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Los militares portugueses se impacientan

En los últimos tiempos los militares portugueses han vuelto a hacer acto de presencia en la escena política. En realidad semejante presencia, relativamente camuflada tras haber concluido el proceso de institucionalización (elecciones presidenciales y legislativas), fue siempre decisiva en esta original experiencia de democracia protegida. Pero la presión de los partidos civiles (excepto, naturalmente el comunista) había hecho mella en la conciencia de los más lúcidos oficiales. La experiencia de poder casi absoluto durante año y medio y los decepcionantes resultados de este ejercicio, movió a no pocos capitanes revolucionarios a una retirada discreta. Quedó, naturalmente, el Consejo de la Revolución, como organismo consultivo y el presidente de la República, que tiene el grado de general. Pero el vigor de aquel Movimiento de las Fuerza Armadas (MFA) y los proyectos de unidad MFA-pueblo, en que habían soñado los izquierdista castrenses, se esfumó.Ahora los síntomas parecen distintos. El Consejo de la Revolución intenta recuperar sus poderes perdidos, inspirado por el comandante Melo Antunes, el político más capaz de los uniformados, o, como algunos dicen «el más civil de los militares y el más militar de los cíviles». El capitán Vasco Lourenço, personalidad decisiva en la eliminación de Vasco Gongalves y sus amigos comunistas, y en la neutralización del golpe de Estado de 25 de noviembre de 1975, acaba de declarar que la situación no podía seguir así y que el Gobierno de Marlo Soares estaba dando considerables pruebas de inoperancia. Para Vasco Lourenço, el Gobierno debe imponer soluciones inmediatas para hacer una realidad el principio, de la reconstrucción nacional.

Las declaraciones de Vasco Lourengo no fueron obviamente producto de una improvisación Todos creen que se incluyen en un plan de largo alcance dirigido a recuperar el prestigio y el predominio por parte de los militares. Y aquí ha vuelto a repetirse la ley del péndulo. Cuando Vasco Gonçalves y los comunistas mangoneaban el Consejo de Ia Revolución, Melo Antunes, Franco Charais, Pezarat Correia y otros militares de la línea progresista (próximos, según se decía entonces, al Partido Socialista) eran acusados por los comisarios políticos colocados por Cunhal en los otros medios de comunicación de «reaccionarios» al servicio del imperialismo. Después, Vasco Gongalves cayó sin pena ni gloria y los reaccionarios de antaño se convirtieron en progresistas, siendo festejados por Cunhal y sus seguidores. Tras el intento de golpe de Estado de noviembre de 1975, le tocó el turno en el poder a los moderados: Firmino Miguel, Ramalho Eanes (hoy presidente), Pires Veloso, Souto Cruz, etcétera. Eanes lograría conciliar las diferentés tendencias existentes en el Consejo de la Revolución y eso explica su liderazgo. Ahora asistimos al último embate de los progresistas ante un poder civil que desea consolidarse, pero que choca con inmensas dificultades para conseguirlo.

Antes de salir para Londres, Mario Soares no ha tenido más remedio que asistir a una reunión del Consejo de la Revolución, para explicarse y explicar las medidas que ha tornado o está dispuesto a tomar su Gobierno con objeto de resolver la grave situación economica y social existente. Lógicamente la impaciencia militar preocupa al astuto líder socialista, porque sabe muy bien quién lo ha hecho rey y quién puede destronarlo.

La eventualidad de un Gobierno exclusivamente militar en Portugal no ha sido, todavía, eliminada. De vez en vez, esta hipótesis intranquiliza a los líderes políticos civiles, que la consideran como la peor de todas las posibles. No es seguro, por otra parte, que los militares colegiadamente quieran volver a gozar de las mieles del ejecutivo. Los puyazos de estos días pueden ser interpretados como simples salvas de aviso para uso de pilotos civiles.

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