Crece la campaña vecinal favor de viviendas unifamiliares
La ordenanza cuarta, grado tercero, del Ayuntamiento de Madrid sobre cambio de normas para viviendas unifamiliares es la auténtica protagonista de la actividad madrileña en estos días. Rara vez un tema de urbanismo había despertado el interés de vecinos, arquitectos, sociólogos e incluso Radiotelevisión Española que en su espacio informativo de las tres de la tarde del pasado domingo se hizo eco del affaire de los hotelitos y entrevistó a los señores Arespacochaga y Barriga, alcalde y gerente de urbanismo de esta ciudad, respectivamente, quienes reiteraron su intención de «no lesionar en absoluto los intereses de los vecinos».Cabe hablar más de las posibles consecuencias de un cambio urbanístico en las colonias de viviendas unifamiliares, sustituidas por edificios de varias alturas. El periódico británico Sunday Times publicó el pasado día 11 de septiembre un artículo en el que se estudian las consecuencias de vivir en lo que ellos denominan calles verticales. Dice el Sunday Times que lo que un día parecía ser la solución a los problemas de los suburbios superpoblados, las calles verticales, ha resultado ser un perfil difuminado de rascacielos que se pueden ver por todas partes, sucias, vandalizadas, detestadas por la mayoría de sus habitantes; monumentos a la miopía de los expertos, que no supieron preve las consecuencias de una política contribuyeron a respaldar.
«La mayoría de las veces, dice el periódico británico, es muy fácill olvidar en qué medida han contribuido éstos a la frustración y desesperación de sus habitantes. Hace unos días una joven madre de Birmingham cogió a su hijo de dos años en brazos, se asomó a la ventana del piso de una habitación en la que vivía desde hacía tres años y se arrojó al vacío. Su marido declaró en el juzgado que durante los últimos meses se sentía en casa como en una prision y, sin embargo, su depresión es mucho más común de lo que pudiera pensarse.»
Cuando se vive en un quinto o sexto piso, continúa el Sunday Times y se depende de un ascensor, sobre todo si hay niños pequeños, este sentimiento de frustración crece. Existen miedos diversos: a las ventanas, a la escaleta, a las terrazas; miedo a que se pierdan los niños desde la casa al lejano parque de juegos, a los exhibicionistas, miedo a que los vecinos protesten por el ruido normal que produce una familia.
"Las depresiones nerviosas, concluye el artículo, enfermedades respiratorias y el «stress» de habitantes de calles verticales, superan con mucho al experimentado por las familias que viven en viviendas independientes, por modestas que sean. No obstante parece haber una conspiración nacional para ignorar las pirámides de complejos problemas sociales. El Ministerio de Medio Ambiente publicó un informe hace dos años en el que aparecía claro que tal forma de vivir podía dañar a la salud mental; sin embargo no se ha hecho nada. Los diseñadores de estas auténticas celdas deberían, por lo menos, dotara sus habitantes de alguna esperanza para el futuro."
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