Juan Carlos I,
el Rey, resultó ser el motorista que recogió a un autoestopista en la cuesta de las Perdices. El chico se había que dado sin gasolina y, cuando pidió socorro, otro motorista, con la cara cubierta por el casco, le recogió de paquete en su Bultaco y le llevó hasta la gasolinera más próxima. Sólo cuando se levantó el casco, para ofrecerle el viaje de vueIta hasta su propio vehículo, el muchacho supo que se trataba del Rey.
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