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Secuestro del Presidente del Consejo de Estado

La familia oyó misa el domingo en su residencia de Plantío

El domingo, a las ocho de la tarde, se celebró una misa en el domicilio de los señores de Oriol. Unos doscientos asistentes -parientes, amigos y personalidades en su mayoría- se reunieron en un clima de gran serenidad. La señora de Oriol, Soledad Bustamante, y sus hijos apenas hicieron comentarios sobre la situación, limitándose a explicar con entereza algunos detalles del secuestro.

Aunque algunos de los presentes conocían la existencia de una carta del señor Oriol a su esposa, apenas hubo comentarios sobre ello en las conversaciones de los distintos grupos reunidos antes y después de la misa. No hubo, antes ni después, tensión ni nerviosismo en los rostros, sino una gran preocupación y la esperanza reflejada en algunas conversaciones particulares. Los presentes intercambiaban impresiones y noticias en un tono general de voz baja.La casa («Valgrande», en el pinar de El Plantío) registraba una presencia policial discreta y poco numerosa. La entrada de la finca estaba guardada por un jeep de la Guardia Civil. La planta baja de la casa tiene, tras un zaguán con columnas de piedra, un vestíbulo, un salón grande, un comedor y un despacho: toda la casa es de aire poco ostentoso, con un jardín en la fachada opuesta a la entrada, más bien impersonal. En esas habitaciones de la planta baja permanecieron, hasta las nueve de la noche, las personas que habían acudido a la misa: la mayor parte de ellos empresarios y altos funcionarios del Estado. La familia del señor Oriol ocupó la mayor parte del recinto en que se celebró la misa. Entre ellos destaca el hermano mayor del político secuestrado, José María de Oriol, marqués de Casa Oriol, considerado como el jefe de la familia. El sacerdote tuvo por acólito a uno de los hijos del presidente del Consejo de Estado.

Numerosas visitas

A lo largo del domingo, el trasiego de coches que entraron en la finca «Monte del Pilar», residencia que la familia Oriol posee en El Plantío, fue constante. La mayoría de los visitantes, según los empleados de la finca, eran familiares y amigos de la familia.

Muy pocos coches oficiales. Entre ellos, el de la esposa del embajador de Filipinas, Pitita Ridruejo, que llegó en uno del cuerpo diplomático.

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El silencio fue total. Los guardias civiles que custodiaban la entrada no recordaban ni a qué puesto pertenecían. Los que salían no quisieron hablar con los periodistas congregados, a excepción de la señora Ridruejo, José Luis Zamanillo y Pilar Primo de Rivera, quienes sólo manifestaron que los familiares del señor Oriol se encontraban tranquilos y con el ánimo sereno.

No hubo ningún incidente durante el día, salvo, si puede tener aIgún significado, el hecho de que hacia las cuatro de la tarde un «dos caballos» de la Telefónica estuviera durante casi media hora ante la puerta. Según nos dijeron «a reparar una pequeña avería».

Durante el día de ayer las visitas también fueron continuas y la familia se negó a hacer ningún tipo le declaración sobre el caso.

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