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Tarancón pide que los vencedores en las elecciones piensen en todos los españoles

«Sea cual fuere el resultado de estas elecciones, es una gravísima responsabilidad de los triunfadores el procurar que en las Cortes se estructure una forma de vida social y política que responda, no a los intereses de los que por ser mayoría tengan posibilidad de imponerse, sino a las verdaderas necesidades y exigencias de todos los españoles», escribe el cardenal Tarancón, en su segunda Carta Cristiana sobre «Un futuro abierto para todos.»

«Partamos -comienza el escrito de un principio inconcluso: nuestro pueblo es actualmente pluralista. Creo que todos estaremos plenamente convencidos de ello porque la realidad nos está presentando esta verdad con caracteres de axioma.»«Incluso en los aspectos religiosos -prosigue la carta- es evidente el pluralismo, prescindiendo de la existencia de otras confesiones religiosas que pueden tener más o menos influencia en sectores minoritarios del pueblo, es evidente que la fe católica, según el magisterio de la Iglesia, no es, prácticamente, la orientación de todos -quizá ni de la inmensa mayoría- los españoles, aunque siga siendo nuestro Estado confesional teóricamente.»

Más adelante, el cardenal prosigue:

«Es natural que los distintos partidos políticos presenten programas diversos para lograr ese bien común. Es lógico que ante las elecciones aparezcan tendencias pluriformes y algunas hasta contrarias., para despertar la conciencia y ganar el voto de las distintas clases sociales.»

«Pero es necesario -en estas primeras elecciones, al menos- que los dirigentes y propagandistas tengan la suficiente sensatez para no embarullar al pueblo, que ni ha recibido hasta ahora una formación adecuada para que haya madurado su juicio sobre muchos problemas, ni tiene la experiencia de esas confrontaciones políticas.»

«Es indispensable, además, que se limen lo más posible los antagonismos que podrían exacerbar las pasiones y que se eviten aquellos temas que necesariamente han de producir conmociones -quizá heridas en la conciencia de muchos- que alterarían la serenidad tan conveniente ahora, y podrían provocar de nuevo la radicalizatión de posturas y aun el recuerdo de la división entre unos y otros españoles por razones ajenas a la misma convivencia social.»

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«Han tenido poca vigencia las distintas constituciones españolas. ¿Será porque, en vez de pretender hacerlas para todos, han pretendido hacer su constitución los que tenían el poder, exigiendo que todos los demás entrasen por el cauce que ellos imponían?»

«Bien sé que en las democracias rige la ley de la mayoría. Pero una auténtica democracia ha de tener en cuenta y respetaz los derechos de las distintas minorías y ha de procurar que sea el diálogo y no la discusión -que fácilmente degenera en violencia- el que consiga una plataforma, lo bastante unitaria para que existaorden y paz, pero lo suficiente emplia para recoger los anhelos y las necesidades de todos los miembros de la sociedad.»

«Yo comprendo que esa postura de madurez y de responsabilidad no puede pedirse a todos. Pero ¿sería excesivo pedirla a quienes ostenten un cargo de dirección en los partidos políticos o los que representen, después de las elecciones, a las distintas tendencias que realmente existen en nuestro pueblo?»

«Nuestro pueblo -en su inmensa mayoría- ha dado pruebas de que está por la moderación, por la convivencia en orden y en paz. Sería una tragedia que los «responsables» no supiesen encauzar ese buen deseo del pueblo para conseguir un futuro de todos los españoles y para todos los españoles.»

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