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Absentismo generalizado

La referencia más cercana para obtener una idea del comportamiento electoral de los madrileños son las elecciones generales a Cortes del pasado 15 de junio. Sobre un censo electoral de 2.746.850 personas, que deberían elegir a 32 diputados y cuatro senadores, hubo un porcentaje de abstención del 15.98 %. El resultado en escaños de estas elecciones en la provincia de Madrid, fue de once escaños para la Unión de Centro Democrático con un 32.2 %. once escaños para el Partido Socialista Obrero Español. con un 31.5 % de votos, cuatro escaños para el Partido Comunista de España. con un 10.6 devotos tres escaños, respectivamente, para Alianza Popular y Partido Socialista Popular que obtuvieron un 10.6 y 9.1 %. Las elecciones para el Senado favorecieron a los tres Senadores para la Democracia y un representante del Partido Socialista Popular.

La opinión de los madrileños de cara a las elecciones municipales puede sufrir variación y su comportamiento puede cambiar. La incógnita de las municipales puede desvelarse en parte pequeña, tras un análisis del comportamiento electoral de los madrileños desde la implantación del sufragio universal en 1890. Cuarenta años de sequía electoral y de opinión, sin embargo, pueden tener un fuerte peso específico entre lo que es pasado, historia, y lo que es incógnita de un futuro cercano.

A partir de la implantación del sufragio universal en 1890 se pueden establecer unas líneas de análisis científico del comportamiento electoral de los madrileños. Ciertamente, ese comportamiento no responde a los supuestos de libertad y autenticidad que se dieron a lo largo de la II República, pues la ley Electoral de 1890 no garantizaba totalmente la limpieza del sufragio. Un segundo elemento distorsionador fue el absentismo generalizado, que en Madrid alcanzaba siempre el 40 % de los electores (en las elecciones de 1905 y 1907 llegó al 65 %). Pero ni las insuficiencias de la ley Electoral de 1890, ni el amplio absentismo ocultan una tendencia bastante acusada hacia el voto de la izquierda entendiendo por tal el voto de los partidos antidinásticos.

Coalición monárquica

Entre 1891 y 1923 los partidos de izquierda madrileños ganaron las elecciones seis veces perdiéndolas otras diez. Además como el sistema electoral de las circunscripciones urbanas se basaba en la reserva de varios escaños a las minorías, igual que en la I República, en seis de las diez convocatorias perdidas los republicanos y socialistas pudieron obtener los dos escaños reservados a las minorías, e incluso en una ocasión tres escaños. Puede decirse, pues, que la izquierda ha tenido en la capital un peso electoral importante. Incluso las elecciones ganadas por los partidos dinásticos estaban dominadas por la presencia de los partidos de izquierda: recordemos que a partir de 1903, los partidos monárquicos se presentaban coaligados, superando sus diferencias liberales y conservadoras, aunque nunca faltaba algún disidente. Por otra parte, en las elecciones ganadas totalmente por los partidos dinásticos es fácil detectar enfrentamientos internos en el seno de la izquierda, causa frecuente de sus derrotas.

En Madrid triunfó por primera vez una candidatura republicana en 1893, que volvió a vencer en 1903. Las elecciones celebradas entre una y otra fecha (1896, 1898. 1899 y 1901), se caracterizaron por la abstención republicana, motivada por la ausencia de suficiente garantías electorales. A lo largo de todas estas convocatorias los socialistas, en cambio, presentaron candidaturas propias, aunque no hay duda de que la mayoría del electorado obrero se inclinaba entonces por los candidatos republicanos. Entre 1903 y 1910 socialistas y republicanos siguieron presentando candidaturas separadas que permitían a estos últimos alcanzar los escaños reservados a las minorías. Pero en 1910 y 1914 los partidos antidinásticos rompieron su aislamiento formaron la conjunción republicano-socialista y volvieron a triunfar.

Los socialistas, favorecidos

La elección general de 1916 supuso un «bache» inesperado para la alianza antidinástica que el tratadista electoral Javier Tusell interpreta en base al desinterés popular por las elecciones. Otro tanto puede decirse de la convocatoria de 1918 en que la izquierda aún no había logrado remontar el fracaso anterior. Finalmente, la conjunción vuelve a triunfar en 1919 iniciándose en ese año un fenómeno que explica la derrota izquierdista de 1920: el proletariado madrileño varió su comportamiento electoral desplazando el voto que concedía a los republicanos hacia los socialistas. Como en 1920 no se llegó a un acuerdo entre ambas fuerzas la izquierda presentó tres candidaturas frente a otra única candidatura monárquica que venció. Por eso, los escaños reservados a las minorías no fueron a los republicanos, como era habitual, sino a los socialistas, que constituían la candidatura más fuerte de la izquierda.

Los datos que hemos resumido muestran que, durante la restauración, el voto de izquierda nunca bajó en Madrid del 30 % de los sufragios emitidos en cada convocatoria, al menos desde 1903, en que se rompe la tradición republicana de propugnar la abstención. Así en las elecciones de 1916 —que fueron particularmente desastrosas para la izquierda— la conjunción republicano—socialista obtuvo el 29, 4 % de los votos emitidos. En las de 1903, los republicanos consiguieron un porcentaje sorprendente el 62 %, a los que hay que agregar unos pocos miles de votos socialistas, y esta elección es especialmente significativa porque el Gobierno mantuvo una neutralidad que posteriormente no se repitió. La elección de 1903 —junto a la de 1893 cuando los republicanos se unificaron en torno a la Unión Republicana— ha sido, en cierto modo excepcional porque faltó el elemento distorsionador del fraude tan común en la restauración.

En conjunto, una tercera parte de los electores que participaron en las convocatorias de la restauración votaba a la izquierda y en ocasiones esta cifra subía a dos terceras partes. La derecha, por el contrario, sabía la fuerza con que contaba y tuvo que ceder sus posiciones particulares de partido para formar coaliciones monárquicas que se enfrentan con ciertas posibilidades de éxito a republicanos y socialistas.

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