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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Banca y monopolios: un pacto con la realidad / 1

ROBERTO CENTENOSe ha dicho en muchas ocasiones, y creo que corresponde bastante exactamente a la realidad, que en nuestro país no han existido apenas los grandes capitanes de empresa, que en otros horizontes fueron los protagonistas de la revolución1ridustrial, el maquinismo, y sobre todo del desarrollo de la industria moderna en el primer tercio del siglo XX. Los Ford, los Carnagie, los Dupont del Nemours, los Rockefeller, no se han dado servata distantia, en nuestro país; España ha sido el país del capitalista anónimo donde, salvo escasas y meritorias excepciones, toda la dinámica industrial y comercial ha nacido y crecido en el seno de la Banca.En este contexto las grandes industrias básicas monopolistas, electricidad, petróleo, siderurgia, etcétera, se han desarrollado desde el principio dentro de la misma, más aún, en una España débilmente industrializada. estos sectores han sido vitales para la propia Banca, ya que el grueso de sus inversiones se realizaría precisamente en ellos. Sin esta participación, ni la Banca habría experimentado probablemente el desarrollo que ha tenido ni tampoco la propia industria básica hubiese alcanzado su nivel actual, ya que unos fondos tan importantes como los que la misma necesitaba difícilmente podrían haber salido de otro sitio, dada la estructura socio económica de nuestro país, que de la propia Banca.

Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid

Representante de los partidos políticos vascos en la Comisión Negociadora con el Gobierno

Este esquema de interrelaciones, lógico en una economía librecambista, como la imperante en Occidente hasta la segunda guerra mundial, perdió gradualmente su razón de ser, al ir construyéndose en la Europa de la postguerra, nuevos modelos de desarrollo, en los que el Estado asumía responsabilidades crecientes en todos los ámbitos de la actividad económica, siendo precisamente las industrias básicas monopolistas, las que por diversas razones, políticas, económicas y sociales, pasaron más rápidamente al control público.

Un pacto político y un pacto económico

Por otro lado, la sociedad moderna ofrece hoy a la Banca, amplios campos de acción donde realizar y ampliar sus actividades, más arriesgados tal vez que las grandes industrias monopolistas, pero también más rentables. Ante esta realidad, y cuando desde diversos ángulos y opciones políticas con posibilidades futuras de poder más o menos amplio, surgen voces pidiendo la nacionalización de una parte del sector bancario, creo que un instinto inteligente de supervivencia debería llevar a la misma al cambio adaptándose a la nueva realidad presente, que antes o después acabará por imponerse. Por ello. si la Banca quiere subsistir con su actual status creo que debe pactar y pactar con la realidad.

Este pacto con la realidad englobaría a mi juicio, dos vertientes bien diferenciadas, una política, que implicaría un compromiso formal de estricta neutralidad como grupo cara al proceso electoral, y otra económica, que se centraría, aparte de la aceptación de una mayor intervención por parte de las autoridades monetarias en la distribución del crédito, en su retirada de la industria básica monopolista, pactando con el Gobierno las condiciones de su traspaso al sector público, en condiciones aceptables para las dos partes. En este último punto, suele objetarse últimamente que tales industrias son propiedad también de muchos pequeños accionistas, lo cual, sí bien es cierto, no debe de hacernos olvidar que el poder decisorio lo tiene la Banca, sobre todo si tenemos en cuenta que al pequeño accionista lo único que le Interesa es el que su dinero sea espetado.

Respecto a la primera, parece evidente que un protagonismo político unidereccional, o un intento de desestabilización económica son claramente incompatibles con una democracia de tipo europeo, y en caso de fracaso acabarían conduciendo con toda probabilidad a la nacionalización de la entidad o entidades protagonistas. En este sentido, resulta enormemente ilustrativo la respuesta que un político moderado, el general Ramalho Eanes, dio ajos periodistas que le preguntaban si la Banca portuguesa sería desnacionalizada, el general respondió a ello negativamente y basó su postura en el hecho de que un Gobierno democrático no podía tolerar el protagonismo político de un sector económico, y dada la actuación continuada de la gran Banca portuguesa como grupo de presión político, la nacionalización estaba ti>talmente justificada como una medida de autodefensa de la sociedad. Afortunadamente no parece ser esta la tónica general hoy en nuestro país, donde seria impropio hablar de los grandes bancos como un esta mento monolítico, ya que las diferencias de actitud ante el pro ceso político son acusadas, y salvo algunas excepciones, favorables a la democracia.

