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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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"Si no hay otra salida, señores hagan juego"

Ante informaciones muy verosímiles según las cuales hay tuertas que no se resignan a perder sus privilegios y ponen barras en las ruedas del carro de la reforma, tiene uno la sensación de que andamos a ciegas, sin saber de la misa la mitad, atónitos ante las maniobras políticas divergentes entre un Gobierno que se defiende de su derecha y una Oposición que se impacienta y pacta no se sabe bien qué ni para qué, ni cómo ni con quién.

De la dictadura al parlamentarismo

Este es un país realmente insólito donde se puede, ¿se puede? -vamos a verlo, si es que lo vemos -, pasar de la dictadura al parlamentarismo con más muertos que en Portugal, pero con menos cambios que en Portugal. De esos muertos ¿quién se acuerda? Otros sucesos aparecen ante la vista atónita del ciudadano que no está en el secreto —si es que hay secreto—, como, por ejemplo, que en virtud de un código cuyo articulado va a cambiarse, según dicen, para que no puedan ocurrir tales cosas, se procesa a Santiago Carrillo por asociación ilegal junto con otros miembros que todo el mundo sabe que pertenecen a esa asociación ilegal mientras otros directivos de la misma, igualmente notorios y conocidos, pueden presentarse en la Presidencia del Gobierno y ser recibidos por un funcionario contratado de gran relieve: Carmen Diez de Rivera.

Estamos en un país donde el presidente del Gobierno les dice a Jordi Pujol y a Tierno —dirigentes de asociaciones teóricamente tan ilegales como el PCE que espera que todo le vaya bien a Carrillo en su paso por el TOP, cuya excepcionalidad es bien conocida y nada usual en los sistemas políticos con división de poderes. Pero ¿no puede celebrar el PSOE su congreso ilegal desde la ilegalidad tolerada? ¿Y puede su secretario general ir y venir con el pasaporte en regla? Lo cual es explicado con desenvoltura por un ministro de la Gobernación que distingue entre los partidos ilegales legalizables y los ilegales ilegalizables.

Contradicciones

La relación de contradicciones evidentemente internas podría alargarse a partir del espectáculo de unas Cortes franquistas en las que sus procuradores lo son por designación más o menos directa y no por elección propiamente dicha y que votan su propia disolución. En el hecho de no ser unas Cortes democráticas, pero que quisiera adquirir tal apariencia, está sin duda la explicación. Pero ¿qué explica esa explicación? Explica que el franquismo ha durado cuarenta años y que tiene inercia proyectiva para rato si las leves de la física política no fallan, los horrores de la guerra civil y los horrores de la postguerra civil -los primeros años de la cual reprodujeron la lucha la esperanza hasta que los USA y el Vaticano abrieron el camino de la consolidación internacional del franquismo, después de las victoria aliada en la guerra mundial última- son la causa indudable de tan larga duración. Pero las últimas generaciones no ven la sucesión del franquismo como la ven los que vivieron aquellos horrores y se les hace difícil comprender que todo pueda transcurrir como parece estar transcurriendo. Si es que está transcurriendo algo. No es que esas generaciones deseen nada diferente, ni que las generaciones anteriores quieran dar rienda suelta a venganzas más o menos sofocadas, porque, o bien las han olvidado ya, o bien están dispuestos a olvidarlas, o bien no las han sentido nunca. Es, simplemente, que les parece que no puede ser verdad tanta belleza. Pasan cosas que ignoramos, pero de las que tenemos sospechas, algún indicio de este o aquel comentario suelto. Sin embargo, no hay transparencia política, no hay información, y es por eso que todo sigue dependiendo de lo que nos quieren decir al final de los Consejos de ministros o en comunicaciones más o menos oficiales.

