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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Política socialista y coyuntura económica

Catedrático de Hacienda PúblicaLa conveniencia de consolidar la democracia parlamentaria ha creado un campo de coincidencia entre los socialistas y el Gobierno, en cuanto a los objetivos de política económica encaminada a superar la crisis.

Pero, junto a esta coincidencia, coexisten importantes diferencias tanto de tipo teórico como práctico, derivadas de diferentes ideologías y concepciones de la economía política.

Algunas de estas diferencias son analizadas comentando el plan económico del Gobierno, resumido en cinco proposiciones.

- Fase de estabilización. Los salarios monetarios crecen por debajo de los precios, frenando la inflación, La disminución de los salarios reales permite el aumento de los beneficios de las empresas.

- Fase de posible expansión. Frenada la inflación, los mayores beneficios se invierten y «automáticamente» se reanuda el crecimiento económico y disminuye el paro. Cabe el apoyo de una política coyuntural expansiva.

- Plan de inversión pública para mitigar de inmediato el paro en las regiones deprimidas.

- Reforma fiscal y del sistema financiero, que junto con la devaluación, reestablecen los equilibrios del sector público, del sector exterior y de la banca.

- Aspecto ideológico. Fe en la libre empresa y en el mercado libre como director del sistema económico.

Comentario al punto primero

La disminución de los salarios reales puede ser tema conflictivo y difícil y condicionar la viabilidad del plan. Los socialistas están comprometidos a defender, incluso duramente, los intereses de las clases populares y trabajadoras.

Comentario al punto segundo

No hay ninguna razón concluyente para creer que después de los sacrificios de la fase de estabilización, se reemprenda un período de crecimiento económico ni «automáticamente», ni con apoyo de una política keynesiana expansiva.

La experiencia británica nos muestra un período de estancamiento de diez años, con varias deflaciones que no fueron seguidas de recuperaciones del crecimiento.

No cabe descartar la posibilidad que la economía española, que ha estado estancada cuatro años, continúe así durante algunos años más, a pesar de los esfuerzos del Gobierno.

La economía política keynesiana se encuentra perpleja ante esta posibilidad (crisis del keynesianismo).

El keinesianismo ha mostrado su validez mientras el sistema económico ha mantenido altas tasas de crecimiento, haciendo compatible incrementos de salarios reales y altas tasas de beneficio.

Pero en las situaciones actuales de estancamiento (con o sin inflación) la política económica keynesiana se muestra insuficiente, contradictoria o ambas cosas a la vez. La inversión se para por la caída global de la tasa de beneficios en el sistema capitalista.

Ante esta crisis teórica se han arbitrado dos líneas de soluciones, que, sin matizarlas, son:

- Política pre-keynesiana, después de Keynes, que reelabora la ortodoxia liberal de los años treinta. Iniciada por los economistas conservadores anglosajones, ha sido propiciada por la banca española. Parece inspirar, en sus líneas generales, la política del Gobierno.

El neoliberalismo recae en la falacia ya denunciada en la «teoría general»: En una situación de paro, la disminución de salarios reales disminuye también la demanda efectiva, y con ello desanima (en lugar de apoyar) el proceso de inversión.

No considera posible que el proceso de inversión y crecimiento, cuando comienza, sea rápidamente bloqueado por desajustes estructurales.

Este es el caso de España. En cuanto la tasa de crecimiento se acerca hacia el 3 %, los déficit de la balanza de pagos son de dificil financiación y bloquean el crecimiento ulterior.

- Política estructural. Defendida desde diferentes posiciones teóricas e ideológicas, afirma que la superación del estancamiento requiere reformas estructurales.

Su metodología consiste en separar el estudio de las causas de la inflación y las causas que bloquean el crecimiento para actuar enérgicamente sobre estas últimas.

La pregunta relevante para este enfoque es: ¿por qué la economía española ha crecido a tasas tan bajas en los últimos años?

Al margen de respuestas superficiales (incertidumbre, inflación, falta de inversión, son consecuencias y no causas de la baja tasa de crecimiento) se ensaya una descripción de otra respuesta.

El crecimiento económico español ha sido en los últimos veinte años intenso, pero su carácter dependiente y desequilibrado ha bloqueado sus posibilidades de proseguir por la misma senda.

Efectivamente. En las dos últimas décadas la economía española ha crecido impulsada en parte por el capital y la tecnología multinacional (crecimiento dependiente),en sectores como el automóvil, electrodomésticos, productos químicos y petroquímicos, fármacos, industria alimentaria y turismo, entre otros.

