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El caso de espionaje en Alemania empieza a comprometer a Schmidt

El último caso de espionaje que, mantiene en vilo al Ministerio de Defensa de Bonn ha empezado ya a comprometer al canciller. Helmut Schmidt, que al parecer conocía el caso con mayor profundidad que la sospechada en un principio, muestra reservas personales en torno del asunto.El pasado fin de semana, el jefe del Gobierno rechazó una vez más la posibilidad de dimisión de su ministro de Defensa, Leber, el más cercano ideológicamente, a posiciones democristianas de entre todos los del Gabinete y uno de los más desgastados (Leber es ministro desde hace once años). A pesar de esta aproximación ideológica, los democristianos le mantienen ahora bajo una constante presión, como posible factor desencadenante de una crisis con múltiples facetas. Esa crisis ya se ha insinuado hace unas semanas con la dimisión del ministro de Economía, Friederichs, que ahora ocupa un puesto de máxima responsabilidad en el Dresdner Bank.

Aparte de los ataques de la oposición democristiana, parece que el ministro y el canciller han incurrido en errores de procedimiento, tales como el informar exclusivamente a Gran Bretaña acerca de la identificación de los tres agentes de Alemania del Este en el Ministerio de Defensa, en lugar de hacerlo a toda la alianza atlántica, y el de minimizar los alcances de la acción de los tres espías.

La oposición atribuye a Leber un favoritismo extremo, que le habría llevado a cubrir la mayor parte de los 5.000 puestos de su departamento con militantes o simpatizantes incondicionales de la socialdemocracia. Precisamente el jefe de sección dimitido a raíz del suceso, Herbert Laabs, a cuyo servicio estaba la agente Lutze, había elaborado un detallado informe sobre las simpatías políticas de los distintos empleados del Ministerio.

Aunque la socialdemocracia ha calificado de «polémica barata» la que trata de fomentar la oposición, la figura de Leber parece dañada seriamente desde el punto de vista político según la oposición. Mien-tras se amontonaban en el despacho del ministro, durante trece meses, importantes documentos cuya lectura iba aplazando indefinidamente -ha dicho el portavoz cristianodemócrata, Marx- si tuvo tiempo para despedir a dos generales.

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