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Tribuna
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La manipulación del voto femenino

De repente, en este país, las organizaciones políticas han caído en la cuenta de que un 53% del electorado son mujeres, y se han lanzado a la lucha por conseguir el voto femenino. Muchas de estas organizaciones, llevadas por su celo feminista, sientan, incluso en las presidencias de sus congresos a alguna mujer, otras colocan la fotografía de alguna de ellas entre el resto de las fotografías de la ejecutiva del partido, pero cuando se busca entre los altos cargos de los respectivos partidos un nombre femenino), brilla por su ausencia.Esta manipulación de la mujer, con fines electoralistas, es un ejemplo más de la utilización que hace nuestra sociedad, capitalista , y machista, de la mujer. Esta sociedad, durante 42 años, ha fomentado la marginación de la mujer, la ha sometido a las cuatro paredes de su casa como su lugar más adecuado, y ha creado una superestructura ideológica tan bien montada, tan sutil, que ha conseguido que la mujer llegue a estar satisfecha de su papel de parásito social.

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Si tenemos en cuenta que en España había, en 1974, ocho millones de mujeres que dependían de otras personas, padre o esposo, que el porcentaje de mujeres de la población universitaria era de un 30 % frente a un 70 % de hombres, que la población activa femenina era sólo de un 27,5 % y que actualmente hay doble número de mujeres analfabetas que de hombres, nadie podrá decir que la marginación de la mujer no es hecho real e indiscutible.

Ahora bien, las organizaciones políticas poco tienen que hacer si sólo se plantean el problema de la marginación dé la mujer como cualquier otro problema, con fines electoralistas. Para sacar a la mujer de su actual estado no basta una campaña electoral, por muy cargada que vaya de promesas de emancipación femenina.

Es necesario que los partidos políticos, además de llamadas al voto femenino, tomen conciencia, y con ellos toda la sociedad, de que el problema de la marginación de la mujer no es algo que sólo le afecta a ella, sino que afecta a todos; porque mientras la mujer esté marginada, mientras todos, hombres y mujeres, no pongamos todo nuestro interés y esfuerzo en que esta situación desfavorable a la mujer cambie, ella actuará como grupo negativo de presión contra cualquier evolución o transformación social, porque se le ha educado así. Una sociedad en constante evolución como es la nuestra, aunque se empeñen en lo contrario algunos, necesitará de la colaboración de todos, hombres y mujeres, para seguir adelante. Pero está claro que sólo aquellas organizaciones políticas que tienen como base fundamental de su programa la transformación profunda de la sociedad podrán incorporar a la mujer al proceso evolutivo.

Son los estamentos políticos conservadores los que tienen más interés en que la mujer siga como hasta ahora, ya que es útil para ellos contar con un grupo social al que se puede manipular a conveniencia. La sociedad capitalista utiliza a la mujer bajo diversos aspectos, como productora de fuerza de trabajo, llevando así la división del trabajo al ámbito familiar, dando a la mujer la función exclusiva y excluyente' de procrear y al hombre la de mantenedor de la economía familiar, lo que hace que sea la mujer el principal sostén de la sociedad de consumo. Y como mano de obra barata a la que recurre cuando tiene que forzar las relaciones de producción existentes.

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Deben ser, por tanto, los partidos de izquierdas, si desean presentar un programa coherente de transformación de la sociedad, los que tienen que tomar como suya la lucha por la liberación de la mujer e incluirla dentro de todas las otras exigencias de cambio, porque no habrá transformación real de la sociedad mientras no haya libera ción de la mujer, y no habrá libera ción de la mujer mientras no haya una total transformación de la so ciedad, y los partidos que propugnan esta transformación no podrán hacerla mientras arrastren el grave peso de casi la mitad de la población, mantenida en una situación estática, ancestral y reaccionaria.

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