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Reportaje:Ajedrez

Viktor Korchnoi, un apátrida que no está arrepentido

La central de sindicatos de Belgrado es, desde la última semana de noviembre, el escenario de la Final del Torneo de Candidatos al título mundial de ajedrez que posee el soviético Karpov. Juegan los dos grandes maestros internacionales, el también soviético Spassky, aunque viva en Francia, casado con una parisiense, y el apátrida, ex soviético, residente en Holanda, Viktor Korchnoi. Este último, un personaje increíble, disidente muy especial del Kremlin, aventaja claramente a su rival, que sólo ha ganado una partida, precisamente en los últimos días, cuando perdía ya por cuatro puntos. La final es a veinte partidas, pero ganará el primero que llegue a los 10,5 puntos, se hayan jugado las que se hayan jugado.El "mundillo de genios".

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Hablar con un ajedrecista de la categoría de Korchnoi y máxime en las circunstancias de tensión del momento era evidentemente difícil. Pero, sobre todo, entre enigmático y atrayente. La conversación transcurrió en su habitación del hotel, con la presencia del veterano gran maestro argentino Najdorf y en un ambiente de estudio interrumpido por unos instantes. A Korchnoi le asesoran los dos grandes maestros británicos Stein y Keen, así como el maestro judío soviético, nacionalizado israelí, Murray. La escena parecía entre surrealista y anormal. Quizá es que el «mundillo de genios» sea así. Korchnoi, todavía no repuesto del accidente de automóvil previo al match, contestó al saludo con la mano izquierda, y su cara con el poco pelo revuelto, reflejaba unos rasgos mitad de cansancio o somnolencia, mitad de tensión.

"En la URSS se me hacía la vida imposible"

«Hace siete años -comentó- en este mismo sitio se celebró un encuentro por equipos entre la URSS y el resto del mundo. Entonces, tanto Spassky como yo defendíamos a la URSS. Ahora él sigue defendiéndola, y yo al resto del mundo.» Korchnoi, que vive en Holanda exiliado, es apátrida. A causa de sus problemas prefirió dejar la URSS.

«Sólo fueron asuntos profesionales. Allí se me hacía la vida imposible.» Cabe recordar que Korchnoi perdió ante Spassky en su intento de alcanzar el título mundial en 1968 y también en 1974, frente a Karpov, su posible rival ahora, si consigue consumar el triunfo sobre Spassky. Precisamente, en su enfrentamiento con Karpov se confirmaron sus problemas. En la URSS no interesaba que ganara un jugador de más de cuarenta años, como Korchnoi, cuando Karpov, con poco más de veinte, era el más indicado para enfrentarse posteriormente al inefable Bobby Fischer en un match que luego no se llegó a celebrar. Petrossian, concretamente, derrotado por el ahora apátrida en semifinales -como este año-, fue uno de los principales «ejecutantes» de la campaña en grupo contra él. Se espiaron sus sistemas y sólo al final del enfrentamiento, cuando ya no podía ganar, alcanzó dos triunfos que dejaron la victoria de Karpov reducida a un punto de diferencia. El Gobierno soviético le vetó para jugar por unas declaraciones en las que denunciaba todos los hechos y tuvo que pedir asilo político en Holanda.

La revancha ante Karpov

Korchnoi, boxeador aficionado en su juventud y quizá por ello agresivo en el ajedrez, parece lógico que busque con ahínco, después de tantas vicisitudes, la revancha ante Karpov. Aunque quizá ninguno de los dos sean superiores al más excéntrico, pero genial, Bobby Fischer, Korchnoi le está ganando con claridad y, como se preveía, a Spassky, pese a los problemas suscitados últimamente. En su estilo analítico profundo, aunque anárquico y que le obliga en cada partida a trabajar al máximo, su afán de lucha es nota destacada. El detalle, por ejemplo, de rechazar unas tablas en la novena partida, aun con cuatro puntos de ventaja, porque consideró tener una pequeña ventaja, es sintomático de su pelea hasta que se agotan todas las posibilidades. De ahí que domine ampliamente ante un Spassky -sustituto de Fischer a última hora- con pocas novedades en las aperturas y tampoco bien preparado en los sistemas, como ya demostró ante Hort y Portisch en las eliminatorias anteriores.

Korchnoi, 46 años, «ciudadano del mundo», que viaja con su mujer y una secretaria, es otro de los hombres que han hecho del ajedrez su vida. En su caso, además, hay otros alicientes. Al preguntarle como despedida qué se sentía siendo apátrida, dijo: « Es difícil de expresar. Lo que sí puedo asegurarle es que no estoy arrepentido del paso dado. Lo volvería a hacer.»

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