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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un pacto necesario, hoy imposible

ESTA SEMANA continuarán las reuniones entre el Gobierno, las centrales sindicales y las organizaciones patronales Del desarrollo y resultado de estas negociaciones depende no solamente el futuro inmediato de la situación económica y social española, sino su porvenir político también. Hasta el momento no ha habido ninguna reunión tripartita; los representantes del Gobierno se han reunido por una parte con los de las principales centrales sindicales, y después con los de las organizaciones empresariales. Los contactos han tenido carácter infórmativo: no ha habido negociación piopiamente dicha, sino un diálogo que los pesimistas califican de intercambio de monólogos.Ni el Gobierno solo, ni los trabajadores, ni los empresarios, cada uno por su lado, tienen capacidad suficiente para resolver la crisis nacional en solitario. Es preciso, pues, algún tipo de pacto que permita, cuándo menos, el impulso inicial para salir del actual bache.

Cada una de las partes que participan en este diálogo tiene unos objetivos propios. El del Gobierno es sobre todo la resolución de. la crisis etonómica, con una prioridad máxima: la lucha contra la inflación. Prioridad tan absoluta que el Gabinete se muestra dispuesto incluso a afrontar los riesgos de descontento político y social que pueda provocar un aumento del desempleo. El Gobierno pretende utilizar en su política antiinflacionista cuatro instrumentos: la política monetaria -con reducción de los créditos y de la -liquidez fiscal para conseguir mayores ingresos para el Estado-, el control de algunos precios precios y la limitación del crecimiento salarial -donde aspira a fijar unos niveles de crecimiento máximos de un 17%- La inflación, en 1977, llegará oficialmente a un 25 ó 26%. El objetivo gubernamental para 1978 intenta reducirla a un 15 ó 17%.

Pero las otras partes que intervienen en el diálogo tienen diferentes planteamientos. Para las centrales sindicales hay que resolver de manera previa otros problemas, antes de hablar del nivel soportable de paro y del control de los salarios. Ya existe la libertad de afiliación sindical, pero no todavía de actuación. Y ni siquiera contamos con una regulación democrática del derecho de huelga. Todas ellas son exigencias inme diatas de los representantes de los trábajadores. También piden una limitación al máximo del despido, amnistía laboral total, resolución del futuro del patrimonio sindical e intervención en la gestión de la Seguridad Social.

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Los empresarios están de acuerdo con la libertad de. acción sindical déntro de las empresas -a las tres partes les conviene la existencia de unos sindicatos fuerte y totalmente representativos- pero claman por la flexibilización de plantillas -despido libre-, incentivos a la productividad, moratoria fiscal y que no se cierren los créditos ni se reduzca la liquidez bancaria.

Cada parte; además. maneja sus propias armas. El abstdricionismo en las inversiones por parte de los empresarios, los decretos leyes por la del Gobierno, el «citoño calientex, de los sindicatos. Pero también a todos conviene el saneamiento absoluto de las cuentas del Estado, la reforma en profundidad de la infraestructura de la Administración, y la extensión en la medida de lo posible del control de precios. Parece inconcebible, sin embargo, que las reuniones hayan comenzado sin resolver previamente algunas cuestiones flagrantes. La devolución del patrimonio sindical incautado en el 39, la decisión sobre el usufructo del resto y la fijación de la fecha de las elecciones sindicales, eran cosas que el Gobierno podía y debía haber abordado antes. Lo mismo que haber reducido las cargas de la Seguridad Social para acercarlas a los modelos que soportan los países occidentales.

Hablar del pacto social es una hermosa y ambigua utopía, en un País que se lleva la palma en desequilibrios entre, todas las naciones industrializadas europeas. Gran Bretaña lo consiguió precariamente con una tradición democrática de siglos, un Gobierno laborista y el esfuerzo comprensivo de todos los estratos sociales, no sólo de la clase trabajadora. Así obtuvo la reducción de la inflación, el fortalecimiento de la libra y la mejora de los desequilibrios externos. Pero la fórmula parece inalcanzable en España a corto y medio plazo. Si es así, cada una de las partes implicadas deberá hacer un poderoso esfuerzo de imaginación, que ha de pasar por una información absolutamente veraz sobre la situación económica y por la necesidad de que todos estén dispuestos a ceder. Cada uno debe tener clara la frontera entre lo irrenunciable y lo negociable, pues se necesita llegar a un compromiso realista, para ahora mismo, aunqúé sea transitorio.

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