Estado de derecho y Estado de derechas
¿Es el Estado de derecho un Estado de derechas? Es decir, ¿es el estado de derecho un Estado irremediablemente controlado por la burguesía, un Estado que (como por lo demás, todo Estado, según Marx) sólo tendría sentido en las condiciones del modo de producción capitalista?
Habría, por de pronto. que diferenciar dos contrapuestas formas (políticas) a través de las cuales puede ejercerse —y de hecho se ha ejercido— con carácter hegemónico ese poder real (económico) de la burguesía; por un lado, la forma política liberal-democrática; por otro, la forma política autoritaria-totalitaria. Estimo —en contra de lo que sugieren no infrecuentes reduccionismos economicistas que la «forma política» influye también decisivamente sobre el sujeto de ese poder real y sobre sus relaciones concretas de producción —distribución; es importante, decisivo, determinar quien gobierna (de hecho y de derecho) pero también, y mucho —como ha subrayado recientemente Norberto Bobbio—, determinar cómo se gobierna.
Me parece una absurda, y nada marxista, simplificación decir que si es la burguesía quien, en todo caso, controla en el sistema capitalista la propiedad de los medios de producción, entonces da igual, o casi igual, que lo haga a través de una forma jurídico-política de carácter democrático-liberal (estados liberal y social de derecho) o a través de una forma jurídico-política totalitaria (Estados fascistas, negación radical y absoluta del estado de derecho). Decir esto significa afirmar (hay que asumir las consecuencias) que era igual el Führerstaat de Hitler que el Estado democrático—liberal existente en esa época en Francia o en Inglaterra. Por supuesto que ni formal ni substancialmente eran lo mismo sino, más bien, lo contrario. Como, en la otra dirección, tampoco vale identificar e igualar hitlerismo y stalinismo a pesar de su parcial coincidencia en cuanto a la forma política totalitaria.
Digo todo esto para añadir enseguida que, aunque el estado de derecho ha sido en el pasado y es, en amplia medida, en el presente, un Estado fundamentalmente de derechas, es decir controlado por la burguesía, sin embargo su institucionalización jurídico-política ha hecho siempre a través de un Estado democrático-liberal, y en ningún caso a través de un Estado autoritario-totalitario.
La distinción no es meramente formal, ni puramente ideológica; las diferencias entre un tipo y otro de Estado son «abismales», quiero decir —algo más científicamente— que son diferencias por entero reales y de alcance cualitativo. Las categorías políticas no son, en modo alguno, categorías carentes de realidad, «formas» por completo indiferentes para los «contenidos» socio-económicos o absolutamente dependientes de éstos.
Pienso por todo ello que no es metodológicamente incorrecto señalar cómo de las contradicciones e insuficiencias objetivas del Estado liberal y social de derecho (con base en el capitalismo y en el neocapitalismo) puede salir, no naturalmente ni tampoco voluntariamente, sino asimismo o «después de un largo y doloroso alumbramiento», un Estado democrático de derecho, hecho posible y exigido a su vez por y para la construcción de una sociedad socialista y realmente democrática.
El estado de derecho, en sus formas liberal y social, ha sido en efecto un Estado de derechas (al menos, de amplio predominio de las derechas), un Estado de hegemonía burguesa; pero, a pesar de ello, era un Estado democrático-liberal, y en cuanto tal, significó una conquista histórica de indudable signo progresivo, absolutamente superior a todas las formas políticas del pasado. El Estado democrático de derecho, sobre la base de un flexible —y científicamente implantado— sistema socialista de producción, podrá ser un Estado de izquierdas o, mejor —liberados explotados y explotadores— un Estado de todos (de todo el pueblo, orientado de modo directo a la emancipación del proletariado y a la consecución de una sociedad sin clases.
No hay, pues, identificación inexorable entre estado de derecho y Estado de derechas, a pesar de que otra cosa quiera sugerir hoy la teoría izquierdista más radical y a pesar de la constante práctica en aquel sentido por parte de las derechas liberales. Al contrario, el estado de derecho se realizará de modo más pleno y auténtico cuando sea de verdad, en ese sentido, un Estado de izquierdas, es decir un socialista Estado democrático de derecho.
En España durante estos últimos cuarenta años hemos padecido un Estado totalitario-autoritario caracterizado, entre otras cosas, por la negación, primero, y el falseamiento, después, del Estado de derecho. De ambas actitudes podrían aducirse abundantes muestras; para la negación antiliberal y antidemocrática (fascista) del Estado de derecho bien valen cualquiera de los alegatos en pro del Estado totalitario declarados sin ambages en los primeros tiempos del imperio (hacia Dios); sobre el uso espúreo y confusionista de tal expresión —segunda actitud, homenaje del vicio a la virtud— puede citarse el libro España, estado de derecho, editado en 1964 por el Servicio Informativo del Ministerio de Información y Turismo.
De muy diferente signo que esas negaciones y falsificaciones prácticas del estado de derecho intentadas tercamente por la derecha antiliberal, son las críticas teóricas hechas al mismo desde posiciones radicales izquierdistas. Presuponen estas, como recordaba antes, que es insalvable el nexo entre sociedad burguesa, capitalista, y estado de derecho, concluyendo, por tanto, en una inflexible oposición a este por considerarlo incompatible con la democracia y el socialismo.
Ello, en mi opinión, se acerca bastante a presuponer -cuando no a mantener explícitamente la imposibilidad de realizar el socialismo a través de los procedimientos y las instituciones del Estado pluralista y democrático.
Significa una desconfianza o un rechazo hacia, por ejemplo, el Parlamento representativo que se ve absolutamente incompatible con cualquier aplicación de la democracia directa hacia las elecciones y el sufragio universal —considerando abstracta manifestación de la autonomía de la voluntad— hacia la pluralidad de partidos —que se ven como mera traslación mecánica de las divergencias de intereses y, en definitiva, de una sociedad clasista—, instituciones, pues, todas ellas a superar...
Ante estas criticas de no pocas tendencias izquierdistas actuales —atendibles en todo caso, y que pueden contribuir tras la necesaria «critica de la critica a un fortalecimiento mismo del estado de derecho— creo mas bien que las exigencias centrales de éste (cual son el imperio de la ley producto de la voluntad popular; la diferenciación de poderes, es decir la no concentración totalitaria del poder: la sujeción del Gobierno y de la Administración a suficientes controles de una ley y una justicia democrática; el respeto, potenciación y realización efectiva, y para todos, de los derechos humanos y las libertades fundamentales), tales exigencias del estado de derecho no sólo no son incompatibles con el socialismo, sino que, por el contrario me parece que es en una sociedad en vías de construcción de un poder político socializado y de una socialización, con autogestión, de los medios de producción donde pueden de verdad implantarse y hacerse efectiva realidad.
A modo de conclusión: para que el estado de derecho no sea hoy, y en el futuro, un Estado de derechas tendrá que entenderse y proyectarse como un Estado democrático de derecho, es decir, un Estado cuya central exigencia junto al estricto respeto de la libertad sea el paso progresivo hacia formas socialistas y auto gestionarías, de producción (y, en consecuencia de distribución). El Estado democrático de derecho es, en definitiva, la institucionalización jurídico-política del poder popular, o si se prefiere, la realización democrática del socialismo.
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