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¿Irresistibilidad del Poder?

Veíamos el último día que el hombre occidental es el hombre del Poder, el que, por vez primera, ha extendido, potencialmente al menos -y de hecho ya ha puesto su pie en la Luna y un artefacto suyo en Marte- al un verso entero su libido dominandi. Vimos también que para ello ha tenido que asumir, previamente, una actitud nueva, el «desencantamiento» del mundo.Lo que no agregaba es que una de las más visibles notas en la revolución cultural de hoy -o ya de ayer, el tiempo pasa muy de prisa-, es el intento de «reencantar» ese mundo, de devolverle el antiguo respeto, de reconocer que vivimos de él, en el más profundo sentido de esta expresión. Y de ahí, en ciertos grupos. el, entusiasmo ecológico y, en general, el movimiento de preservación de la naturaleza. A otro nivel, pero en la misma línea, se trata de recuperar la religiosidad popular, tan bien compendiada en el bello libro que. con este título, ha publicado Luis Maldonado. frente a los excesos anteriores de una pureza absoluta de la fe. Asimismo se busca por la antipsiquiatría la reincorporación a la convivencia de esos «locos» que, hasta la invención de los manicomios, vivían entre los hombres supuestamente cabales: y, con mayor generalidad, se propone una rehumanización de la relación del médico con el enfermo. Y. en fin. por no continuar con más ejemplos, en la esfera de las relaciones económicas, se proyecta una humanización que, alejada del capitalismo, no caiga en la estatificación, que es acumulación de todo el poder, político y económico, en un único centro de decisión, y para superar la disyuntiva se propone la autogestión. Propuestas todas ellas, nobles, generosas, impregnadas de sentido humano de la vida y en favor de las cuales debemos luchar... a sabiendas de que son inalcanzables.

En efecto. estoy convencido de que, hoy por hoy, se trata en ellas. tan sólo, de lo que los franceses llaman vues de l' esprit, es decir, de visiones, por no decir de sueños, de gentes que imaginan un futuro feliz. o añoran un pasado que. bajo la pátina del tiempo. lo parece. ¿Cuántos años subsistirán en esta España, cuya urbanización se está cumpliendo ahora tan aceleradamente, los últimos vestigios de las viejas fiestas que Julio Caro, Baroja estudia con el moroso cuidado de lo que está desapareciendo ante nuestros ojos? Es verdad que, para ceñirnos por un momento a este tema. en una época. como la nuestra. de mutación radical de los estilos de vida, podrían redescubrirse, y de hecho se han redescubierto. en el seno de la sociedad de masas, «nuevos ritos, nuevos mitos». ¿Pero cree Luis Maldonado -y él tiene que saber de eso- que el puritano moralismo racionalizante de la Iglesia romana puede percibir en ellos, y aceptar, el relevo de una pagana -como de pagana tenía mucho aquella otra- religiosidad? Con razón introduce él, en el subtítulo de su obra, la palabra «nostalgia». Ahora bien, a los que no aceptamos sino a la fuerza la situación actual, pero tampoco nos conformamos con el refugio en la nostalgia, no nos queda más opción -si opción ,puede ser llamada- que la persecución de la utopía, operativa, casi meramente. en el plano intelectual, como puso de relieve aquí mismo Jorge de Esteban. hablando de «La vuelta de los anarquistas»: aparte, claro, de lo que nada ni nadie puede destruir. el pathos utópico, el más sobrehumanamente humano de nuestros sentimientos.

Lo «político» tiene poco que ver con lo utópico. sin duda. Pero en el mundo hay. gracias a Dios, más cosas que «política». Y, por otra parte. hasta cabe una utilización política de la utopía. ¿Incurrió en ella Marx cuando, haciendo suyas las aspiraciones anarquistas, las situó en unas escatológicas calendas graecas, o es que, como el Jesús del Evangelio, creyó que el fin del mundo (injusto) y la- venida del Reino eran inminentes?

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Bueno. ya no cabe la menor duda de que no lo eran. Por el contrario, más bien se diría que nos alejamos más y más del Reino. El poder político. tanto el de la república imperial de los Estados Unidos como el de la URSS, aumenta sin cesar: y el poder económico se confunde. entero. con él. bien en la, tecnoburocracia rusa. bien. con apariencias engañosas de separación. en las empresas multinacionales o. como en México las llaman. transnacionales.

Acumulación. concentración siempre creciente de un poder transpersonal y. por lo mismo, más temible y, sobre todo, menos resistible que la autocracia. ¿Habría sido resistible la ascensión de Adolfo Hitler? El adaptador de la teoría del Führertum al caudillaje, Javier Conde, un teórico de la política cuyo nombre. no sin razones, ha pasado rápidamente al olvido, en sus últimos años de ejercicio intelectual escribió, si no recuerdo mal, describiendo el fenómeno no sé si con neutra objetividad o al rescoldo y con el regusto de aquello a lo que sirvió, sobre la irresistibilidad del poder en los regímenes políticos de la época moderna. Pero el Leviatán fue visible, personalizado -«El Estado soy yo»identificable. hasta Hitler para no hablar de Franco quien, como ha visto bien Alvarez Solís, no fue hombre de poder sino. simplemente, de mando, y por eso convirtió a España entera en inmenso cuartel, con lo cual agotó su proyecto político y descansó (es decir, se puso a cazar y pescar). Los nuevos Leviatanes son anónimos. y sólo cobran borrosa figura en los grises tecnoburócratas y ejecutivos. Si, poder «ver» al poderoso es un alivio, en cuanto que se reduce a estatura humana y. con suerte, se convierte en trivializable. Ah, si Adolfo Suárez pudiésemos creernos que es. de verdad. quien nos gobierna. Pero no. Quien gobierna no está. ni en él ni detrás de él, Por supuesto. no en España, donde sólo se reparten migajas de poder. Pero tampoco fuera de ella. Es un poder difuso y. por lo mismo. inalcanzable: sin forma y. por lo mismo. inmensurable, inmenso. Es el poder del Sistema.

No tengo simpatía por los seres humanos que adolecen de la pasión del Poder. Pero muchísimo más temible que ellos me parece el poder hipostasiado, sustantivado y desencarnado, el Poder con mayúscula, que por todas partes nos acecha y que arrastra a las marionetas que se, nos presentan como sus detentadores.

Sin embargo. y por poco esperanzadora que sea la partida, no debemos ceder al mito, en definitiva fascista, de la irresistibilidad del Poder. Debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance por su desmitificación. Y, en cuanto intelectuales, el arma a nuestro alcance para resistirle, es el análisis, la crítica, la conciencia de que no es ningún mysterium sino aparato, aunque deshumanizado, meramente humano.

Personalmente pienso que intentar hacerse con el Poder es sólo contagiarse de él, y yo no lo intentaría. Se puede, sí, tratar de participar en él. con el fin de que su distribución, lo atenúe en tanto que poder. Intentaría en cambio - y en la medida de mis flacas fuerzas intento- cambiar la sociedad. como me decía el otro día un amigo. Ni siquiera entiendo cómo puede tentar el Poder. Pero entiendo muy bien que pueda tentar la utopía.

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