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Sin noticias sobre el secuestro del teniente general Villaescusa

Tono dominante de contención y prudencia en los medios militares

El telegrama dirigido por el capitán general de Burgos, teniente general Prada Canillas, al ministro del Ejército, teniente general Alvarez-Arenas, fue calificado ayer, por un alto funcionario del Estado, como «de tono imperativo». El telegrama fue emitido por aquel general, poco después de conocerse la noticia del secuestro del teniente general Villaescusa, el lunes por la mañana. Prada Canillas también dirigió un telegrama al Rey, que se cree tenía un tono más sumiso.

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El telegrama es la única nota no armonizada con un tono general de contención y prudencia, en los medios militares, después de la violenta provocación de que han sido objeto las Fuerzas Armadas con el secuestro del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. Se han sucedido las expresiones militares de serenidad. El capitán general de Cataluña, sin embargo, ha reconocido que el secuestro «ha producido una enorme conmoción entre nosotros». Otras fuentes militares hablaron de «irritación grave» entre la oficialidad. El teniente general Cuadra Medina, en la situación B, dijo a ABC el lunes que «por encima del dolor está la ofensa al Ejército»; sin embargo, el general negó que se hubiese entrado en la "alarma 2", cosa que no fue negada ni confirmada por el jefe del Alto Estado Mayor, teniente general Fernández Vallespín, en declaraciones al mismo diario: «No puedo ni debo decir una sola palabra. Compréndalo», dijo a la periodista.Las autoridades militares de Madrid, ciudad donde tuvo lugar el secuestro, consideran que la aclaración de éste debe corresponder a las autoridades gubernativas. Se da por supuesto que los servicios de inteligencia del Ejército colaborarán con la policía, pero caben fundadas dudas sobre la eficacia inmediata de la información que tienen a su disposición.

Después de largos años de control político a través del aparato policíaco y de inteligencia del régimen de Franco, los servicios de inteligencia, a los que la opinión popular ha atribuido siempre desmesurados poderes, parecen hallarse impotentes ante este tipo de desafío. La aparente contradicción entre aquella opinión y esta realidad fue explicada así a EL PAIS en estos términos: «No estamos acostumbrados a este tipo de cosas. »

Una expresión asombrosamente igual se podía recoger ayer en boca de los ciudadanos, a raíz del asesinato a sangre fría cometido por gente que «sale a matar». Sin embargo, de esta brutal floración de violencia no se puede decir ciertamente que se desconocen sus raíces. El Gobierno muestra una aparente inhabilidad en hacerse con el control de los actores de este terrorismo «incontrolado», al que la opinión pública atribuye, a pesar de todo, filiaciones muy conocidas.

En esferas del Gobierno, durante el día de ayer, tendía a coagular la teoría de que asistimos a un complot internacional contra la estabilidad del sistema y, del proceso de cambio. Estas impresiones parecen basarse en episódicas detenciones de súbditos extranjeros, entre ellos argentinos y croatas. Ha de observarse, sin embargo, que los croatas estaban ya prácticamente «quemados», después de la comprensible exigencia yugoslava de neutralización de grupos nacionalistas de ese origen, antes de establecer relaciones diplomáticas con España. En cuanto a la «cepa argentina», ha de observarse que su origen justicialista y López-reguista (el ex ministro argentino tenía muchos amigos entre los falangistas españoles, y se escapó, «por casualidad» de la policía española) la hacía ya rama muerta.

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Otras fuentes han señalado a las «trame nere» fascistas italianas. Debe recordarse a este respecto, que en la primavera de 1974 la Internacional Fascista quiso organizar un congreso en Barcelona, contando, nada menos, que con el apoyo de todo un ministro del Gobierno. El congreso fue frustrado gracias a la feliz intervención del entonces ministro de la Presidencia, Carro Martínez. Pero los altos apoyos encontrados hacen sospechar que la semilla fue protegida.

En el mundo internacional no hay aparente fundamento para un complot de la subversión izquierdista. La URSS está interesada y dispuesta a la normalización de relaciones con España. Aunque a aquélla no le interesa la entrada de España en la OTAN, tampoco se puede decir que ésta sea política inmediata y clara del Gobierno español. La OLP, por su parte, y los palestinos extremistas, no pueden temer de España lo que para ellos sería lo peor: el inmediato reconocimiento de Israel. En cuanto a Norteamérica, la CIA y sus prácticas desestabilizadoras no tienen sentido en una España que se siente apoyada por Washington en su proceso de reforma.

Las razones y agentes de esta violencia parecen más bien internos. Sus acciones podrían ser el resultado de una mala lectura de textos y hechos. Un texto «de izquierdas» puede ser leído «a derechas», y viceversa. Robert Moss, de extrema derecha en su estudio sobre la guerrilla urbana, habla de una estrategia de la militarización como objetivo de aquélla. Mariguella, de izquierdas, la describe así: «Es necesario convertir la crisis política en un conflicto armado mediante la comisión de acciones violentas que fuercen a los que están en el poder a transformar la situación política del país en una situación militar.» En esto consiste la «provocación» y el «desafío» al Ejército, con el secuestro del general.

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