Importantes tensiones internas presiden el congreso de la socialdemocracia alemana
El Partido Socialdemócrata alemán comienza hoy, martes, el congreso más trascendental de su etapa en el poder, inaugurada hace ocho años. En Hamburgo, unos 2.000 delegados se enfrentarán al dilema «real-politik» o búsqueda de la identidad perdida. La delegación del Bajo Rin, ha concretado esta crisis de identidad: la socialdemocracia (SPD) alemana «ha convertido su política en un modo de luchar realistamente contra una crisis, olvidando su anterior política de compromiso con una línea de reformas».
La actitud inicial de los máximos dirigentes del SPD tampoco deja lugar a dudas sobre la tensión que dominará las sesiones de Hamburgo, que terminarán el próximo sábado. El presidente del partido, Willy Brandt, ha comentado que los delegados darán al canciller «lo que realmente necesita». La ambigüedad de la observación desaparece si se cuenta que Schmidt apenas si puede estar seguro de un respaldo cerrado a sus proyectos por parte de su partido.Continúa en pie la hipótesis de una nueva «gran coalición», posibilidad que depende de lo que digan Schrnidt y Wehner, jefe parlamentario del SPD y patrocinador de la anterior vinculación de su partido y de la Democracia Cristiana vigente entre 1966 y 1969. Ambos serán los oradores exclusivos en la jornada le mañana, miércoles, tras el primer día de congreso en el que tomarán la palabra Brandt y Koschnick, vicepresidente del partido.
La pregunta clave es si la socialdemocracia está dispuesta a continuar sus renuncias a las reformas político-sociales con tal de mantenerse en el poder o si prefiere regresar a la oposición.
La división interna alcanza a todos los puntos candentes. Tras la aceptación por los liberales y por la confederación de los sindicatos (DGB) de la construcción de centrales nucleares, parece lógico que el SPD no quiera quedarse en solitario. Esto llevaría a un distanciamiento de una buena parte de parlamentarios socialdemócratas que no aceptan la tesis.
El clima de la cumbre SPD de Hamburgo no será, desde luego, muy bonancible para el canciller Schmidt. Si por razones aún ignoradas llega a serlo, esto significará un giro de los socialdemócratas hacia posiciones netamente conservadoras.
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