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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las debilidades de un Gobierno fuerte

(Viene de la pág. primera)

El Gobierno -sería ingenuo ignorarlo- ha sido débil en este tema. Sólo cabe esperar de él una política inequívoca en lo que atañe a la desarticulación de grupos fascistas. La opinión pública no puede seguir soportando sucesos como los de las últimas 72 horas. Todos ellos se enmarcan en un intento claro de que las Fuerzas Armadas o sectores de éstas se muevan, si algunos jefes son convencidos de que todo l o que nos pasa es fruto del cambio político operado y de las promesas, aún no cumplidas, de democracia. Ya no cabe duda de que tanto el secuestro de Oriol como el del general Villaescusa tienen una misma causa y un mismo fin: el intento desesperado de grupos detentadores de amplias parcelas de poder por mantener éstas, aun después de la muerte del general Franco. Algunos servicios de inteligencia, de la multitud de redes de espías que cubren este país, están metidos, sin duda, en ello.

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El Ejército no ha de atender a la. provocación. No existen condiciones reales de subversión social o de crisis nacional que hagan necesaria una intervención armada. Item más: a estas alturas del proceso político español ya se conoce perfectamente la actitud de unas Fuerzas Armadas que aspiran a una neta y clara profesionalización radicalmente alejada de protagonismos políticos. Máxime cuando los que desde la muerte de Franco tratan de excitar los cuartos de banderas no persiguen otra cosa que la defensa de intereses económicos y políticos, como poco, contrarios a la ética castrense. Todo ello al margen de que tenemos al Ejército por la última institución de este país capaz de perder los nervios.

Existen sólo profesionales del desorden al servicio de grupos minoritarios que utilizan las páginas de la prensa amarilla para excitar los ánimos de la oficialidad y confundir las conciencias. Parece que su único deseo consista en tratar de evitar, mediante la apelación a un golpe militar, la celebración de unas elecciones libres y pacíficas que demuestren por vía de las urnas; qué es lo que definitivamente quiere y piensa este país.

El secuestro del general Villaescusa es, no obstante, un evidente fallo de los servicios de seguridad del Estado. Es inconcebible que un grupo de delincuentes pueda tener secuestrado durante mes y medio al presidente del Consejo de Estado sin que la investigación aporte una luz mínima que permita resolver el caso. Los secuestradores se han paseado por Madrid, han llamado y escrito a los periódicos, incluso han entregado notas en mano. Se permiten el lujo de prometer que harán más secuestros y de realizarlos después. Y no se comprende que, ante una situación así, personalidades de la significación del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar no tuvieran un servicio de vigilancia adecuado.

Mientras tanto, pistoleros fascistas disparan a mansalva y ante testigos contra los manifestantes en Madrid. Hace meses ya murió otro joven estudiante en parecidas circunstancias y no tenemos noticias de que hayan sido localizados los autores del crimen. ¿Habrá que recordar cuántas veces este periódico ha señalado la necesidad de desarmar a las bandas de ultraderecha que vienen sembrando el terror entre nuestros ciudadanos en un permanente atentado a la convivencia pacífica? Pues, al parecer, tampoco nadie lo ha hecho y los guerrilleros campan por sus respetos.

Estamos ante una impresionante operación de deterioro del Gobierno. Y parece como si los conspiradores quisieran provocar, entre otras cosas, reacciones como las de este editorial. Pues hay que decir algo más al respecto: impresiona la serenidad del presidente Suárez y de algunos de sus colaboradores. Pero el Gobierno ha abandonado el ejercicio de la autoridad, precisamente en los sectores donde más debería emplearla. No debe caer el Gobierno en situación semejante. Lo que hace falta es convocar a los políticos de esta hora en torno al presidente y demostrar al país que se está dispuesto de veras, desde el poder, a ejercitar el poder. Ejercer el poder significa no más retrocesos ni cesión a chantajes como los que se están haciendo: controlar el poder que se tiene.

Caben fundadas sospechas de que esta conspiración, que es de origen interno, esté apoyada y avalada por fuerzas internacionales. La Internacional Fascista es una realidad, y la prensa ha denunciado públicamente la existencia de varios de sus dirigentes en nuestro país. ¿Lo que la prensa denuncia las autoridades no lo saben? El Poder tiene medios de información. Si no los tiene, debe sancionar a los responsables de tan increíble carencia.

El presidente Suárez reúne hoy en torno de sí un consenso generalizado de los ciudadanos, que quieren continuar el camino emprendido hacía la democracia. Ni uno solo de los verdaderos líderes políticos de este país -a la derecha o a la izquierda- le va a negar su apoyo en momentos como este. Pero el presidente Suárez no debe ser sensible a la provocación creada: sólo hay un camino razonable para el futuro de España, y es un régimen democrático moderno y constitucional. Por eso, aquí, lo verdaderamente importante, por el momento, es llegar a las elecciones en condiciones de que éstas sean viables. Luego, el Estado que de ellas surja deberá empezar a barrer tanta basura como ha quedado.

Ejercer el poder, en una palabra, es la única manera que el Gobierno tiene hoy de corresponder a la serenidad admirable del Ejército y de la comunidad civil.

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