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Los funerales de la Organización Sindical

Desde que el decreto-ley del pasado ocho de octubre creó la Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales (AISS) me estoy preguntando si la Organización Sindical (OSE) existe o no. Para encontrar respuesta a tal interrogante he acudido a los signos más externos y perceptibles. Así, he comprobado que los funcionarios de la OSE cobran en las nóminas de siempre y que se sigue editando el Boletín Oficial de la OSE. Uno y otro dato me parecen pruebas más que suficientes para poder afirmar que la OSE sigue viviendo.Simultáncamente he comprobado que tres meses después de la creación legal de la AISS, su consejo de administración sigue sin constituirse. La razón es fácilmente comprensible: en tanto no se constituyan las asociaciones sindicales de empresarios y trabajadores previstas en la ley reguladora del derecho de asociación sindical elaborada por el Gobierno Suárez no puede constituirse el consejo de administración de la AISS. Quiero decir con ello que en tanto un Pleno de las Cortes no apruebe dicha ley, la AISS no existirá en la práctica, aunque exista en el papel del Boletín Oficial del Estado, y que la OSE subsiste en la práctica aunque en la teoría esté ni muerta.

No es mi pretensión complicar las cosas artificialmente al posible lector de este artículo, sino dejar constancia de que es el tema en sí mismo considerado el que es complicado y confuso. Dicho de otra forma: actualmente coexisten la OSE v la AISS. Buena prueba de lo exacto de esta afirmación es el que el comité ejecutivo de la OSE esté celebrando reuniones, como la del pasado veintidós de diciembre, en la que los misnios hombres, durante una parte de la reunión, actúan como tal comité ejecutivo de la OSE y durante el resto, tras mentalizarse adecuadamente, actúan como provisional consejo de administración de la AISS.

Sin embargo el panorama parece que se va a clarificar durante los meses de enero y febrero de este año, aunque para ello tengamos que asistir a los funerales, no de un muerto, que sería lo normal, sino de un vivo, la Organización Sindical. De momento ya han empezado a desaparecer los símbolos de la OSE de las fachadas de sus muchos, y valiosos edificios.

Añádese a ello, como pieza de recomendable análisis para quienes austen de la necrología política y de las ironías de la vida cotidiana, la lectura de las 165 enmiendas presentadas por procuradores en Cortes (en su mayoría sindicales y familiares) al proyecto de ley sobre el derecho de asociación sindical cuya discusión comenzará en las Cortes el 12 de este mes de enero. En el palacio de las Cortes se van a oír, sin duda, oraciones fúnebres por la OSE, quien en esos momentos se dará por muerta, cuando la realidad es que en ese momento aún no lo estará.

Para después del pleno de las Cortes que apruebe como tal la que podiamos llamar ley sindical del Gobierno Suárez, está prevista la última reunión de la Comisión Permartente de la OSE que, contra lo dispuesto por la legislación verticalista, no ha sido reunida en el tercer cuatrimestre de 1976. Es de esperar que el ministro de Relaciones Sindicales no nos sorprenda presentando a la aprobación del órgarlo sindical colegiado los presupuestos para la OSE durante 1977, ya que ello equivaldría a hacer un plan económico para alimentar dar de vivir a un muerto, situación difícilmente pensable en la vida de cada día.

Por el contrario los trabajadores españoles esperan que en esa sesión los habituales discursos de los presidentes de los Consejos Nacionales de Trabajadores y de Empresarios, así como el del secretario general de la OSE, sean auténticas oraciones fúnebres (sería de desear que fueran también autocríticas) por ese monstruo extrasindical que durante los cuarenta años del franquismo sirvió, como aun hace hoy, para que en este país millones de españoles sientan que va tienen cuarenta años de edad y que aún no conocen la libertad sindical.

En tanto no desaparezca la actual confusión, en tanto no desaparezca su causante, que no es otro que la OSE, en este país no hay sindicato dernocrático alguno que acepte sentarse a negociar con el Gobierno el futuro sindical de los españoles. Conviene dejar constancia de ello, porque tengo la impresión de que no es precisamente de tiempo de lo que actualmente anda sobrado este país.

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