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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Unificado y polivalente

NotarioUn reciente libro del profesor Pedro Luis Gomis plantea con rigor un fenómeno político que no es ajeno a ninguna democracia moderna, pero que entre nosotros cobra palpitante actualidad y. aún más, acuciante necesidad.

Bajo el algo enfático título de «Manifiesto del federalismo ideológico» plantea Gomis el tema de la Interrelación o alineación de toda una suerte de partidos políticos cuyas notas comunes podrían -creo que interpreto al autor- radicar en su base pluriciasista, en un talante liberal-demócrata y, en una voluntad -que no voluntarismo... «no sirve querer». como diría un castizo- de cambio social, por gradual, irreversible.

Una serie de datos incontrovertibles, tales como el de la adopción de¡ repertorio liberal por otros partidos y primordialmente por los de corte democrático y origen confesional (DC), la asunción por unos y otros de exigencias de un principio socializador no determinista y no estatificado, la fungibilidad de programas entre unos y otros partidos; el relativismo geográfico a cuyo tenor una etiqueta política resulta conservadora en un país y progresista en otro; la reacción popular -expresada, por ejemplo, entre nosotros, con el «voto útil»-, el tránsito de las ideologías cerradas a abiertas, etcétera, llevan a P. L. Gomis a plantear a bocajarro la pregunta inesquivable: «¿Por qué hay que elegir radicalmente entre los complementarios?»

Yo diría que siempre habrá que elegir -aun rechazando, que es un modo de elegir- entre lo complementario y lo afín, porque hay muchos políticos y muchos partidos dotados de un infatigable prurito de singularidad; pero, por buena voluntad que existiese, el problema no tiene arreglo sin un esfuerzo ideológico hacia un tratamiento en profundidad de las ideologías (y valga la redundancia): a esa necesidad atiende Gomis con su tesis del federalismo ideológico.

Veámoslo muy brevemente en sus líneas maestras: el federalismo ideológico seria una «forma de organización de ideologías», concurrentes o afines, dentro de un común campo de acción democrática.

Hay que distinguir esa nueva «forma» respecto de las «contraideologías» (efectivamente, no creo que nadie confunda la aportación de Gomis con esas coartadas crepusculares en defensa del oscurantismo mental y la iniquidad social a través del mito) y respecto de ciertas pretendidas «supraideologías» (como sería una tecnocracia dispuesta a ponerse los ropajes de todos los rnodelos), o respecto de unas «aideologías» u oportunismos convergentes para el disfrute del poder: todo esto no son más que sucedáneos, a la larga irrelevantes, de la política, que es busca y aproximación dialécticas a un tipo de sociedad intuído o previsto, y que e; fuente de nuevas formas de convivencia y creación sociales.

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En el federalismo ideológico no hay, escamoteo ni difuminación de las ideologías. sino expreso reconocimiento de las mismas. y es sólo a partir de ellas cuando el federalismo aporta una forma de organizarlas plural y encazinente.

La vía que Gomis propone para esta «forma» de coordinación sería, de menos a más, el pacto electoral, el pacto constitucional, el pacto mínimo de gobierno y, por último, el multipartido o, según la terminología de Gomis, partido federado.

Hace ver Gomis cómo esa tendencia se manifiesta crecientemente en Europa, cómo las internacionales clásicas renuncian progresivamente al nominalismo político, cómo, cuando no es así, la lucha entre los afines en el centro del espectro no hace sino reforzar la presión de los extremos, y hasta qué punto el Parlamento Europeo y su elección por sufragio directo constituye un desafío que obligará, en aras de la supervivencia, a tales uniones en la diversidad.

Ocioso es, pues, decir que Gomis remite su «prospectiva de presente» al ámbito europeo occidental y que los componentes del multipartido europeo serían liberales, demócrata-cristianos y socialdemócratas.

Pero no será tan ocioso añadir, para el lector inclinado a ver oportunismo donde no hay si no oportunidad, que la entrega del original de este libro es de 31 de mayo de este año y que, celebradas las elecciones del 15 de junio, Gomis incorporó una «addenda» donde, al menos en aquellas fechas, precisamente, mostraba sus reservas a aplicar el esquema de su texto a (UCD).

Hoy, pasados unos meses de las elecciones, la coalición UCD, convertida en partido inscrito como tal en el Registro de Asociaciones Políticas, subsistentes no obstante y por una peculiaridad de nuestro incipiente derecho partidario, los antiguos partidos integrantes, y a la vista de un congreso que cabría llamar -sin ironías- reconstituyente, parece obligado referir la teoría de la federación ideológica al caso del partido gubernamental español.

Vaya por delante mi resistencia a aplicar la idea del «Foedus» a la formación de un partido, no en lo relativo a su organización territorial, pero sí en lo que atañe a su ideología.

El federalismo es, a mi entender, un tertius genus que, junto a la confrontación y la transacción, completa la trilogía del tratamiento para todo conflicto social.

Su esencia consistiría en el equilibrio de fuerzas antagónicas mediante su acoplamiento a órganos escalonados de poder según la respectiva esfera de competencia. Este proceso singularísimo de transmutación de fuerzas a funciones es concebible -y aprovechable- para resolver problemas de organización regional o nacionalista, corporativo-sectorial, empresarial, etcétera...

A una «federalización de todos los poderes», entre otras cosas para relativizarlos todos, he apelado Yo a menudo.

Pero las ideologías, proyectos de vida social. no parecen federalizables. No se trata de poderes. Se trata de valores.

Lo que se da en el multipartido es, o una osmosis voluntaria, o una sedimentación histórica, de una serie de valores, procedentes de las Ideologías componentes: el valor libertad de los liberales accede al personalista comunitario de los demócrata-cristianos y ambos a la socialización gradual de los socialdemócratas.

Es de advertir, a este respecto, que una razón de justicia obliga a reconocer una vía socialdemócrata de origen muy distinto y anterior a la componente de los multipartidos «centristas»: la que a partir de análisis marxianos -¿quién no participa, por otra parte, de ellos?- con raíces en Lasalle y Bernstein, desde el congreso de Ginebra sigue una disciplina socialista dentro de la II Internacional, y culmina en Bad Godesberg con el socialismo de mercado del SPD y otros homólogos europeos.

Pero el justo reconocimiento de una primogenitura no tiene por qué obligar a otras corrientes, de distinto origen y exentas de disciplina internacional, a inhibirse en su voluntad de un recorrido que puede converger en los resultados.

Eso es lo importante: la convergencia en el tratamiento y solución de los problemas a partir de unas ideologías que, por complementarias, deben unirse para formar un tipo de partido que, más que federado, cabría calificar, como si del bachillerato se tratase, de «unificado y polivalente».

Hechas las anteriores salvedades, creo que hay que atender al «manifiesto» de Gomis, porque, a las razones por él expuestas, cabe añadir que en la España de hoy, la cristalización de UCD corno multipartido -pluralidad de valores, unidad de organización- viene impuesta por la existencia de un electorado masivo, por la necesidad de una disciplina parlamentaria, por la previsibilidad de una decantación de dos tendencias intrapartido -una más conservadora y otra más avanzada- (fenómeno estudiado por Lucas Verdú y común a todos los partidos de corte democrático) que van a sustituir en UCD las diferencias de etiquetado originario.

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