También ha recibido un fuerte impulso de la combinación banca-empresa pública, en sectores como: grandes buques, obras públicas, energía eléctrica y comunicaciones, metales y sus transformados, viviendas medias y barrios dormitorios, urbanizaciones turísticas, etcétera.

Este crecimiento tan espectacular comenzaba ya a dar síntomas de desaceleración en 1973, cuando la crisis de la energía lo convirtió en inviable al incrementar el desequilibrio normal de toda economía dependiente en su balanza de pagos. (Problema del nuevo modelo de crecimiento.)

Aunque todos estos sectores pueden absorber capital (debido a sus necesarias reestructuraciones) poserán en el futuro los sectores punta que permitan crecer a la economía española.

Estos sectores punta hay que buscarlos entre aquellas industrias con posibilidad de integración internacional, que permitan equilibrar la balanza de pagos. Ejemplos los podemos tener en la electrónica, el calzado, cierto tipo de maquinaria, las conservas y la agricultura de exportación.

Otro rasgo importante del crecimiento español ha sido su carácter desequilibrado. Sectores importantes: la agricultura, la ganadería, los servicios (enseñanza, urbanismo, vivienda, sanidad) quedaron rezagados. Deberá en el futuro atenderse a su recuperación.

Tanto los sectores potenciables como los rezagados necesitan reformas estructurales para potenciar su crecimiento.

Una reforma fiscal y del sistema financiero (no quizá exactamente igual a las propuestas por el Gobierno) son necesarias para todos los sectores.

En los sectores retrasados, es importante la reforma agraria y también la de la administración del suelo urbano.

En los sectores punta podría darse nuevo marco legal a la empresa pública y a las empresas multinacionales y desarrollar una política práctica de investigación que asegurara un mínimo de tecnología propia, así como una política comercial exterior más decidida.

Comentario al punto cuarto

El equipo del profesor Fuentes Quintana y varios ministros del Gobierno han planteado varias de las reformas expuestas (no todas), en un marco distinto al socialista.

El socialismo no sólo pretende equilibrar el sector público y el sector exterior. Pretende que la economía-española comience una nueva fase de desarrollo económico, que permita erradicar el paro, y aumentar el nivel de vida de los trabajadores.

También pretende una transformación profunda de la sociedad capitalista. La profundidad de las reformas depende en cada momento de la correlación de fuerzas políticas democráticas.

Las reformas expuestas, de carácter social-demócrata, podrían ser emprendidas por el Gobierno actual, ya que gozan de un gran apoyo popular.

Pero, a pesar de la tenacidad de algunos ministros que comprenden su necesidad, parece que el capitalismo tradicional español y los beneficiarios económicos del franquismo no están dispuestos a renunciar a su influencia social.

Toda reforma estructural es al mismo tiempo una reforma del poder económico y político, y una transformación de la sociedad.

Veinte años de hegemonía política son difíciles de superar. Por esta razón, estas reformas social-demócratas seguramente necesitarían de un Gobierno distanciado de la derecha española para poder realizarse.

Comentario al punto quinto

Los socialistas estamos muy lejos de sentir el entusiasmo del Gobierno por la «economía de mercado».

El mercado es un método eficaz de comunicación social que evita innecesarias burocratizaciones de la sociedad, pero no es una panacea universal, ni el compendio de todos los bienes.

En particular, el mercado capitalista es una organización que perpetúa las desigualdades en la distribución del poder económico, de la riqueza y de la renta y que se muestra ineficaz en la determinación correcta de los macro-equilibrios del sistema económico (inversión-consumo-ocupación, balanza de pagos) creando fuertes desequilibrios, dificilmente evitables en el capitalismo, que son concausas de las crisis periódicas que padece.

Los resultados del mercado son patentes en la actualidad. Más de medio millón de parados, un prolongado estancamiento, la tasa de inflación más elevada de Europa, evasión de capitales monetarios con fines especulativos, especulación del suelo y crisis de la balanza de pagos, con fuerte endeudamiento exterior.

La situación de la economía española se parece mucho a lo que un gran economista socialista del siglo pasado denominaba «anarquía del capitalismo».

El proceso de crecimiento de la economía española está falto de cualquier control. No existe una perspectiva clara de cuál debería ser el desarrollo de la economía española en los próximos años. En consecuencia, la política coyuntural es confusa, falta de coordinación y sin metas definidas a largo plazo.

La solución socialista a estos problemas es la planificación de la economía, tanto en una economía socialista como en una capitalista.

Una planificación que en España huya de la tecnocracia que la instrumentó políticamente y que sea democrática para que el pueblo español controle conscientemente las decisiones básicas de su futuro y no se vea dominado por los grandes monopolios internacionales, bajo la etiqueta de mercado libre, pero también ciego e irresponsable.

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