El último Marx ha muerto
«Llegado de la nada a la más absoluta miseria», pero con más de dos millones de dólares en su cuenta corriente, Groucho Marx, el tercero de los Marx Brothers, el más escéptico y corrosivo de los humoristas de la historia del cine, ha muerto, aquejado de una vulgar neumonía, en un aséptico hospital de Los Angeles. Groucho había deslizado una de sus célebres boutadas, con motivo de su 85 aniversario: «Es una edad divertida, dispongo de una excelente salud en todos los aspectos salvo en el mental que es el que menos importa», la verdad es que este último año de su vida estuvo salpicado por el escándalo. Los familiares de Groucho se querellaron contra su última compañera, la ex actriz Erin Fleming, a quien acusaban de tener sometido al anciano humorista, administrándole fuertes dosis de tranquilizantes y maltratándole con frecuencia. Erin Fleming última mujer en la ajetreada vida de Groucho, estaba a su lado en sus postreros momentos, aunque en el instante de su muerte había salido a respirar aIgo de aire fresco.Con sus ojos saltones brincando tras cualquier silueta femenina, su puro, su bigote pintado y sus grotescos andares, Groucho Marx pasó por la vida como una perenne y escéptica pirueta, trastocando cualquier escala de valores al uso en el modo de vida americano con una frase lapidaria, cáustica e ingeniosa lanzada tras los cristales de sus gafas. Groucho, el único de los hermanos que permaneció en activo,tras la desaparición del famoso trío. Formado y guiado por. su activa madre en el mundo de las varietés, Groucho había acabado convertido en leyenda, acumulando honores y distinciones hasta llegar al Oscar en 1974 (¿Usted cre que me darán diez dólares por él? comentó a un reportero de la TV mostrándole la codiciada estatuilla).
Su peculiar y destructor ingenio ha quedado plasmado a lo largo de sus obras literarias. Memorias, cartas y confesiones publicadas en Groucho y yo, Memorias de un amante sarnoso o Las cartas, de Groucho Marx, su último libro editado en España recogiendo una versátil y extensa correspondencia cuyos originales se encuentran en la biblioteca del Congreso USA para el estudio de sus múltiples admiradores, imitadores y seguidores que conforman una legión que en mayo del 68 adoptara la denominación de Internacional Marxista (tendencia Groucho) en un graffiti callejero que rendía homenaje al inefable vitriolo verbal que Groucho destilaba en cada una de sus apanciones.
Humor sin limites
El humor de Groucho nunca aceptó límites ni trabas, su descaro obvió siempre cualquier tipo de ofensa y, así por ejemplo, cuando en una sociedad recreativa norteamericana se prohibió la entrada de sus hijos en la piscina por su origen judío, Groucho respondió impasible: «¿No podrían crear una categoría de socios que sólo se bañaran de medio cuerpo?». La capacidad de respuesta de Groucho, su afición a trabar contacto con extraños (sí eran chicas siempre dejaban de ser extrañas inmediatamente, comenta Arthur Seekman) y sus paseos en bicicleta para ir. al supermercado seguían manteniendo activo al anciano actor que, apartado del espectáculo a causa de, la edad, había convertido su re sidencia de Beverly Hills, en una continua y ajetreada fiesta para delicia y, a veces escarnio, de sus comensales.
Groucho, que reconocía admirar a Woody Allen entre los cómicos actuales, comenzó, según su propia boutade, a escribir sus libros aprovechando los intervalos que su mujer (cualquiera de sus tres esposas legales) utilizaba para vestirse y arreglarse antes de salir «Si mi mujer hubiera salido completamente desnuda, este libro nunca hubiera llegado a escribirse»,comentaba en un prólogo. Entre las cartas más célebres de este maestro del nonsense figura la escrita a los hermanos Warner (Warner Brothers) a propósito del pleito suscitado por esta productora por la utilización de la palabra Casablanca en uno de los filmes de los hermanos; Groucho contraatacaba tras haber mostrado su escepticismo ante la posibilidad de confusión entre Ingrid Bergman y él o Humphrey Bogart y Harpo, replicando que los hermanos Marx eran brothers mucho antes de que los hermanos Warner utilizaran tal dedominación y amenazado con un demencial pleito de réplica a la Warner cuyo departamento jurídico cayó en el más absoluto de los marasmos gracias a la demencial correspondencia de Groucho que incluía estrambóticas sinopsis argumentales de Una noche en Casablanca.
El último papel cinematográfico del hermano Groucho fue para una película de Preminger, Skiddoo, en la que interpretaba el papel de Dios, esto era en 1969, luego sus fallos de memoria y los achaques de su edad le retiraron definitivamente del cine aunque, de vez en cuando, en sus apariciones públicas seguía haciendo gala de su peculiar sarcasmo. En 1974, en el Festival de Cannes en el que fue homenajeado y agasajado, Groucho pronunció una de sus últimas boutades, cuando el director del certamen le iba a imponer la medalla de Comendador de las Artes y las Letras y pronunciaba la frase: « En nombre del ministro de Educación ... » Groucho interrumpió con aire fatigado: ¿Puedo irme a dormir ya? Dos años más tarde, Groucho duerme definitivamente; su última compañera Erin Fleming ha acuñado una frase para la posteridad «Groucho está durmiendo tranquilamente. En paz. Ha decidido echarse una siesta y dejar que sus ojos descansen durante los próximos siglos». Sin embargo, quizás la mejor despedida de Groucho fuera aquella breve carta con la que renuncio en una ocasión a hacerse miembro de un club hollywodense. «Le ruego que acepte mi dimisión, no me interesa pertenecer a ningún club que se interesa en contarme entre sus miembros». Irrevocablemente aceptada su dimisión de la sociedad terrestre el espíritu burlón de Groucho Marx seguirá vagando eternamente por los platós del mundo como el de un judío errante, escéptico y genial.
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