Derrota esperanzadora del Atlético en Bucarest
El Atlético, con un juego inferior al que cabía esperar y sin suerte en los trances decisivos del partido, perdió ante un rival al que hay que considerar marcadarnente inferior a él. No sólo perdió el encuentro, sino también dos valiosos jugadores (Pereira y Robi) para el partido de vuelta. Ambos fueron expulsados poco antes del final, como consecuencia de una tumultuosa jugada.El Dinamo se manifestó como un equipo de posibilidades limitadas. Su ataque, con dos extremos clásicos pegados a las bandas y la constante amenaza de Georgescu. acreditadísimo goleador en el centro, no presentaba ninguna fórmula tácita especial. La media, trabajadora, sólo apuntaba auténtica calidad en las acciones de Custov, un zurdo con excelentes condiciones para la construcción de juego. Sus compañeros Matescu, Marin y el lateral Cheran (casi siempre centrocampistas) eran hombres de fuerza, pero sin. rasgos técnicos destacados.
Este fútbol simple sólo se hacía peligroso por el lado derecho donde el joven Talmar podía siempre con Capón. que pasó una tarde amarga ante la habilidad de su rival. Pero el Dinamo no supo ni tan siquiera aprovechar ese boquete porque no entregó a Talmar todo el juego aconsejable en esas condiciones.
Queda sentado, pues, que el Dinamo no mostró en el ataque nada que permita considerarle como un equipo de alto nivel. En lo que respecta a la defensa, aún pareció peor: cuando esta línea fue puesta a prueba, mostró grandes deficiencias de colocación. Antes de los cinco minutos de juego, cuando aún losiugadores se asentaban en el campo, un agujero en el sistema defensivo rumano daba lugar a un fallo clamoroso de Ayala, que envió a las manos del meta contrario un balón claro de gol. Diez minutos después, un fallido e innecesario regate de Pereira cerca de su área facilitó a Vrinceanu el primer gol del partido. Fueron dos desgracias en sendos trances. El Atlético, que hasta entonces se estaba moviendo con cierta soltura, se descompuso algo y ofreció durante bastantes minutos una pobre imagen. El Dinamo, fuerte y con fe, apretó bastante, y de haber sido un equipo con una calidad individual superior, hubiera puesto en aprietos a Reina, pero su fútbol de ataque no pasó de disparos lejanos que siempre iban fuera.
La lesión de Marcial, extrañamente, vino a mejorar algo las cosas, no porque él fuera culpable de nada, sino porque su sustituto, Alberto, dotó al equipo de una tranquilidad que hacía falta. Así, y hasta el descanso y después dé él, el Atlético tuvo desde la entrada de Alberto otro aire. No llegó ajugar realmente bien, pero sí mostró durante bastantes minutos el necesarl o aplomo en el centro del campo y su conocida facilidad en el contraataque. Pereira, en el minuto doce del segundo tiempo, conseguía desquitarse de su fallo anterior y marcar el gol del empate tras una rápida jugada de contragolpe.
El Dinamo no se desconcertó e insistió en su fútbol tenaz, buscando su suerte. Introdujo un hombre de refresco, Maldovan, que sustituyó a Mataescu. El Atlético se cerró quizá demasiado y buscó en el contraataque la forma de mejorar el resultado. Tuvo ocasiones, pero no acertó. Sí lo hizo, sin embargo. Georgescu, al rematar bien a la salida de un córner (que no había sido tal) lanzado por Talmar.
Luego, todo siguió igual. con un Atlético acertado sólo a medias hasta el incidente final. Robi fue bien expulsado, y Pereira, por querer hablar excesivamente con el árbitro, fue expulsado también. El colegiado estaba nervioso y Pereira fue un imprudente. En definitiva, el Atlético se encontraba con que había perdido no sólo el encuentro, sino también dos valiosos jugadores para el partido de vuelta.
Difícil papeleta, pues, se le presenta al Atlético de Madrid para el partido de vuelta, ya que se dan por seguras las suspensiones que recaerán sobre sus dos jugadores expulsados. En efecto, en esos momentos volvió el recuerdo del famoso compatriota del árbitro turco, de todos conocido, llamado Babacan, y que hizo de las, suyas con el equipo español en Glasgow, en un partido contra el Celtic y que le supuso al Atlético de Madrid la sanción económica más fuerte que hasta entonces había impuesto la UEFA, además de los partidos de suspensión.
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