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Reportaje:

Recomiendan a los enfermos que no ingresen en "La Paz"

«Los firmantes de esta carta se ven en la dolorosa obligación de comunicar a los asegurados y beneficiarios la situación dramática de un hospital desbordado por una enfermería toda ella muy grave, para que se abstengan de intentar su hospitalización sin cerciorarse antes de su posibilidad.»Con este párrafo concluye el comunicado a la opinión pública rubricado por diecisiete jefes de servicio de la Residencia General de la Ciudad Sanitaria La Paz, de la Seguridad Social, facilitado ayer a EL PAÍS. Los firmantes —cuatro de ellos de cirugía general— pertenecen también a los departamentos de otorrinolaringología, oftalmología, urología, gastroenterología, nefrología, cardiología, siquiatría, neurología, medicina interna, coronariopatía, cuidados intensivos, anestesiología y endocrinología.

El texto se refiere a que los médicos que lo rubrican, en nombre propio yen el de los médicos de sus respectivos servicios «en evitación de mayores conflictos, desean dar á conocer al público la sobresaturación de todas sus plantas e instalaciones». Se alude también a que el exceso de camas suplementarias —adosadas a las inicialmente dispuestas para cada dependencia— supera ya el centenar.

Después de indicar que la junta facultativa de La Paz denunció ya hace varios años esta sobrecarga, se señala que la progresiva ampliación de la Seguridad Social a los nuevos grupos de asegurados no se ha visto parangonada por un crecimiento paralelo de las instalaciones sanitarias; el comunicado de los médicos afirma que todos los errores enunciados «han situado al hospital al borde del caos, mediante una sobrecarga de ocupación que imposibilita su funcionamiento adecuado», y se establece la cadena de problemas que parte de la admisión de un enfermo grave en La Paz, cuando se carece de camas y dotaciones para atenderle adecuadamente.

El comunicado, que fue firmado por la totalidad de los'jefes de ser vicio de La Paz, constituye —según todos los indicios— un aldabonazo dramático sobre la puerta de las autoridades sanitarias madrileñas, cuya falta de planificación acarrea situaciones tan graves como la que denuncian los diecisiete médicos de esta residencia sanitaria. Según sus testimonios, la atención clínica los enfermos que ingresan en La Paz ha llegado a cotas indescriptibles, en función de la masificación de enfermos y la reducida disponibilidad del centro en camas y dotaciones.

«La Paz carga con un sobreexceso de capacidad que le hace trabajar, globalmente, al 140% de sus posibilidades. Además dice nuestro interlocutor, un joven jefe de servicio, prácticamente la totalidad de las urgencias que se producen en Madrid han de ser absorbidas por ésta, mientras otras, clínicas se mantienen en sus óptimos de funcionamiento y no se producen ampliaciones en la red de la Seguridad Social.» Mientras esta situación se dilata, los enfermos se ven obligados a permanecer, ser atendidos, e incluso, lava dos, en los pasillos de gran parte de las plantas. Los problemas se complican todavía más para aquellos que reciben familiares en las inmediaciones de las camas que ocupan.

Con frecuencia, en una dependencia proyectada para albergar tres enfermos —-nos dice nuestro interlocutor— permanecen cuatro y hasta cinco. Se dan casos en los cuales junto a un enfermo que agoniza —sin intimidad alguna— se encuentra otro que convalece sin grandes complicaciones y que, por ello, experimenta influencias anímicas muy negativas para su mejoría.

Hospederías clandestinas

Otra gran parte de los problemas derivados de esta promiscuidad fue denunciada por varios enfermos a EL PAÍS recientemente. Se trata de las hospederías clandestinas de enfermos, situadas en pisos del barrio de Begoña, contiguo a La Paz. En estos locales permanecen durante varios días aquellos enfermos que no han logrado ingresar en la Residencia General. En ocasiones, los enfermos han encontrado consejeros que los han remitido a estos pisos del barrio próximo, donde casi siempre se mantienen igualmente hacinados y en condiciones sanitarias que nadie, ninguna autoridad, denuncia o supervisa. A veces, los beneficios extraídos a través de este mercado de enfermos han llegado a ser pingües y crecientes, mientras el huésped lograba la vacante de una cama en La Paz. Otro de los grandes problemas que pueden surgir en cualquier momento en La Paz es el de las infecciones. Un joven médico, preguntado por este periodista en torno a la eventualidad de una infección similar a la de Ia serratia, manifestó que en La Paz temen más a las ratias, pues no descartaba la posibilidad de la presencia de roedores en algunos lugares. Bajo esta ironía del médico se esconde uno de los temores más extendidos entre el cuadro facultativo del centro, pues una infección —dadas las masificaciones y la promiscuidad existentes— podría alcanzar dimensiones imprevisibles.

Dentro de las alternativas que cabe concebir a la actual situación, a largo plazo los médicos de La Paz no ven otra que la descongestión de las tareas y funciones que actualmente cubre. La construcción de nuevos centros, la absorción hacia otros centros de las urgencias, la provisión de los millares de camas que Madrid necesita se presentan como pasos ineludibles a dar por las autoridades sanitarias, cuya falta de planificación se acerca a niveles de peligrosidad realmente graves.

La Paz, una «Meca»

Sin embargo, ni los madrileños ni La Paz pueden esperar los largos plazos que una certera planificación requiere. Además de urgir la necesidad de descentralizar la afluencia de enfermos —La Paz se ha convertido en una especie de Meca sanitaria para centenares de enfermos de provincias que desconfían, a veces con mucha razón, de las dotaciones sanitarias de sus localidades de origen—— cada día es más apremiante la urgencia por saldar la enormes deficiencias de la medicina en las áreas rurales, nos dice un médico cuyos pacientes proceden mayoritariamente de es tas zonas: De este modo —añade—, La Paz no sólo ha de soportar la carga de absorber y enjugar las dificultades sanitarias de la ciudad y de la provincia, sino que, además, se ve obligada a recibir a muchos enfermos de otras capitales y provincias españolas. En el plano de las medidas concretas, algunos médicos de La Paz se muestran partidarios de extender, prioritariamente, el conocimiento de los problemas que La Paz sufre, con el fin de que las autoridades sanitarias resuelvan distribuir racionalmente los enfermos entre otros centros. Asimismo, gran parte de los médicos consultados se orientan por que los enfermos crónicos y los incurables renuncien a sus camas hospitalarias en favor de aquellos otros a los cuales la atención médica en La Paz les pueda producir beneficios inmediatos. En estos casos, los médicos con los que EL PAÍS habló manifestaron que en muchas ocasiones este tipo de enfermos no puede ser correctamente atendido, y su permanencia en sus domicilios constituye un acto de gran valía cívica.

Respecto a los demás enfermos; los médicos encuestados señalaron, que en la actual situación apenas se puede más que diagnosticar, por la falta de espacio que se padece.

Todo ello abunda en la necesidad de que con toda la urgencia posible el Instituto Nacional de Previsión, organismo bajo cuya esfera se inserta La Paz, proceda a adoptar medidas capaces de garantizar a los asegurados de la Seguridad Social y a los madrileños que acuden a este macrocentro que van a recibir la asistencia que todo paciente merece, máxime cuando contribuye a sufragarla con las detracciones que se le aplican a su salario.

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