Monseñor Lefèbvre: "Creo obrar por el bien de la Iglesia"
El arzobispo integrista Marcel Lefèbvre, desacatando la autoridad del papa Pablo VI, ha ordenado en la mañana de ayer a catorce sacerdotes y veintidós subdiáconos, pese a la advertencia del Vaticano de que ello supondría una ruptura irreparable con la Iglesia católica. El cisma parece confirmarse así. Hasta este momento no ha habido una respuesta por parte del Vaticano. Los seminaristas ordenados ayer son de distinta nacionalidad: diez franceses, un suizo, un inglés, un norteamericano y un australiano.
«A pesar de las amenazas que pesan sobre nosotros, vamos en el día de hoy a ordenar sacerdotes, a esta gente joven que así lo desea. Podemos responder con toda conciencia, con toda responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia de siempre, ante la Iglesia militante... Sí, vamos a ordenar sacerdotes como siempre lo hizo la Iglesia, sacerdotes para la eternidad, como ustedes los aman, testigos de la fe de Jesucristo, que comprenden lo que es el sacramento de la Misa, la. síntesis superior de todo aquello en que nosotros creemos. »Con estos conceptos comenzó esta mañana su sermón monseñor Lefèbvre, en Ecône, una pequeñísima aldea enclavada en las montañas del cantón helvético de Valais.
En sus palabras, monseñor Lefebvre hizo alusión a la última carta que le enviara el Papa hace quince días.
«Yo no creo estar obrando a título personal, pero si por el bien de la Iglesia. Se nos habla de ruptura; pero no queremos romper con la Iglesia católica romana: queremos mantenernos en comunión con ella. Todo lo que pedimos de la Iglesia es que guardemos nuestra fe, no queremos otra cosa», dijo el obispo.
«Desde hace quince años -continuó- las altas instancias de la Iglesia nos distancian de la fe católica y se transforman en amigos de nuestros enemigos», citando como ejemplo de lo que afirmaba la recepción que tuvo en el Vaticano Janos Kadar, secretario general del Partido Comunista húngaro, y otros visitantes que han estrechado la mano del Papa, a quienes calificó de herejes.
«Se excomulga -agregó en su sermón el obispo Lefèbvre- a: los que tienen fe, al mismo tiempo que se nos quiere obligar a dar la mano a la destrucción de la Iglesia. »
Un silencio sepulcral se produjo en el instante en que los catorce seminaristas fueron ordenados sacerdotes. Tan sólo se escuchaba la voz del obispo tradicionalista y el ruido de la lluvia al chocar contra la tela de los paraguas.
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