Respecto a la segunda, existen hoy razones objetivas que justifican una intervención pública más intensa en la gran indsutria monopolista, y el hecho de que la Banca defendiese a ultranza una posición maximalista de no ceder ni un ápice, la pondría en una situación muy vulnerable por lo facilmente atacable que sería, lo que puede acabar provocando su propia nacionalización, incluso por un Gobierno de centro. Por el contrario, si la Banca adopta una postura no maximalista, cediendo lo que razonablemente debe ceder, y entrando en la financiación de nuevos campos, nuevas técnicas, nuevos productos, donde puede prestar un servicio extraordinario al país, su posición sería difícilmente atacable y podría serie muy difícil a un Gobierno, aunque fuera parcialmente de izquierdas, el hacer aprobar a unas Cortes democráticas tina medida nacionalizadora.

Dentro de las industrias que he denominado básicas monopolislas, tal vez las más importantes donde la acción del sector público está más justificada, sea la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos. las empresas eléctricas y la siderurgía integral.

Banca y monopolios de petróleos

En el caso del Monopolio de Petróleos, la situación es muy distinta a la que se presenta en los otros dos sectores; en primer lugar el traspaso al sector público del control de las actividades del mismo no supondría como en las empresas eléctricas o en la siderurgia integral una nacionalización, sino simplemente la rescisión. de un contrato de arrendamiento, prorrogado sine die por el Estado en 1947, pero que este puede «interrumpir en cualquier momento, sin alegar causa alguna», y en segundo lugar, así como el paso al sector público de las empresas eléctricas y la siderurgia integral, es un fin en sí mismo, la rescisión del contrato de arrendamiento a CAMPSA no serviría de mucho si no es como pieza clave de una mas amplia operación de reestructuración del sector pe trolero español. Esta operación imprescindible si queremos ase gurarnos un abastecimiento de petróleo en las mejores condiciones posibles y dotar al sector de una racionalidad y una eficacia de las que carece hoy, supondría la creación de una gran empresa estatal integrada verticalmente desde la producción a la distribución, e incluyendo también la pe troquímica de base y la ingeniería de toda la actividad, mediante la concentracíón de todos los intereses del Estado hoy amplia mente dispersos.

No es este el lugar para extenderme en el por qué de la integración vertical pero baste decir que este esquema organizativo ha sido la regla de oro en la industria mundial del petróleo desde príncipío de siglo, y que el no haberla seguido en nuestro país es la razón fundamental por la que España ha pagado y sigue pagando probablemente hoy por su petróleo precios superiores al de otros países ha limitado enormemente el desarrollo tecnológico en este sector y nos ha reducido al papel de clientes de tercera clase de las multinacionales, sin ningún peso específico en el mercado mundial.

En el caso de CAMPSA, el interés de la gran Banca en su permanencia consiste esencialmente en el manejo de los fondos generados por el monopolio que en 1976 superarán ampliamente los 400.000 millones de pesetas. No resultará sin embargo difícil, el encontrar fórmulas que den satisfacción a todos, ya que este flujo habrá de ser manejado por la Banca en. una u otra forma. CAMPSA, como compañía, quedaría reducida a sus actividades fuera del monopolio (refino y exploración fundamentalmente), mientras que el sector distribución con todo su equipo humano pasar a formar parte integrante de la nueva gran empresa, que de ser necesariamente 100 % propiedad del Estado.

Esta sociedad que sería ya de talla internacional (una capacidad de refino de cuarenta millones de toneladas, una capacidad de producción de seis millones de toneladas, una flota de más de tres millones de TPM y la red completa de distribución del país aparte del grueso de la producción petroquímica de base) al eliminar las dispersiones actuales, permitiría construir y ejecutar una auténtica política petrolera., proporcionaría a España, a relativamente corto plazo, un abastecimiento más barato y seguro, un desarrollo tecnológico del que hoy carecemos, y un abaratamiento considerable de los costos internos de funcionamiento de todo el sistema.

Por el contrario la eliminación pura y simple de CAMPSA y también del Monopolio de Petróleos, permitiendo la entrada en la distribución de las multinacionales y de algunas sociedades privadas españolas, como ha insinuado recientemente algún órgano de prensa, sería, caso de ser cierto, no sólo un desatino monumental, sino también una auténtica enajenación de una parcela fundamental de la economía y la. industria españolas. No sólo no hay ninguna causa que justifíque hoy el desmantelamiento del monopolio, sino que además es el elemento más valioso con que cuenta el país para construir la gran empresa antes mencionada. Si en el futuro, el proceso de integración económica con Europa obligara a prescindir del Monopolio de Petróleos (lo cual no es del todo seguro), toda la red de distribución del mismo pasaría a la empresa integrada, y las multinacionales que quisieran establecerse tendrían que partir de cero. Por ello, cuanto antes se construya y consolide la gran empresa que he mencionado, antes estará en condiciones este Importante sector 'de abordar sin ningún problema la integración económica con la Europa de los nueve, y el país de afrontar con seriedad y eficacia el gravisimo problema de nuestro abastecimíento energético.

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