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La Iglesia y el Ejército

El Gobierno está ahí, con un Ejército expectante sosteniéndolo, que aspira a la transición sin vacío de poder mientras resuelve sus problemas de adaptación. La Iglesia también quiere permanecer al margen... Pero la Oposición quiere tomar parte. Hasta qué punto ese Ejército y esa Iglesia sostendrán el crédito que han abierto al reformismo, es un misterio que ni esas mismas instituciones sabrían precisar. Y por otra parte, ¿no están también las fuerzas decisivas del mundo económico? ¿Cómo no han removido cielo y tierra cuando uno de sus más calificados exponentes ha sido secuestrado por una organización prácticamente desconocida, y por consiguiente, sin las asistencias que son necesarias para una acción tan arriesgada? ¿Hasta dónde dejarán, si es que pueden impedirlo, que llegue la reforma? ¿O se trata de tuerzas divididas que no juegan las mismas cartas? Por otra parte, contemplando las grandes maniobras de la Oposición, uno puede preguntarse qué distancias hay entre López Rodó, AreiIza, Gil Robles... o Felipe González, Tierno Galván y así sucesivamente. Porque todos están va en el juego, que es a lo que quería referirme.

Un mundo esperpéntico

No, no parece un mundo kafkiano, sino muy ibérico, muy esperpéntico. Un mundo valleinclanesco en el que diez, treinta, cuarenta hombres, los que integran la POD —que fue antes la Coordinación— en horas veinticuatro, pasan de la ruptura sin más a la ruptura pactada, y de ella a las conversaciones sin pacto previo, reduciéndose a diez, entre los que no están todos los que son, de los cuales se destacan dos para hablar con uno, el presidente Suárez.

Cuando se lean, que se leerán los historiadores son implacables, las declaraciones oficiales o privadas de las plataformas unitarias: de su resumen madrileño paralelo al Estado de su síntesis y de su reducción a dos, será para asombrarse mucho más de lo que podemos asombrarnos, que es poco, cuando tantas cosas nos jugamos. Porque la verdad es que nos lo jugamos todos todo en semejantes maniobras. O mejor, dicho, se lo juegan por nosotros sin que podamos meter baza. Estamos ante un Gobierno que no se siente legal y que por eso mismo quiere reformarse: que necesita una Oposición y tolera discrecionalmente a una parte de la que ha sido clandestina, mientras sigue persiguiendo a la otra. Por otra parte, está la Oposición, incluyendo la perseguida todavía, que acepta el juego, después de haber intentado poner la mesa y la baraja sin el menor éxito, como era de esperar.

¿Por qué se pierde el tiempo?

Se dirá que no hay otra cosa que hacer y que es eso o nada lo que se ofrece. No seré yo quien lo niegue. Ni quien crea que es posible, lo de si siéndolo sería conveniente ya es otra cuestión, y no es de ella de la que quiero y se puede hablar resolver la cuestión con claridad de ir por la tremenda y entablar de nuevo el pleito a campo abierto y tiro limpio. Pero si las cosas son así, y no pueden ser de otra manera, ¿por qué, en tal caso, se pierde el tiempo? Ya sé que hay resistencias en una parte de los poderes fácticos y que la otra parte, la menos resistente, quiere, sin embargo, controlar el juego. Y que los dos que hablan en nombre de los diez elegidos entre los treinta o cuarenta, tampoco van a dar la credibilidad que se les pide a cambio de nada. Ya sé que de lo que se trata es de que el ciudadano, el contribuyente, el que genera la plusvalía, se incline más de un lado que del otro. Si se le va a dar, no una vela, pero tal vez si una delgada candela en el entierro del franquismo, unos y otros buscan su agradecimiento. Y creo también que la candela sería vela si la recibiera de u n período constituyente y neutral, tan difícil que es imposible, porque nadie suelta las riendas del Poder cuando las tiene asidas. Pero, si la maniobra se alarga, si el tiempo pasa, si la confusión crece y no hay manera de saber a qué carta quedarse, puede que se llegue a producir aquello que, al parecer, se quiere evitar. Porque ocurren cosas tan simples como que los precios suben y los salarios no tanto: que el trabajo es difícil de encontrar, que el camino de la emigración está cerrado y que con los subsidios de paro apenas si se amaga el hambre. Y hay dos fantasmas, clásicos ya en la historia y que han aparecido en la contemporánea bastantes veces como para que sean casi familiares: la desesperación que estalla y el fascismo que se justifica con ella. Cuarenta años después, ¿no volveremos a perder los de siempre? Y esta vez sin el triste consuelo para la dignidad herida de haber sido vencidos en la lucha. Si no hay otra salida, señores. Hagan juego. Y. a ser posible, que juguemos todos, para que no hay a que romper la baraja.

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