"Buenas perspectivas de futuro para las relaciones hispano-soviéticas"

Juan Antonio Samaranch llegó ayer a Moscú, a primeras horas de la tarde, en el vuelo SU-300 de la compañía soviética Aeroflot, a bordo de un IL-62, procedente de Madrid, según informa la agencia Efe.

Samaranch, primer embajador español en Moscú desde 1936, fue recibido en el aeropuerto de Cheremetievo, al pie de la escalerilla del avión, por Dimitriv Nikiforov, director de protocolo del Ministerio soviético de Asuntos Exteriores; Alexander Vachnadze, primer secretario del departamento de protocolo para España y Latinoamérica; Vitali Smirnov, vicepresidente del comité organizador de la Olimpiada de 1980, miembros de la embajada española y del cuerpo diplomático hispanoamericano, encabezados por su decano, el embajador de Venezuela, Regulo Burelli.Juan Antonio Samaranch, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), había visitado Moscú por última vez durante la segunda semana de abril presidiendo la comisión de prensa del COI, dentro de los contactos que se vienen manteniendo entre el Comité Olímpico Internacional y la comisión organizadora de la Olimpiada de 1980, que como se sabe, tendrá lugar en Moscú.

Cálida acogida

Los embajadores españoles fuéron.objeto de una cálida acogida por las personalidades que fueron a recibirles al aeropuerto, tanto soviéticas, entre las que destacaba una nutrida representación de la comisión organizadora de los Juegos Olímpicos, como miembros del cuerpo diplomático hispanoamericano, con quienes Juan Antonio Samaranch y señora departieron durante largo rato.

«Espero que con la ayuda de las autoridades y pueblo soviético -ha declarado el embajador español al enviado especial de Izvestia, que publicó ayer la entrevista con Samaranch- podremos conseguir dos objetivos principales: que el pueblo soviético conozca la realidad de la España actual, y que las relaciones hispano-soviéticas, conmuy buenas perspectivas de futuro, se hagan más estrechas y amistosas.»

Samaranch manifestó para Efe su «emotiva- alegría», tanto por la acogida de que ha sido objeto, como por la iricorporacíón a un puesto «al que desde ahora mismo consagraré todos mis esfuerzos».