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Un tono neutralista marcó la intervención española en la Conferencia de Belgrado

Tras un discurse, moderado y con un cierto tono neutralista del español, y un enfrentamiento entre los delegados de Grecia y Turquía a propósito de Chipre, el proceso inaugural de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), iniciado el martes pasado en Belgrado, culminó ayer con la intervención de los embajadores de la Unión Soviética y de Estados Unidos. Como se esperaba, ambos pusieron de manifiesto posiciones contrarias, pero también subrayaron su intención de evitar un rompimiento.

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ENVIADO ESPECIAL, Al cabo de la sesión plenaria de la tarde de ayer el jefe de la delegación soviética, Yuri Vorostsov, manifestó que se sentía «optimista» respecto del curso de la reunión. El portavoz de España, Juan Luis Pan de Soraluce, indicó también que, aunque son de prever tensiones y polémicas en las próximas sesiones (no públicas), «la Conferencia concluirá seguramente en diciembre sin rupturas definitivas, e incluso con algunos progresos».El delegado de Estados Unidos, señor Arthur Goldberg, también expresó su «confianza en el normal desarrollo de las deliberaciones de Belgrado, que no pondrán término -añadió- al trabajo iniciado en Helsinki». Goldberg dedicó la totalidad de su discurso al problema de los derechos humanos, pero reiteró que su país no desea una «confrontación» en esta asamblea. Su homólogo soviético apenas se refirió al tema e insistió, por el contrario, en la necesidad de preservar la distensión internacional. Poco antes del debate, el general Grigorenko, figura destacada de la disidencia soviética, hizo en la URSS un llamamiento a los, países occidentales representados en Belgrado para que no admitan el concepto, constantemente repetido por Moscú, de que una discusión sobre la situación de los derechos humanos en el Este equivale a una injerencia en los asustos internos de Estados soberanos.

La posición española

«El ordenamiento interno de mi país -dijo Pan de Soraluce en su discurso- ha conocido cambios profundos desde que se firmó el acta final de Helsinki, en agosto de 1975. Esta nueva España democrática tiene también una nueva dimensión internacional, reflejada por el establecimiento de relaciones diplomáticas con la gran mayoría de aquellos países con los que, por razones que pertenecen al pasado, hasta fecha reciente no existían.»El embajador español describió luego los «conceptos contrapuestos» del Este y del Oeste, y afirmó: «España está profundamente persuadida de que los derechos humanos no admiten compartimentación alguna y que su pleno respeto tiene que traducirse en la afirmación conjunta de los valores de libertad y justicia, y que esta última prosperará en un ámbito de libertad y sólo en un ámbito de libertad.»

Pan de Soraluce no habló, sin embargo, de las violaciones de las libertades civiles registradas últimamente en diversos países. Destacó, sí, la inquietud de Madrid ante la carrera armamentista, y expresó que «la seguridad especialmente referida a problemas regionales no puede ser materia a resolver exclusivamente por las grandes potencias». Este punto de vista encaja perfectamente con el de Yugoslavia y otras naciones «neutrales» de Europa. Subrayó además que en esta conferencia deben examinarse las relaciones Norte-Sur, entre países industrializados y subdesarrollados, y estudiarse el panorama de seguridad y de divergencias en la zona del Mediterráneo, para lo cual -agregó es imprescindible la presencia en Belgrado de los Estados ribereños de la cuenca.

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Diálogo de sordos

El evidente propósito de mantener con vida el «espíritu de Helsinki» no excluye el hecho de que en Belgrado, parece haberse iniciado ya un diálogo de sordos. Mientras Goldberg reiteraba ayer que sin derechos humanos la distensión resultará poco menos que imposible, Vorostsov insinuó que «ciertos círculos occidentales intentan vulnerar la distensión. »Por si fuera poco, los países «pequeños» tampoco se muestran dispuestos a olvidar sus rencillas.

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