cuenta de su verdadera responsabilidad en la organización de la democracia.»
7 enero
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