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Un juego tan antiguo como la propia civilización

Aparte de ser un misterio, el ajedrez es tan antiguo como nuestra propia civilización. Aunque se ha querido fijar su origen en la India, la realidad es que ningún país concreto puede adjudicarse su nacimiento. Se ha practicado en muchos lugares y bajo distintas culturas, tendiendo poco a poco a la unificación actual. Las reglas, las piezas o el mismo tablero han ido variando con el tiempo y sólo en su historia inicial se mantuvo una curiosa constante: el ajedrez estuvo relacionado de una forma u otra con la guerra. Era el pasatiempo preferido de los soldados entre batalla y batalla. En el fondo -ya en los tiempos que corren- el ajedrez es toda una guerra mental que, en muchos casos, como la famosa final Fischer-Spassky de 1971 o incluso la que se desarrolla estos días entre Korchnoi y Spassky en Belgrado, alcanza límites insospechados.Está mezcla entre misterio y guerra hace del ajedrez un juego demasiado avanzado, aunque no una ciencia en el sentido estricto de la palabra. Según el doctor Rey Ardid, siquiatra, gran jugador y analista de sistemas de juego, atrae porque se trata de una de las pocas actividades humanas que, siendo ligeramente superior a la capacidad intelectual del hombre, le permite a éste creer, aunque erróneamente, que algún día podrá llegar a dominarla. Si fuese un poco más dificíl o un poco más fácil no interesaría a nadie.

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Por todo ello es curioso que, al referirnos a grandes figuras del ajedrez mundial, en contados casos nos encontramos con personajes que triunfen en la vida real al margen de él.

Puntos más esenciales para el jugador de ajedrez, en todo caso, son la agresividad, la voluntad de vencer -en la que Korchnoi, como en tiempos lo fue el legendario Alekhine, es un ejemplo admirable- o la capacidad de concentración. Respecto a esto último los detalles pueden ser múltiples y, sin ir más lejos, está aún «caliente» la protesta del propio Korchrioi contra Spassky en su enfrentamiento de Belgrado. Este permanecerá demasiado tiempo junto a un marcador gigante indicativo para el público y comentando en alto las jugadas quizá para distraer a su rival.

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