La muerte de Carole Wilkinson incrementa la campana contra las violaciones

Carole Wilkinson tuvo que morir ayer a los veinte años porque la medicina no tuvo más alternativa que permitirle la muerte. Sus padres y su novio estuvieron de acuerdo con los médicos y de madrugada le fueron retirados los aparatos que la ayudaban a vivir artificialmente, desde que fue atacada por un hombre que la violó y la golpeó salvajemente.
Carole era una empleada de panadería, en el pueblo inglés de Bradford. El hombre que la atacó está siendo buscado por la policía no sólo por el asesinato de la señorita Wilkinson, sino porque ha violado y dañado menos gravemente a otra joven de la zona.La policía lo busca por asesinato, porque Carole, Wilkinson fue dada por clínicamente muerta por su propio atacante, que la abandonó inconsciente poco después de violarla y golpearla cuando Carole se trasladaba a su trabajo por la mañana.
La policía cree que es un maniático drogadicto. La policía ha explicado la decisión de dejarla morir. Habían sido tomadas todas las medidas científicas que podían garantizar que podía haber otras alternativas. No las hubo. Desde el punto de vista legal no ha habido tampoco impedimento alguno para que los médicos llevaran a efecto el acuerdo de la familia y el propio equipo médico y policíaco.
La muerte de Carole Wilkinson contribuye en Gran Bretaña incrementar dos polémicas, una científica y moral y otra de carácter social. La primera se refiere a la conveniencia de practicar la eutanasia en casos en que científicamente es obvio que el paciente no puede volver en sí. Aunque en el caso de la señorita Wilkinson no se habla de eutanasia, parece claro que del mismo modo que la ciencia médica pudo haberla mantenida en vida artificial indefinidamente, existía también la alternativa de pedir a los familiares si en su opinión esa era la decisión más conveniente.
La otra cuestión se refiere a la actitud que toma la sociedad con respecto a los responsables de violación de mujeres. Las que han sido víctimas de ataques sexuales piden que los magistrados, la mayor parte de los cuales son hombres, tomen en cuenta los daños síquicos que a una mujer le causa la violación. En una ocasión reciente en que un juez sugirió que muchas veces era imposible para un hombre establecer si una mujer consiente o no tener relaciones sexuales con él, hubo manifestaciones en Londres en las que algunas pancartas decían: Se está a punto de imprimir una licencia para violar.
El caso de Carole Wilkinson le da un motivo más para pedir una legislación más drástica contra los atacantes a quienes se ocupan de la campaña contra la violación.
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