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El Ejército español, hoy / 2

Estructuras adversas del gasto y del empleo

Las unidades más avanzadas del Ejército de Tierra español, las denominadas fuerzas de intervención inmediata (FII), se hallan todavía lejos de equipararse con fuerzas comparables de otros países europeos, de aproximado peso socioeconómico. Sin embargo, hoy día constituyen la punta de lanza para la modernización del Ejército, y el eje sobre el que puede girar una reforma militar que se proponga el crecimiento de la fuerza armada del Estado.Utilizando como fuente de consulta el «Military Balance», del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres (que es considerado por las Fuerzas Armadas españolas, a falta de un libro blanco sobre la defensa, como una fuente absolutamente fehaciente), podemos comprobar que el grado de preparación y dotación de las FII se halla al 70 % o menos de lo previsto; esto viene corroborado por observaciones del ministro del Ejército. En cuanto a dimensiones parciales de la preparación para la guerra moderna, observamos, en términos comparativos, una aceptable postura en elementos que combinan la potencia de fuego con el binomio coraza-movilidad, con 775 carros de combate (la fuerza teórica de las FII debería ser de 1. 150 carros), frente a los 1.500 de Italia, los ochocientos de Holanda y los 650 de Suecia, países todos que tienen presupuestos defensivos mucho mayores que el de España. Se compara mal, sin embargo, con Yugoslavia, con 2.150 carros (presupuesto comparable), Turquía, con 2.500 (presupuesto con mil millones de dólares más) y Grecia, con 1.215 (presupuesto menor).

El factor movilidad es negativo. La dotación de transportes acorazados (260) es marginal comparada con los 1.393 de Bélgica, los 698 de Dinamarca, los 980 de Grecia, los 4.000 de Italia, los 1.250 de Suiza, los 1.300 de Turquía, los 2.000 de Holanda, etcétera. No menos reducida es la capacidad de aerotransporte, con 59 helicópteros.

En cuanto a potencia de fuego, sobre todo artillería, las cifras que se pueden analizar parecen demostrar un nivel medio aceptable en el Ejército español.

La dotación de las unidades de defensa operativa del territorio (DOT) es más incompleta que la anterior. Existen dos divisiones de montaña (aparte de una brigada de alta montaña), cuya referencia montañesa es poco más que meramente verbal. Las nueve brigadas DOT se hallan al 70 % o menos de su capacidad teórica, pero con material menos moderno y un grado menor de mecanización que las FII.

El Ejército de Tierra gasta el 57 % del presupuesto de defensa

El origen de esta limitación de medios se halla en una estructura adversa del gasto, ello a pesar de que el Ejército de Tierra goza del 57 % del total del presupuesto nacional de defensa, caso raro entre potencias como España, que disfrutan de un cierto aislamiento continental y una posición estratégica que parece primar los medios navales y aéreos. El 64,5 % del gasto del Ejército de Tierra es absorbido por atenciones de personal, quedando sólo para inversiones el 18 %, y para los servicios el 17,5%.

La explicación de esta estructura del gasto se encuentra en la estructura adversa de la pirámide del empleo militar. En efecto, con unos efectivos teóricos de 220.000 hombres, el Ejército cuenta con una oficialidad de 25.241 miembros, de los que 340 son generales, 7.338 jefes y 17.655 oficiales, reflejando un reparto apenas cambiado desde la guerra civil, en que, para un Ejército de unos 500.000 hombres, había un cuerpo de oficiales y mandos de 30.000. La pirámide de empleo se apoya, además, sobre unos cuerpos de suboficiales comparativamente insuficientes: 22.000. El origen histórico de esta situación se halla tanto en una visión determinada del papel del Ejército en el contexto socio-político, como en una pobreza de medios para propiciar la salida de gran parte de la oficialidad hacia empleos civiles.

La estructura adversa del empleo repercute, a su vez, en unos cuadros de edad poco favorables, con edades medias elevadas por cada grado, con «decalages» de hasta diez o doce años, respecto de la media de edad de otros países europeos. Y determinando que la edad más madura intelectualmente, la de cuarenta-cincuenta años, se pase en empleos que poco tienen que ver con el mando y la responsabilidad directa sobre unidades.

Demasiadas capitanías generales

En fin, la estructura adversa del empleo, con su superabundancia de oficiales, eleva el costo social y humano a la hora de abordar con determinación una revisión de la implantación territorial del Ejército, donde nueve capitanías generales, más dos comandancias y novecientos establecimientos guarnicionados, repartidos por todo el territorio nacional, generan una cantidad considerable de empleo, pero dificultan los problemas de mando, comunicación, logística y movilización.

Estos problemas, que producen indebida burocratización, ritualización de la vida militar y pérdida de capacidad de combate, son plenamente percibidos por el actual mando del Ejército y por instancias superiores. Hasta cierto punto, se ha comenzado a resolverlos. Veremos esto otro día.

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