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"La Iglesia no quiere tomar parte en la lucha por el poder"

«La Iglesia quiere permanecer al margen de las contiendas estrictamente políticas. No quiere tomar parte en la lucha por el poder. Es esta una voluntad muy clara, firme, que se apoya en el Evangelio, y que tiene en los momentos actuales de nuestra Patria una inexcusable aplicación», dice el cardenal arzobispo de Madrid, Enrique Tarancón, en su tercera Carta Cristiana sobre el tema Un futuro para todos.

«El hecho de que en otras ocasiones -añade- la Iglesia juzgase conveniente tomar postura en situaciones políticas, no empece lo más mínimo para que en este momento histórico, después del Concilio Vaticano II y dada la sicología del hombre moderno, queramos, los que tenemos responsabilidad en la Iglesia, fijar claramente nuestra postura independiente de toda lucha política, aunque reconocemos el deber que tenemos respecto al bienestar Y la convivencia pacífica de nuestros hermanos españoles.»

«Defender posturas políticas concretas por razones religiosas, o introducir cuestiones religiosas en las contiendas políticas sería pernicioso en estos momentos y podría obligar a la Iglesia a intervenir; intervención que, por muy sensata que fuese, podría considerarse ,siempre por algunos de carácter político e incluso podría tener consecuencias políticas.»

Proverbial anticlericalismo

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«Demasiadas veces -prosigue el cardenal Tarancón-, a lo largo de la historia de España, se han polarizado las posturas alrededor del hecho religioso -eran otras las circuristancias, es verdad, y era muy distinta, la cultura y la sicología de la mayor parte de los españoles- con perjuicio para la convivencia social y aún para la misma Iglesia, que ha visto cómo algunos de sus hijos se alejaban de ella por razones humanas, y cómo alguna clase social recelaba de ella por idénticos motivos.»

«Ha sido proverbial el anticlericalismo de algunos sectores en España; quizá como reacción contra el clericalismo que pretendía invadir las esferas que no le son propias. Y ha sido frecuente también, el afirmar que se deseaba servir a la Iglesia, cuando en realidad pretendían servirse de ella, de la gran fuerza social que ésta ha tenido siempre en nuestra Patria.»

«Es necesario -añade el arzobispo de Madrid- que en estos momentos juguemos todos limpio y, extrememosla honradez. Los problemas políticos han de plantearse y resolverse libremente por los ciudadanos, en conformidad, claro está, con sus convicciones y con su concepto del hombre. »

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